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El Telégrafo
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De ese modo nació el centralismo bicéfalo en el ecuador

Después de la gran independencia empezó la ‘guerra criolla’ andina

Héroes independizadores, una vez consolidadas las repúblicas, se convirtieron otra vez en monarquistas. Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
Héroes independizadores, una vez consolidadas las repúblicas, se convirtieron otra vez en monarquistas. Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
23 de noviembre de 2014 - 00:00 - Pedro Reino Garcés, historiador/cronista oficial de Ambato

Después de lograda la independencia latinoamericana, hay que entender que se pasó a un período de ‘guerra civil’ declarada en todas las repúblicas salidas del cascarón monárquico totalitario.

Entiéndase bien la disolución de Colombia constituida (llamada por los historiadores Gran Colombia) con el período de la ‘Patria boba’. Mírese las etapas del limbo argentino. Las tendencias se dan entre centralistas y federalistas.

Volviendo a reflexionar sobre cohesiones, la propia ‘Independencia’ se dio como una guerra civil, puesto que fueron en su mayoría criollos acuartelados quienes defendían el poder monárquico, enfrentándose con otros criollos que maduraron sus intereses políticos como una fruta en cosecha.

No hubo realmente un ‘ejército español’ enfrentándose a un ejército independentista; sino un ejército de soldados criollos, de indianos (hijos de españoles nacidos en América) reclutados bajo las órdenes del esquema realista.

Con pocos peninsulares que pelearon contra otros criollos que aspiraban independencia administrativa para poder hacer lo que hicieron: inventarse repúblicas para gobernar a su entera satisfacción.

La soldadesca era carne de cañón salida y asalariada de la misma entraña popular. Las cúpulas de los mejores soldados, con categoría de héroes, eran como las estrellas de los equipos de fútbol actuales, dispuestos a enfrentarse a un rival, —no a un enemigo ideológico— desde el equipo que mejor les pagaba.

Si se revisa y se saca una tabla con los llamados ‘próceres’ o que tengan el rango de libertadores, nos encontraremos con que, casi todos, han sido catalogados como realistas o monárquicos. Primero lucharon defendiendo la corona española, y luego, ellos mismos se fueron al bando contrario a pelear en contra del yugo español.

La Independencia fue una guerra de calculadores y oportunistas que sin escrúpulos pasaron de un bando a otro con una tranquilidad impresionante. Incluso realizaban entrega de armas, jerarquías y pertrechos.

Y lo que es más espantoso, los mismos héroes independizadores, una vez consolidadas las nuevas repúblicas, cuando fueron apartados del poder, se convirtieron otra vez en monarquistas que querían que sus repúblicas volvieran a depender de sus antiguas metrópolis.

Es lo que ocurrió con Juan José Flores. Esta aseveración da razón a quienes a su tiempo no creían en él y por eso existe la sentencia proverbial: “La historia os juzgará”.

¿Desde qué posición se llega a decir que “las leyes sancionadas en el Congreso General (en Bogotá) eran, en la mayor parte, inadaptables al país y contrarias a su felicidad”? Esta es una apreciación que solo surge en supuestos  ‘entendidos’ o ilustrados en la administración pública, que desde luego aplicaron sus intereses.

¿Quién del pueblo llano ha podido emitir opinión alguna al respecto? ¿Con base en qué consenso se llegó a tal afirmación? Pues la frase solo puede venir de un sector que estaba de acuerdo en la desintegración del supuesto centralismo.

Pero lo que no se dieron cuenta es que armaron, con ese respaldo, el nuevo centralismo que nació bicéfalo en Ecuador, porque los otros interesados eran los guayaquileños, más plutócratas y radicales que los del gamonalismo andino.

¿Qué beneficios inmediatos recibió Ambato con el apoyo a la desmembración de Colombia suscrito por una junta de notables?

Si un elemento como Flores, considerado prócer y aureolado con los inciensos libertarios y respaldado por el propio Bolívar, estaba llamando a formar “una novísima Junta Gubernativa”. La oportunidad tuvieron también quienes conformaban su círculo de privilegiados.

Si vemos la lista de los firmantes, estaban los mismos apellidos de los connotados patriotas ambateños que respaldaron la jornada del 10 de agosto de 1809.

Contrastemos los nombres que según las listas que disponemos históricamente. Rubricaron en el respaldo al ‘adorado monarca’ en 1809 y en 1830 respaldaron la separación de Colombia constituida.

Dice un viejo adagio que la historia siempre la escriben los vencedores. Sus interpretaciones refuerzan y consolidan el poder. Cómo no arrancar este comentario con aquello que dice Pablo Dávalos: “Muchos hechos de los vencidos  subyacen en una dialéctica del olvido”.

Se supone que ahora disfrutamos de una libertad que la consiguieron las élites criollas, en un marco político en el que estaban sus intereses.

Las aristocracias lugareñas hicieron sus revoluciones. Tal el caso de la Revolución Aristócrata de Quito, secundada por sendas Juntas como la de Ambato, que respaldaron lo que había planteado el núcleo político de la Real Audiencia de Quito.

Para asumir el tema de modo sinóptico o en una especie de condensado, diremos que en las provincias centroandinas la década de los 1780 constituye un período de fuertes insurrecciones de los grupos de indios, negros, mulatos y mestizos.

Los que realmente necesitaban desbaratar un sistema opresor manejado por burócratas, funcionarios, beneficiarios e incondicionales del sistema explotador que imprimía el eurocentrismo dominador, monárquico, mercantil  y cristiano.

Si hacemos metáfora con una noción del tiempo, diremos que es una década de tormenta social, de relámpagos y tronidos que sacudían los horizontes en procura de un cambio que fue recibido como mensaje indirecto por las élites que estaban madurándose en procura de asumir por cuenta propia, los beneficios de los que tan solo habían sido intermediarios.

MUJERES INDIAS Y MESTIZAS FUERON GRANDES HEROÍNAS

La historia escrita por los vencedores no incluye las insurrecciones de Guano, Alausí, Quisapincha, Píllaro, Pelileo, Baños, lideradas fundamentalmente por mujeres indígenas y mestizas.

Lucharon directamente en contra del sistema opresor. ¿Quiénes sofocaron estas revueltas y fueron los verdugos que masacraron a cientos de indígenas en campañas llamadas ‘heroicas’? Volvamos a releer los expedientes con los que justificaron sus crímenes, y encontraremos que son los mismos que después se volvieron ‘nuestros’ independizadores.

Agrupados en las llamadas ‘Juntas’ que protagonizaron los sucesos del 10 de Agosto; y posteriormente, son ellos los de los ‘heroísmos’  de 1820 a 1822. Y si algunos de ellos no asoman como protagonistas ni constan como próceres, seguro nos encontramos con su prole.

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