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Recursos que mantenían un negocio y un comercio florecientes en la región central
El salitre de Patate y Ambato abastecía la fábrica de pólvora de Latacunga en 1779
Hace 236 años, el 25 de octubre de 1779 estuvieron en las notarías de Ambato esos importantísimos señores que, entre las funciones y las altas dignidades burocráticas que representan en Quito, tienen a su cargo los negocios para ‘dar trabajo a la gente’, igual que ahora.
Es el “Señor Doctor Don Antonio Solano de la Sala, Abogado Alguacil Mayor de Corte de la Real Audiencia de Quito y Visitador Subdelegado por el Señor Presidente Regente de la Real Audiencia y Visitador General de esta Provincia”.
Lo que no se dice es que fue un piojo gordo que chupaba la sangre de los indios hasta carcomerles el hueso cuando morían ‘tiriciados’, como los cuyes que mueren sin aliento cuando son víctimas de sus pulgas y sus piojos.
Y la ‘tiricia’, según la etimología popular, era ese “mal que ataca de la pura pena que siente el individuo”. Y pensar que esta palabreja que no tiene el diccionario, sirve eficientemente en las peleas populares. El “pobre tiriciado” como se lo enrostra, es un piojoso entristecido.
“Don Miguel de Barragán, vecino del pueblo de Patate… dice que estándose poniendo en planta por Real Orden de Su Majestad la Real Fábrica de Pólvora en el asiento de Latacunga, y hallándose en esta villa Solano de la Sala… le ha propuesto que abaste a esta fábrica con los salitres que regularmente se puedan beneficiar en dicho pueblo de Patate, Pelileo, San Ildefonso y Píllaro y sus recintos.
A que ha accedido haciéndose cabeza principal para fabricarlos por sí y por otros mozos que en esos recintos han tenido este trabajo y comercio. Imponiéndolo en efecto”.
El salitre o nitro, según las noticias de la época, existía en minas en nuestra geografía. De allí la visión y la misión de la empresa, de instalar la fábrica de pólvora.
¿Cuál fue el procedimiento de extracción de este material? Vaya uno a saber, pero de lo que sí ha quedado constancia es de la existencia de 2 calidades que revelan el tipo de trabajo: el más fino y el grueso.
Los proveedores, como en este caso Don Miguel de Barragán, dicen: “Ha recibido de mano del dicho Sr. Dr. Don Antonio Solano de la Sala, la cantidad de 187 pesos y 4 reales en moneda corriente.
Por cuya cantidad se obliga en entregar en dicha Real Fábrica de Pólvora y en manos del Administrador un mil libras de salitre fino a razón de un real y medio cada libra, puestas de cuenta, costo y riesgo en dicha Real Fábrica.
Dentro del término de un año corrido desde la fecha de este instrumento; y de ahí adelante, se obliga por otro año más, forzoso, a entregar otra tanta cantidad de salitres en la misma conformidad…”.
Estos mecanismos de presión al trabajo no quedaban ahí. Ante el notario se comprometían, en caso de incumplimiento “con su persona y todos sus bienes, raíces, derechos y acciones habidos y por haber, en grado de sentencia definitiva…”.
¡Qué tal! Esto me hace recordar similares expedientes con los indios guanderos que se presentaban ante la Justicia Mayor pidiéndoles que les redujeran a prisión, antes que cumplir con las obligaciones que les imponían sus patrones.
Otro expediente relacionado con esta fábrica de pólvora tiene como intermediario a don Francisco Solano de Sandoval “principal obligado y cabeza que se constituye en el contrato y obligación” para que se entregue el salitre en la fábrica.
Por parte y cuenta de los siguientes responsables de la villa de Hambato: Manuel de Silva 300 libras, Reimundo Villavicencio 300 libras, Petrona Negrete mujer legítima de Joaquín Quintanilla 250 libras, Mariano Arias 300 libras.
Además, Alexandro Manzano 300 libras, Narciza Bautista 250 libras, Antonio Villavicencio 200 libras, Juan Calero 300 libras, Juan y Eusebio Mora a 200 libras cada uno, Manuel Aldaz 200 libras, Joaquín Quintanilla 150 libras, Alexandra Santacruz mujer repudiada de Pablo Alcocer 225 libras.
También, Vicente Durán 150 libras, y Manuel Villavicencio 200 libras. Todas estas partidas montan 3.225 libras. El precio que le paga a este proveedor es a razón de 1 real 3/8 de precio por cada libra “puestas en mano del enunciado Francisco Solano de Sandoval…Y este se haga cargo y obligue a abastar dicha fábrica con los salitres que abundan en esta jurisdicción”.
El notario aclara que deben completarse 4.525 libras con las 100 que pone don Francisco Solano.
El precio de entrega fue de 1 real ½ por cada libra “pues aunque los subsidiarios se la han de dar a 1/8 menos, es pacto”.
El monto por este negocio llega a 848 pesos 3 ½ reales, cantidad con la que se podía comprar una hacienda del tipo de la época.
En nota adjunta a la firma de la escritura se insiste “se dice y se expresa con el nombre de salitre corriente, es y ha de ser salitre fino…
Es condición que el salitre o salitres ordinarios que beneficiaren de las cabezadas, extraídos los finos, todo el número que laboraren todos de esta clase de ordinarios lo han de dar y entregar a la misma fábrica, y estos se lo han de pagar a razón de 1 real por cada libra.
Sin que en ninguna manera puedan dar otro destino, por la absoluta prohibición que ha de haber de semejante comercio”. Firman ante Joaquín Viteri.
Resulta importante el saber que en la zona de Samanga se montaría una fábrica de pólvora. El interesado en tal propósito es “Don Francisco Solano Sandoval, vecino de esta villa (Hambato) enhacendado en el valle de Samanga”.
Al señor Silva “se le ha propuesto que le venda dicho partido de Samanga para poder labrar en él y la hacienda que posee toda la pólvora que le parezca o pueda beneficiar con franca administración compra o beneficio de los salitres y materiales necesarios.
Bajo la expresa condición de que toda la dicha pólvora que hiciere la han de sacar o para la ciudad de Popayán, para expenderla de si fuera del recinto de la villa de Ibarra, sin internarlo en ella, ni en la ciudad de Quito y asiento de Latacunga y sus distritos; o en la de Guayaquil y su jurisdicción sin poder vender cosa alguna en esta dicha villa.
Lugares que son narrados en mucha o poca cantidad, sobre cuyo pie se han convenido y pactado en conferir la facultad de que pueda labrar dicha pólvora en el expresado valle de Samanga poniendo la oficina y los aperos necesarios para el este efecto…”.
Más adelante el documento señala: “Para el efecto, y mandando sacar los salitres y materiales conducentes…se han ajustado en pagar la cantidad de 250 pesos…por los 5 años de arriendo que tiene hecho el asentista”, cantidad que realmente es mínima.(O)
La pólvora de Latacunga se vende en Popayán
La noticia de que los salitres de Patate, Píllaro y algunas zonas de Ambato iban a dar en la Real Fábrica de Pólvora instalada en Latacunga a cargo de don Francisco Solano de la Sala está en un documento de 1779. Un nuevo expediente relacionado con la industria de la pólvora consta en la notaría de Manuel de Mora que tiene el Archivo de Ambato, fijado con la fecha 21 de octubre de 1773. Aquí “pareció presente Don Joseph de Silva y Mera, vecino de esta villa, arrendador del Real Estanco de Pólvora de este partido. Este señor Silva diremos que tiene bajo su control la distribución de este explosivo en lo que actualmente es la provincia de Tungurahua, y lo ha hecho al asentista general de esta provincia que lo es Don Thomás López Moncayo”. Por mutua conveniencia seguramente encubren el monto al que asciende ese arriendo; solo se limitan a decir “en la cantidad que consta del instrumento del contrato”. . Lo que se asegura don Francisco Solano es de que “se le pague por adelantado 50 pesos por cada uno de 5 años”. Sobre lo que se vuelve a insistir es que solo deben vender la pólvora en los lugares ya mencionados “donde no haya estanco (para evadir el impuesto)… para lo cual se ha de dar pase correspondiente de la cantidad que sacare y su calidad. Con estos antecedentes, Francisco Solano de Sandoval compra Samanga para instalar su fábrica de pólvora y explotar la cantidad que le parezca. Este documento lo firman un 8 de julio de 1773.