Centro de Acogimiento de menores necesita mejoras
Al costado izquierdo de la vía entre Baños y Puyo, a escasos 1.000 metros del cantón Mera (sector denominado Mangayacu), se encuentra el Centro de Acogimiento Esperanza Eterna. Ese sitio brinda atención a niñas, niños y jóvenes que tienen dificultades en sus hogares o están en situación de abandono.
El área donde está instalado el centro abarca una extensión de aproximadamente 1.000 metros cuadrados. El lugar es desolado y no cuenta con cerramiento. Existen tres pabellones de dos plantas construidos con madera y techos de zinc. Dichas instalaciones son propiedad de la Iglesia Esperanza Eterna.
Gracias a un convenio entre dicha iglesia evangélica y el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), que inició hace tres años y es renovado cada seis meses, se cumple la atención a niños y niñas desde los 6 años hasta jóvenes de 15 años; muchos de ellos provienen del sector rural.
Una de las menores que vive en el lugar es “Verónica” (13 años), quien llegó al centro hace dos meses desde una de las comunidades del interior de Pastaza. Recuerda que en su hogar su padre no los alimentaba y los maltrataba a ella, su madre y sus tres hermanos. En Puyo fue localizada por personal de la Dirección Nacional de Policía Especializada para niños, niñas y adolescentes (Dinapen) y fue trasladada al lugar.
“Aquí, gracias a las señoritas aprendí muchas cosas; me tratan bien. Ojalá mi padre ya se haya recuperado y no nos maltrate. Creo que ya voy a regresar a mi casa. Estoy agradecida por todo lo que me dieron”, afirmó la pequeña mientras arreglaba y ordenaba sus prendas de vestir.
Igual que ella, el resto de niños cumple distintas tareas. Los más pequeños toman algunos libros para leer, otros ayudan a ordenar la cocina, y otros más realizan juegos y bromean entre sí.
Lidia Bastidas, directora del centro de acogimiento, dio a conocer que desde hace tres años solventan las necesidades de mantenimiento del lugar conjuntamente con el MIES. La entidad estatal aporta con 49 mil dólares y la iglesia con 22 mil dólares por los seis meses que dura el convenio.
Los recursos dijo, son invertidos en la contratación de profesionales psicólogos, abogado, trabajador social, tutores en cada área educativa, promotor externo (quien representa en las instituciones educativas y de salud), personal de limpieza, para la preparación de comida y para la adquisición de los alimentos de los menores de edad.
“Los bloques donde habitan los chicos pertenecieron a extranjeros. Ya necesitan remodelación. Tenemos la necesidad de construir el cerramiento. Solicitamos ayuda a la alcaldesa del cantón Mera, al gobierno provincial de Pastaza y nadie nos ha dado una mano (…). Como no conocen la realidad nos han cerrado las puertas”, dijo la directora.
La creación del espacio obedeció a una necesidad de la provincia indicó, por su parte, Nancy Silva, directora del MIES Pastaza. “Trabajamos para restituir los derechos de los niños y para lograr la reinserción en sus familias. Antes de ello, los tutores les enseñan manualidades y valoran sus destrezas. Si el caso es extremo, se investigan a ciertos hogares y se tramita la adopción”, dijo Silva.
El MIES, a partir de la firma del convenio, invierte 4 dólares al día por niño; entrega a la administración 10 dólares al mes para utensilios de aseo de cada uno de ellos y también aporta para el pago de algunos profesionales.
Amanda Villarroel es la trabajadora social del lugar y quien permanece más tiempo en el centro. Ella describió que la vida de cada niño es diferente y preocupante porque, muchos de ellos, son maltratados inclusive por sus propios padres. Algunos llegan porque son protegidos por la Fiscalía o la Dinapen y su tratamiento es complicado.
Al momento, el lugar de acogida está copado con 25 niños y sus administradores esperan que alguno de ellos sea reinsertado para albergar a otro menor, pues -indican- que a diario, reciben dos solicitudes para un nuevo huésped.
Además de las mejoras de la infraestructura, el espacio requiere implementos para reforzar la educación y apoyar la distracción de los niños, muebles y artículos prioritarios de hogar.