Ambato lucha por seguir siendo tierra de trabajo
Según información del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), los niveles de ocupación durante el primer trimestre de este año en la ciudad de Ambato, fueron del 41,08%.
Gonzalo Bonilla, un tornero de 96 años, ha tenido un taller durante los últimos 47 años en las calles Urdaneta y Mera, en el centro de la urbe, y sus empleados son parte de esa estadística.
Por allí han pasado muchos operarios que han aprendido directamente el oficio de él y en la actualidad cuentan con sus propios talleres. De vez en cuando le visitan y comparten sus experiencias, alegrías e incluso penas.
Tiene cuatro hijos y es el orgullo de su hogar, pues sus descendientes le ven como un referente y un ejemplo a seguir. Continúa casado y su esposa tiene 104 años.
Entre fierros de toda clase y olor a estaño fundido, las manos de Gonzalo trabajan todos los días por muchas razones. “El trabajo mantiene viva a las personas, despierta sus sentidos y las mantiene activas. Además, cuando uno está trabajando no tiene tiempo para pensar en vicios ni en cosas negativas, la mente se ocupa el 100% en cumplir con la tarea encomendada”, señaló.
En eso coincide Rodrigo Calderón, quien fue pupilo de Gonzalo y que ahora cuenta con su propio taller en el sector de la Medalla Milagrosa. “Toda mi vida he trabajado duro para mantener a mi familia.
Tuve un gran maestro y aprendí que el trabajo no es una carga, sino más bien una bendición, pues cuando se trabaja, no hay tiempo para pensar en cosas vanas. Desde todo punto de vista el trabajo es algo positivo”.
Manifestó también que conforme los años pasan, la forma de vida ha ido cambiando. “En mis tiempos, los jóvenes estudiábamos solamente la primaria y luego, teníamos que aprender un oficio; así, a los 20 años, una persona que aprendía bien su oficio, ya podía ponerse un taller propio, como fue mi caso”, apuntó el ambateño.
En otro punto de la ciudad, en el pasillo de la Casa del Portal y cuando el reloj marcaba las 06:00, Luis Gonzalo Bayas se apuraba para instalar su puesto. Tiene 25 años como lustrabotas y 74 años de vida. En su casa, es el único sostén para una familia de siete integrantes.
“Cuando era joven, trabajaba de todo, como empleado, albañil, peón, etc. Ahora que ya no puedo trabajar en esas áreas, me dedico a lustrar para mantener a mi familia”, contó. Para Luis, el trabajo “es el esfuerzo que realizamos en la vida para poder mantenernos. Ese esfuerzo nunca es en vano, ya que a más de traer pan a la mesa, trae satisfacción al espíritu”, dijo.
Pero no todos cuentan con esa satisfacción, pues en Ambato hay una tasa de desempleo del 4,34% según el propio INEC.
Parte de esa estadística es Manuel Chicaiza, quien vive en Izamba, es padre de cuatro hijos menores y se encuentra desempleado.
“He venido durante los últimos cinco meses a estas calles (Juan Benigno Vela y Espejo) con la esperanza de que alguien me contrate de lo que sea”, contó.
Veinte pasos más adelante, en la misma calle, había otra persona que con una maleta en su mano derecha se mostraba atento a cada auto que se detenía, con el anhelo de un contrato. “Antes era una esperanza irse a España para trabajar; ahora, la gente vuelve desde allá para buscar trabajo aquí.
Pero los que no hemos podido estudiar, no tenemos suerte para encontrar trabajo. Yo vengo desde tempranito y espero que la madrugada dé resultado, pues tengo tres bocas en casa que mantener”, afirmó Héctor Maliza, desempleado desde hace dos años y esposo de una migrante que retornó de España.
Para Héctor, el trabajo “es una necesidad primordial y una cuestión de suerte, ya que hay gente que no ha estudiado y tiene buenos empleos, mientras otros estamos sin tener cómo mantenernos”, afirmó.
Luis, Héctor, Gonzalo y Rodrigo ven en el trabajo la opción de poder mantener a sus hogares, aunque para algunos es un derecho más cierto que para otros.