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El Telégrafo
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Ángel Miranda es cronista ferroviario de Cevallos

Ángel Miranda es cronista ferroviario de Cevallos
22 de diciembre de 2013 - 00:00

En la población andina de Cevallos, en Tungurahua, el nombre de Ángel Tobías Miranda Sánchez causa reacciones de aprecio en quienes lo conocen. Miranda es el descendiente de una familia reconocida de la Sierra centro.

A sus 77 años se ha destacado como colaborador y reportero gráfico en 2 diarios nacionales. Además, por su rol de ilustrador, instructor y narrador de la historia de este cantón que fue fundado el 29 de abril de 1892.

Don Ángel, como sus conocidos se refieren a él, reside en una de las casas más antiguas e históricas de la zona. Allí, por ejemplo, funcionó hace 50 años la estación ferroviaria más importante de Tungurahua.  

Ahora, en el primer piso, se instaló un museo particular y la galería que lleva su nombre, donde muestra artículos, artefactos y reliquias precolombinas que fueron recopiladas durante 30 años.

DATOS

Los colores, la altura, el diseño y los olores de la casa antigua, que el 15 de noviembre de 2001 fue nombrada como Patrimonio Cultural, crean un ambiente adecuado para perderse en el tiempo por un momento e imaginar las vivencias de la época dorada del ferrocarril ecuatoriano.
 
Los 3 hijos de Ángel Miranda viven fuera del cantón Cevallos. Este hecho afecta  al escritor, pues cuando alguien pregunta su voz tiembla y sus ojos se humedecen.

Miranda se identifica con el presidente Rafael Correa.  “La similitud de ideas revolucionarias de Alfaro y Correa hacen que los ideales alfaristas no mueran”, dice.
El penetrante chirrido de la puerta principal de ingreso al museo, precede al atento saludo, sonrisa amplia y al fuerte apretón de manos que don Ángel prodiga a sus visitantes.

“Sean bienvenidos al refugio de Eloy Alfaro, casa donde el revolucionario mandatario pernoctó por más de una ocasión”,  es la segunda frase que los turistas escuchan de boca de este historiador, seguida de una extensa explicación de cómo fue construida la estación por Archer Harman, uno de los principales colaboradores de la familia norteamericana con el expresidente  Eloy  Alfaro, por el año 1897.

En medio de vasijas de barro que fueron parte de la cultura Valdivia y una mandíbula de tiburón que cuelga en el frontis del museo, el destacado escritor mantiene una colección de muñecas de trapo que representan a las etnias indígenas locales Pilahuín, Chibuleo, Salasaca, Tomabela y otras.

Es un hombre católico, de fe dirigida hacia la imagen de la virgen María que se encuentra ubicada en un lugar de privilegio en una pared contigua a su cama.

Sus oraciones matutinas y nocturnas llegaron a los oídos de sus cercanos, pues saben que este hombre pide al Todopoderoso por el bienestar y prosperidad de su familia y de su ciudad natal: Cevallos es un cantón con más de 8.000 personas, cuya mayoría (67%) vive en la zona rural y se dedica al agro, la crianza de animales, la conducción de buses y, recientemente, a la elaboración de calzado.

Estudió la primaria en la escuela Federico González Suárez y la secundaria, en el colegio quiteño Agustiniano. Una vez terminada esta etapa y con la instrucción de maestros italianos y españoles, pudo seguir un curso completo de periodismo y emplearse como comunicador social.

Carlos Benítez, uno de sus muchos vecinos y amigos, lo admira por su amplia experiencia como escritor y periodista. “Es un excelente guía turístico, historiador destacado y conocedor de la política, sociedad y cultura de Tungurahua. Por esta razón, con todo cariño se lo conoce como el cronista del tren”.

Este calificativo lo define muy bien, ya que en solo 5 minutos de conversación con él se aprende mucho de la historia ferroviaria en forma dinámica e interesante.

Historias como el brindis de Eloy Alfaro con Harman, los viajes comerciales de la Costa a la Sierra y las características del tren antiguo son algunas de las anécdotas que mantienen a los oyentes con la vista fija y la boca cerrada.

Los primeros pasos como periodista los dio en el desaparecido diario El Tiempo, en Quito. Lo hizo por 12 años. De igual forma, es cofundador del anuario patriótico Cevallos, revista en la que imprimió sus conocimientos de manera extensa y ese será el legado escrito para las nuevas generaciones.

Las visitas a su casa-museo no cesan porque este inmueble se levanta precisamente frente a la estación. Muchas veces él observa a los viajeros desde su ventana. Es como si los estudiara para luego saber exactamente el tipo de anécdotas que les contará.

“Es un privilegio escuchar tantos datos cronológicos y del vivir de antaño, que no se los puede leer en los libros de historia convencional”, manifiesta Jaime Flores, adulto mayor oriundo de Riobamba.

Pese a sus conocimientos, don  Ángel no ha trabajado como docente o historiador en ningún museo del Ecuador, pero las personas lo trata como tal.  

Etelvina Sánchez, de 69 años, también destaca su labor social. “Después del terremoto de 1949, y de una crisis económica y familiar, la madre de Ángel me acogió a mí y a otros niños. Nos dio refugio y alimentó durante los 5 años posteriores a esa desgracia”, contó.

Pese a su edad y a  una trombosis sufrida hace casi 2 meses, don Ángel mantiene una postura firme, la vestimenta elegante y un buen discurso. Estas características permiten que las personas que lo visitan  queden fascinadas por sus explicaciones.

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