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Ecuador, 19 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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Fausto se aferra al oficio de reparar sombreros

Fausto Llundo, originario de  la parroquia rural  Constantino Fernández, abre su local cada día a las 07:00 en Ambato. Es propietario de  uno los pocos talleres de reparación de sombreros de la ciudad. Sus vecinos, quienes tienen  negocios  como peluquerías, tiendas y cabinas telefónicas dicen que él es un trabajador empeñoso  y una persona generosa  y cooperadora, porque cuando de ayudar se trata, no duda en hacerlo.

A Llundo le preocupa que en los últimos tres años,  su  clientela haya disminuido en  un 70%. La reubicación de la parada de los buses que van a Aguaján, Pasa y San Fernando, y la reubicación de los comerciantes de papas hacia el Mercado Mayorista en julio de 2009, serían los factores que han mermado en gran medida la clientela del artesano.

“Desde que se fueron los comerciantes de papas, el número de clientes bajó notablemente. Si antes atendía  unos 100 pedidos de reparación a la semana, ahora, a duras penas, recibo 30. A más de eso, ya casi nadie usa sombrero y quedan pocos fabricantes de esta prenda”, señaló el hombre.

De hecho, en Ambato existen pocos almacenes en los que se venden sombreros. Hay uno a la altura del Mercado Modelo (av. Cevallos), otro cerca del Mercado Central (calle 12 de Noviembre) y otro, en las calles Eloy Alfaro y Cevallos.

El  taller de Fausto está ubicado entre las calles Olmedo y Juan Benigno Vela, tras  la remodelada Plaza Urbina. En su local repara sombreros de toda clase, aunque se  especializa en los de fieltro, que son más comunes y sencillos de arreglar.

Con un martillo, una plancha y una navaja pequeña como herramientas, toma uno por uno los sombreros y analiza la reparación requerida.

Cuenta con la colaboración de su esposa, doña Carmita, quien lo acompaña y ayuda en las tareas de lavar el sombrero, pintar partes desteñidas, planchar si es necesario, colocar remiendos, secar y volver a dar la forma original.

Ha pasado los últimos 10  años trabajando con esmero para sacar adelante a su familia y, a pesar de las dificultades, lo ha logrado. Es padre de cinco hijos, dos de ellos estudiantes aún.

Sus padres le enseñaron a trabajar en la agricultura, pero por considerar a esa actividad insuficiente para subsistir, decidió fijar su residencia en el centro de la ciudad y aprender el oficio que ejerce ahora. Jorge Nuela, conocido artesano de Ambato, fue su maestro. Ahora, a sus 58 años, teme que  tenga  que cambiar de actividad.

Dolores Chicaiza, vecina de Fausto, cree que el negocio está condenado a desaparecer. “La gente ya casi no lleva sombrero; muy pocos lo hacen. Lamentablemente si el sombrero desaparece del todo, tendrá que cerrar el local de reparación. Sería una lástima, ya que aparte de representar el modo de sustento para Fausto, se estaría acabando con una tradición muy bonita que solo quedará en las fotos antiguas”.

Los precios de reparación dependen del sombrero: seis dólares en el caso de uno fino, y de tres a cuatro dólares, el resto.

Mariano Sánchez, jubilado de 78 años que gusta  descansar y alimentar a las palomas en el parque Montalvo, habló acerca de la decadencia del uso del sombrero.

“He llevado sombrero siempre. Mis abuelos y mis padres lo llevaban y yo continúo con la tradición. Pero los tiempos han cambiado y mis hijos ya no lo llevan, dicen que ‘está pasado de moda’; mucho menos mis nietos. El sombrero sirve para proteger la cabeza tanto del fuerte sol como de la lluvia y el frío. Además, es elegante y decorativo. Creo que se ha dejado de usar porque no combina con la ropa actual; ahora se usan solo gorras deportivas”, afirmó.

Internacionalmente, el  sombrero comenzó a desaparecer en los años sesenta, cuando cantantes como Elvis Presley y los Beatles, entre otros, renegaron de su uso y decidieron mostrar su cabello. En nuestro país, duró unos 10 años más en las cabezas de los ecuatorianos.

Pero a pesar de estar consciente de que su actividad está en decadencia, Fausto aún guarda esperanzas en el futuro. “Espero poder servir en esta localidad por más tiempo y  aunque sé que el uso del sombrero está de bajada, sé también que los clientes que tengo seguirán dándome trabajo, porque casi ya no hay estos talleres, sobre todo en la ciudad”, manifestó el artesano.

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