Desde sus ‘trincheras’, Carmen, Esthela y Olga reivindican su rol
Tienen algo en común y es la alegría que acompaña a las cosas que realizan. Son mujeres diferentes, pero con el mismo corazón generoso, que les permite querer a sus familias y también a lo que hacen. Carmen Ubidia, Olga Villegas y Esthela Naranjo marcan diferencias, sin alardes, en medio del machismo o de la violencia.
Carmen entendió -en el trabajo pastoral y voluntario- que la palabra de Cristo se lee, pero sobre todo se practica, y que las mujeres no deben quejarse sino ayudarse. Con ese argumento generó un espacio financiero con rostro social, en donde las mujeres encuentran el respaldo que necesitan para concretar sus iniciativas. Así surgió la cooperativa de ahorro Nueva Esperanza, de la cual hoy es Gerente.
“Hay un despertar de la mujer en el país. Se han creado espacios para salir adelante, pero no por pena ni moda, sino por una lucha constante. Se han roto los paradigmas en temas familiares y empresariales; podemos asumir retos y eso nos hace diferentes”, afirmó Ubidia.
Olga tiene 76 años y trabaja tanto como lo hacía cuando era niña. Sus padres le enseñaron a trabajar con honradez y - casi como cumplir un ritual- cada sábado entrega varios productos en la Feria Ciudadana que se realiza en Riobamba.
También visita las ferias de los cantones Guamote y Colta, los jueves y domingos, respectivamente. Sus harinas de haba, arveja, lenteja y máchica tienen gran demanda.
“Una mujer puede atender un hogar y trabajar. Esta actividad -que heredé de mis padres y abuelos- me permitió educar a siete hijos. Trabajo con mi marido, él me acompaña y es un soporte; nos organizamos para asistir a las ferias”, contó la mujer, quien entre risas recordó que sus padres le obsequiaron 900 sucres cuando se casó con Flavio Morales, en Pelileo.
Esthela es parte del grupo de las primeras chefs panaderas y pasteleras tituladas del centro del país. Su vinculación con este oficio fue producto de una casualidad, pues un día un funcionario del Municipio de Guano le preguntó a qué se dedicaba y él le comentó del proyecto de capacitación. Hoy reconoce que esa charla le cambió la vida.
Semanas después de incorporarse a los talleres, logró que durante una semana se hable de la mujer y su influencia en Guano, un hecho inédito en el cantón que incluyó un minuto cívico, jornadas médicas, foros y una marcha.
“En las clases encontramos otros talentos con mis compañeras y asumimos el compromiso de trabajar juntas. Vivíamos en el mismo sitio, pero no pasábamos del saludo; hoy tenemos el reto de salir adelante, aprovechando nuestras capacidades”, señaló Esthela.
Son rostros diferentes por la edad, pero similares por la eficiencia con que cumplen sus actividades: Carmen entrega créditos de hasta $ 30 mil a un grupo de modistas, sin más garantía que una adjudicación desde el portal de Compras Públicas; Olga, sentada más de 12 horas frente al molino de granos verificando personalmente la calidad del producto que vende; y Esthela, relacionando la experiencia académica con un negocio que aún no tiene, pero solo es cuestión de tiempo.