Adolescentes buscan tonos rosas y claros
En el último lustro, en los barrios La Estación y San Felipe, en Latacunga, se abrieron 7 locales de ropa para mujeres indígenas. Allí se venden chalinas, faldas de gamuza, blusas de seda y sombreros. La moda tocó la puerta y las vestimentas ancestrales cambiaron según las tendencias.
Rosario Chiliquinga, de 72 años, oriunda de la parroquia Guangaje (Pujilí), recordó que los anacos que se utilizaban antes eran gruesos y de lana, y tenían la función de cubrir las piernas del intenso frío del páramo. “Ahora las jóvenes usan anacos de seda y materiales finos”, dijo.
Además, se dejó de lado la utilización de enaguas, que se llevaban debajo del anaco. Según Chiliquinga, hoy solo las mujeres mayores de 40 años las utilizan.
De Perú, Bolivia y EE.UU. llegan los distintos modelos de faldas que cuestan entre $ 10 y $ 60. Todo depende de la calidad del material. Las importadas, desde Bolivia, cuestan entre $ 80 y $ 90.
Según Elsa Umaginga, propietaria de un local en el barrio La Estación, los colores preferidos por las jóvenes que trabajan en la ciudad son sobrios en tonos azules, negros, plomos y morados.
Las adolescentes prefieren los rosados, amarillos y blancos. Mientras que las mujeres maduras gustan de los tradicionales verdes, cafés y rojos.
La comerciante nativa de la parroquia Zumbahua reconoce que la tendencia en los atuendos indígenas se volvió un tanto ‘atrevida’ en los últimos 10 años porque el fenómeno migratorio se masificó.
Las faldas ahora se emplean por encima de las rodillas y las chalinas son de telas finas en colores vivos, mientras que las alpargatas se sustituyeron por zapatos de tacón. “Antes era impensable que nosotras usáramos tacos, ahora es un requerimiento en nuestro ajuar”, dijo.
La nueva integrante del ropero es la cartera, que sustituye a la tradicional shigra de lana que se colgaba como bolso. Ellas prefieren la cartera porque es sofisticada, cómoda y los colores se pueden combinar con la ropa que usan.
Gracias a estas tendencias, Celinda Ugsha, propietaria de una tienda de ropa que se instaló hace apenas 2 meses en San Felipe, considera que es un negocio rentable.
De 20 a 30 clientas van a su almacén de lunes a viernes, mientras que los sábados se duplica.