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Diego, el primogénito del navegante, fue gobernador de la isla La Española

El hijo de Cristóbal Colón gobernó en América como en una república romana

El hijo de Cristóbal Colón gobernó en América como en una república romana
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María Álvarez de Toledo y Rojas siente que han tañido 23 años de campanazos en su sangre noble. Ahora las gasas de sus velos se hinchan con el viento que sopla desde las Indias.

Hay un temblor de soles salvajes que llegan hasta Cádiz. Ella yergue sus pechos ante la brisa salina y exclama que está dispuesta a desafiar las incertidumbres de su esposo  Diego Colón. Iré a Indias, se desafía.

Le han dicho que en las islas descubiertas por su suegro Don Cristóbal, todas las mujeres habían salido desnudas  a  palpar la barba de sus nuevos dioses cuando estos saltaban de sus carabelas.  

Su flamante marido le ha dicho que tiene cumplidos sus 29 y que  ha heredado los señoríos de indios con islas de oro y mares de  esmeraldas, las encontraron en otros océanos  donde está la isla Kisqueya que ya es La Española.  

Ahora que soy tu esposa, he decidido viajar contigo hasta el fin del mundo, le dice, mientras él se destornilla sus armaduras y se quita ese casco coronado con dos inmensas plumas de avestruz.

No olvides que soy sobrina-nieta del Rey Fernando de Aragón y del Duque de Alba, quien negoció con tu padre mi matrimonio contigo, y evitó que te casaras con una de las hijas de Juan de Guzmán, el Tercer Duque de Medina Sidonia.

¿Pretendes viajar por amor o por sustentar el poder del Rey? Responde su esposo que,  ya sin armadura, se parece a un marido cualquiera. Ahora que soy la nuera del  Primer Virrey de Indias, de Don Christóforo Columbus, he decidido convocar a las mujeres de la corte y a todas las que quieran unirse a mi destino, para viajar al nuevo mundo y saber cómo es que esas mujeres indias reciben a nuestros hombres.

Debemos viajar para descubrir en los deseos, la semilla que llevan los hombres que se vuelven dioses. Ya han pasado dos años de su muerte, y en estos caminos de agua se han borrado sus pisadas de asombro; porque  fue  por 1506 el año en que falleció tu padre, le dice en alta mar, a su importante marido.

Diego Colón ve una procesión de peces gordos enrumbarse por la ruta que abrió su padre para que se precipitaran nuevas embarcaciones.

No te olvides que llevamos la misma sangre, y que somos dos destinos  metidos en los mismos mares, le responde Diego Colón, que enhiesta  su propio mástil como el Segundo Virrey de Indias, por herencia que le corresponde de su padre.

Tampoco olvides que mi padre y mi tío también fueron primos del Rey Fernando por parte de mi madre. Tu padre, Don Hernando de Toledo debe estar satisfecho.

María Álvarez de Toledo llega a La Española en Julio de 1509. Su marido tiene que volver a vestirse cada rato con ropas de metales y forrarse el pecho con sus brillantes armaduras. Conoce otras formas de practicar el amor con esos trajes.

Se pone el casco con dos plumas y aúlla humillaciones a los indios y a los encomenderos. María Álvarez decide que tiene que asumir su rango de Virreina de Indias durante las ausencias de su marido entre 1515 y 1519. Los peores líos que afronta le causan sus encomenderos.

Entre las divagaciones que han aventado los huracanes del Caribe, Diego Colón ha pensado con su noble esposa que Indias, debe ser gobernada bajo dos organizaciones entendidas como repúblicas romanas. Debe haber una república de nobles y otra república de indios.

Pero un día se da cuenta de que a todos los indios distribuidos en el primer reparto de 1505, ya los habían muerto. Hizo un segundo reparto entre sus allegados y demás exterminadores, y cazó más naturales para un tercer reparto en 1514.

Su mujer le advierte que en La Kisqueya y en algunas islas del Caribe ya se han formado los dos primeros bandos políticos: El de los hidalgos y el de los realistas. Los hidalgos son los nobles que se creen intocables por sus derechos de conquista, practicados con licenciosos asesinatos.

Los realistas no creen en la aristocracia, sino en lo que dispone el Rey y la santa religión cristiana,  que se vuelve letra muerta entre analfabetos que leen tan solo las letras de la pólvora; y que es lo que tampoco hacen caso los hidalgos. Los indios van comprendiendo que  Hidalgos y realistas son bastardos  paridos por una sola madre.

María Álvarez, a pesar de las armaduras, ha logrado engendrar siete  hijos con su creyente esposo: Felipa, Luis, María, Juana, Isabel, Cristóbal y Diego Colón Toledo. Está segura que va a tener tantos nietos como nobles perversos necesita el nuevo mundo.

Queda viuda en 1526 y sustituyó la memoria de su marido con muchos emprendimientos. Hay que fomentar la traída de esclavos africanos al Caribe porque los indios están diezmados, piensa, y ella misma se asocia desde 1536 con desalmados traficantes. Un día decide leerles lo que ha escrito adulonamente  Fray Bartolomé de las

Casas sobre su marido:

“Fue persona de gran estatura, como su padre, gentil hombre y los miembros bien proporcionados, el rostro luengo y la cabeza empinada, y que representaba tener persona de señor y de autoridad. Era muy bien acondicionado y de buenas entrañas, más simple que recatado ni malicioso. Medianamente bien hablado, devoto y temeroso de Dios y amigo de religiosos, de los de San Francisco en especial.

Como lo era su padre, aunque ninguno de otra orden se pudiera de él quejar y mucho menos los de Santo Domingo. Temía mucho de errar en la gobernación que tenía a su cargo; encomendábase mucho a Dios, suplicándole lo alumbrase para hacer lo que era obligado”. (O)

La nuera del almirante luchó por las herencias

En 1530 la decidida María Álvarez de Toledo regresa a España para litigar con los burócratas que recelan heredarle  privilegios para los descendientes de su suegro Don Cristóbal. El 28 de enero de 1536, el Consejo de Indias le retira a Diego Colón los diezmos de las tierras de América y el título de Virrey. María consigue una renta vitalicia anual de 500 mil maravedís para sus hijas, y para su hijo menor, el renovado Diego, el hábito de la Orden de Santiago, además de la renta.

Esto le parece muy poco y planificará estratégicas alianzas matrimoniales para sus hijos y descendientes. Cuando se mira en un espejo de cuerpo entero, se da cuenta de que va a cumplir 60 años. Decide volver al mar de los caribes ya casi despoblado de indios. En julio de 1544 llega a La Española con dos bultos de un tesoro inapreciable. Su casa de hacienda  la encontró en ruinas.

Al abrir uno de los bultos, vuelve a la lectura de un papel sellado: 2 de junio de 1537: se le otorga autorización a Luis Colón, hijo de Diego Colón y nieto de Don Cristóbal para que los monjes del monasterio cartujo de Santa María de las Cuevas de Sevilla, le entreguen los restos de ambos Almirantes.

María recuerda el día en que fueron a desenterrar a sus inmortales calaveras. Era como abrir el mar que se había repletado de putrefacciones, de codicias y de sangre. Guardó por poco tiempo entre sus tereques los dos bultos que eran el tesoro con el que retornó de España. (O)

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