289 familias en Penipe se informan del volcán
Los 15 años de actividad del coloso han minado parte del ánimo de las personas que viven a su alrededor en la provincia de Chimborazo.
Si bien la construcción del reasentamiento en Penipe les ayudó a vivir lejos del peligro, las secuelas psicológicas no han sido superadas por algunos de los desplazados.
Mariana Ramírez, de 80 años, todavía recuerda la primera vez que tuvo que abandonar su hogar en Palictahua. Lo hizo sin poder contener las lágrimas y aún entrecruza sus manos cuando relata cómo las piedras incandescentes rodaban por los flancos del coloso hacia las quebradas.
“Temblaba mucho y en ese tiempo tenía 65 años y podía valerme por mí misma. Los militares ingresaron en el pueblo y nos pidieron que saliéramos. No tuvimos opción y buscamos refugio” afirma.
Las primeras noches las pasó en casas de familiares y en refugios ocasionales. En una de las reactivaciones, una gran explosión la asustó más de la cuenta y cuando trató de correr se tropezó y se lesionó una pierna. Ahora se ayuda de un bastón para caminar.
Como ella, cientos de familias fueron desarraigados de sus propiedades y los hogares rurales, por lo menos hasta que mermara el peligro. En 2007, el Gobierno a través del Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi) construyó 187 casas en el sector La Candelaria del cantón Penipe.
Las edificaciones blancas cuentan con una sala comedor, tres dormitorios y un baño. Los pisos de ingreso son de baldosa y en los dormitorios, de parqué.
Johnson Barriga, presidente de este conjunto habitacional, asegura que este lugar cobra vida en la tarde y noche. “Con el anochecer retornan los hombres que cultivan sus tierras en Palictahua, Bilbao, Puela, Choglontus, Manzano, entre otros. Los jóvenes estudian y en las mañanas solo se quedan los niños pequeños y los adultos mayores”, dice Barriga.
En las noches se arremolinan en las esquinas para conversar de dos temas principales: las labores agrícolas y negocios y la situación del volcán Tungurahua que volvió a reactivarse el 1 de febrero.
“Hablar entre nosotros nos hace bien. Es una forma para descargarnos emocionalmente. Platicamos de la situación de los cultivos y de las viviendas que se quedaron en los campos a merced del volcán activo, las explosiones y la ceniza”, manifiesta Lorena Loaiza.
Las condiciones de vida en el reasentamiento son dignas, según los habitantes. Cuentan con los servicios básicos: agua potable, luz eléctrica, alcantarillado y seguridad. Algunas casas tienen jardines decorados con flores naturales, mientras otras exhiben pequeños cultivos de sus zonas rurales.
Hay incluso acceso a la tecnología con las antenas de televisión satelital de la Corporación Nacional de Telecomunicaciones (CNT) y centros de internet.
La seguridad del reasentamiento está a cargo de los mismos moradores. Ellos organizan rondas, mientras los demás regresan al campo. Mariana Sánchez regresa a diario a sus terrenos para cuidar sus sembríos ubicados en Puela y vuelve a dormir en Penipe.
“Estoy tan agradecida por tener un sitio al cual volver. A la vez, me da mucha pena ver cómo el trabajo de una vida se tiene que dejar, pero la integridad vale más. Acá también nos cae ceniza de vez en cuando, pero estamos en una zona segura”, explica Sánchez.
A pocos metros del lugar se encuentra el reasentamiento El Samaritano, según sus habitantes, un convenio entre la Municipalidad con instituciones extranjeras permitió la construcción de 102 casas para que vivan grupos familiares que habitan cerca al macizo.
Blanca Machado, su esposo e hijo tuvieron que abandonar su casa en el Manzano. “Es triste dejar todo, pero cuando vemos que el volcán continúa activo nos sentimos felices de estar aquí. Creo que todo tiene un sacrificio. Es doloroso resignarse a quizás nunca regresar con seguridad a nuestras tierras”.
En Chimborazo hay otros reasentamientos en el cantón Guano y Pallatanga. Las instituciones gubernamentales intentan que esos sitios no sean subutilizados.
Hermuy Calle, gobernador, explica que trabajan en una investigación para saber el uso real de las viviendas de los reasentamientos. “Al momento tenemos ocho personas que necesitan una casa en esos sitios, dice Calle.