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120 yachacs practican medicina primaria en zona rural de Cotopaxi

120 yachacs practican medicina primaria en zona  rural de Cotopaxi
10 de noviembre de 2013 - 00:00

Heriberto Tercero es uno de los curanderos o yachacs  más reconocidos en la comunidad Papahurco,  parroquia Panzaleo, en Cotopaxi.

Ha dedicado 50 de sus 62 años a la práctica de los saberes ancestrales indígenas, dirigidos a la sanación mediante el uso de yerbas de la zona y rituales transmitidos por sus antepasados.

Datos del Ministerio de Salud Pública (MSP) aseguran que el 50% de practicantes de medicina ancestral se encuentran distribuidos en el cantón Salcedo en dos agrupaciones importantes.

La primera es la Asociación de Yachacs de Salcedo y la otra, la Asociación de Yerbateros. Ambas cuentan con alrededor de 120 integrantes que practican la medicina primaria regulada por la cartera de Estado.

Tercero pertenece a la primera de estas conformada por 42 conocedores de la medicina ancestral. Todos cuentan con permisos otorgados por el ministerio y para probarlo exhiben una credencial.

Además, los socios asisten regularmente a capacitaciones para diagnosticar mejor, pero no tienen permiso para extender recetas que no se refieran a la utilización de ingredientes que crezcan en la naturaleza andina.

Sus clientes más comunes acuden a estos consultorios para hacerse atender por dolencias que en la cotidianidad popular se denominan como  mal de ojo, mal aire, viento malo, sustos, limpias, malas energías, entre otros.

Heriberto para diagnosticar confía en el conocimiento que aprendió desde niño con sus abuelos.

Además, “tiene fe en la Madre Tierra y en sus cuatro elementos principales que son el agua, fuego, aire y tierra”.

Las yerbas medicinales son la farmacia verde de los yachacs de estas asociaciones.

Una botica sin costos y que hasta cierto punto están a la mano, lo cual permite el libre acceso a la población con bajos recursos económicos y que no puede recibir los servicios regulares de salud ofertados por el Estado.

Sauco, ortiga, marco, santa maría, caballo chupa, ruda, rosas, claveles, entre otras plantas nativas se utilizan  para realizar las limpias, cuyo costo por persona no supera los cuatro dólares.

Estas prácticas no solo se supeditan a Cotopaxi, también las hay en Tungurahua, Chimborazo, Pichincha, Azuay, Imbabura (Ilumán), la Amazonía, etc.

“Cuando una persona presenta dolencias del cuerpo es necesario que se realice una  limpia con cuy. Esta consiste en recorrer el cuerpo del paciente con un animal vivo. Para nosotros es el equivalente a una radiografía. Después, lo abrimos  y detectamos la  enfermedad”. explica Tercero.

Este servicio cuesta cinco dólares. A su local llegan a diario de  30 a 60 personas. La mayoría son de la zona rural de Salcedo.

El consultorio es más bien modesto. Es un cuarto casi en la penumbra con paredes de bloque enlucido. Tercero tampoco utiliza vestimentas extrañas: un sombrero de copa alta, una camiseta y un pantalón de gabarnina constituyen su traje para dar atención.

Al sitio también concurren  mestizos  desde varias ciudades del país como Guayaquil, Quito, e incluso de Europa y los Estados Unidos.

“Recuerdo que una vez vino una gringa para practicarse una limpia. A pesar de que no nos entendíamos aceptó los ritutales y al final se fue satisfecha”, dijo.   

Delia Rubio, oriunda de Latacunga, asegura haber asistido en dos ocasiones a un yachac para que le hagan una limpia energética.

“Me gusta el contacto con lo natural, con las plantas y  los conocimientos ancestrales que tienen estas personas. Eso sí, siempre busco a quienes estén calificadas”.

Sin embargo, los yachacs agremiados reconocen que estas prácticas también incluyen riesgos para los pacientes, si acuden a gente que no domine el oficio.  “Si nos damos cuenta que el enfermo requiere de un especialista, lo enviamos a una casa de salud”, refiere Tercero, pues esto es parte del trabajo coordinado que desarrollan con el ministerio.

La comisaria de Salcedo, Alba Benavides, asegura que hacen controles permanentes a los locales de  los yachacs para verificar sus permisos e impedir que receten.

Gracias a esto, los 120  practicantes de la medicina ancestral en Cotopaxi son un  vínculo entre las comunas y los profesionales de la medicina científica.

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