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En Cotopaxi se planea hacer de Malqui Machay un sitio turístico

Entre la vegetación sobresalen algunos hallazgos de estructuras trapezoidales, canales de drenajes, un estanque y un altar en un área apartada y selvática. Foto: Silvia Osorio / para El Telégrafo
Entre la vegetación sobresalen algunos hallazgos de estructuras trapezoidales, canales de drenajes, un estanque y un altar en un área apartada y selvática. Foto: Silvia Osorio / para El Telégrafo
22 de marzo de 2015 - 00:00

En un remoto paraje de la parroquia Chugchilán, en el cantón Sigchos de Cotopaxi, una serie de hallazgos etnohistóricos e investigaciones científicas ha llamado la atención de investigadores y turistas a escala mundial.

Este revuelo empezó hace 12 años con el trabajo de la historiadora quiteña, Tamara Estupiñán. Ella inició entonces los estudios en la hacienda Malqui Machay, que en kichwa significa “sepultura del cuerpo del progenitor del ayllu”.

Se cree que allí interactuaron, hace más de 5 siglos, los protagonistas de la resistencia indígena en contra de los conquistadores españoles: El inca Atahualpa y su más fiel servidor, Rumiñahui, estuvieron allí y antes de su derrota.

Se trata de una edificación cargada de simbolismo que no llegaría a la categoría de fortaleza ni de templo. Según Estupiñán, este lugar pudo ser un centro ceremonial Inca y la última morada de su líder.

Los primeros pasos

Las expediciones iniciales se realizaron con la aprobación del Municipio de Sigchos y el alcalde de entonces, José Villamarín en 2012. Desde ahí se ha buscado el apoyo gubernamental de ministerios como los de Turismo y Cultura para cubrir los costos necesarios para potenciar turísticamente ese lugar.

Parte de las pruebas, que apuntan que la hacienda pudo ser una morada Inca, radica en los canales de agua construidos en forma trapezoidal que caracterizaban a esa cultura. Malqui guarda relación con Isinche, en el cantón Pujilí.

Para Estúpiñan, investigadora del Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA), es casi irrefutable que en el lugar se hallen los vestigios de Atahualpa.

Esta conjetura va tomando cuerpo con el reciente descubrimiento de un monumento arquitectónico de diseño imperial tardío, en el que sobresale un camino que conecta a varias estancias rectangulares que fueron construidas con piedras talladas y pulidas alrededor de una plaza trapezoidal.

Esta última estructura se encuentra deteriorada, pues los propietarios de la hacienda desconocían el origen de las piedras y no alcanzaban a vislumbrar sus formas debido a la maleza que había crecido sobre ellas.

En opinión de los expertos, la principal característica de estas construcciones es la piedra tallada y pulida que se situaría en la última época Inca y data de 500 años atrás y con alta calidad arquitectónica.

La última visita que realizó Estupiñán a Malqui Machay fue durante los primeros días de marzo de 2015, en compañía de autoridades locales y del ministro de Cultura y Patrimonio, Francisco Borja.
De acuerdo con las declaraciones de la historiadora, la hacienda sería tan importante como Machu Picchu en Perú.

La visita fue fructífera, declaró el gobernador de Cotopaxi, Fernando Suárez, porque a pesar del deterioro actual, es factible una restauración con fines turísticos de relevancia para la región central.
En ese contexto, los primeros pasos serán dados por el Ministerio de Cultura y Patrimonio que retomará las investigaciones de Estupiñán para conocer el uso ancestral que tenía este sitio, pues de acuerdo con los indicios allí podrían haberse efectuado ceremonias incas.

Gustavo Espíndola, arqueólogo de la Subsecretaría de Patrimonio, aseguró en un comunicado de prensa que en las 3 hectáreas de la zona se evidencia un diseño imperial con un callejón de ingreso por el cual se accede a diferentes aposentos rectangulares alrededor de una plaza donde, se presume, había un espacio lleno de agua.

La geografía del entorno

Para llegar a esta hacienda hay que afrontar más de 12 horas de viaje, de ida y vuelta, ya sea desde Ambato o desde Quito, por lo que además de voluntad se requiere de buen equipamiento. En el sitio, que es un paraje tranquilo rodeado por ríos y montañas, crecen árboles de plátano, lima, naranja y limón y plantas ornamentales.

La hacienda se levanta a 3 horas del centro parroquial de Chugchilán. No hay transporte urbano. Desde el centro de Sigchos hasta la entrada a la hacienda hay que caminar entre 20 y 30 minutos para admirar los vestigios cuyas formas exactas, de las que hablan los entendidos, no son fáciles de apreciar a simple vista.

El camino principal que se conecta con esa propiedad es estrecho, serpenteante y cubierto con piedras filosas y mal encajadas que dificultan el avance de los carros de doble tracción.

Esta vía desciende por laderas pronunciadas y taludes débiles que en algunos tramos se desploman por la acción erosiva de las lluvias que en más de una vez han causado deslaves.

El curso apresurado y torrentoso del río Quindigua acompaña a los aventureros, que cruzan lentamente por los puentes resbalosos construidos con troncos tumbados y amarrados con sogas verdosas y empapadas de agua de lluvia.

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