Estropeado de dorado
- 4 filetes de dorado
- 2 tomates pelados y picados
- ½ taza de sal prieta
- 1 cucharita de cilantro picado finamente
- 2 cucharas de manteca de cerdo con achote
- 2 aguacates cortados en mitades
- 1 taza de harina
- ½ taza de aceite para freír
- 1 cebolla paiteña cortada en juliana fina
- ½ taza de leche
- 4 verdes pelados y lavados
- 4 porciones de arroz
- 1 cuchara de ajo molido
- Sal pimienta y comino al gusto
- Sazone el pescado con el ajo, cilantro, sal pimienta y comino, deje en reposo unos 10 minutos y reserve.
- Ponga una sartén al fuego con la manteca deje que se caliente, pase los filetes por harina, y proceda a dorar por ambos lados; adicione el tomate y la cebolla, deje que se liguen los sabores hasta que se forme una salsa.
- Pele el verde lávelo y sazone con sal y pimienta, pinte con una brocha o con una cebolla utilizando manteca de color, envuelva en una hoja de plátano o papel aluminio y deposite en el fogón o dentro de la ceniza, introduzca en el horno a fuego moderado, hasta que esté perfectamente asado.
- Licue el maní con la leche y la sal prieta, luego agregue a la preparación del pescado, adicione el cilantro y rectifique con sal y pimienta.
- Sirva el plato colocando decorativamente el pescado acompañado de los verdes en las hojas, el aguacate y el arroz.
- Si desea puede reemplazar la manteca con achote, o utilice mantequilla mezclada con ajo molido y albahaca fresca picada.
- La cocina ancestral de la costa manabita, siempre ha estado amparada por los secretos de la abuela y en los recipientes de barro que son los que ayudan a reforzar los sabores.
- Una buena opción para ampliar la gama de sabores es utilizando camarones en reemplazo del pescado.
No es difícil ver en los mercados de la costa ecuatoriana a los jefes del hogar, con una canasta haciendo las compras y solicitando el mejor producto para llevar a su casa y lucirse elaborando las nuevas recetas que están experimentando para ofrecer a la familia y amigos.
Chinto Olvera como le llamábamos a Jacinto, era un hombre alegre, dicharachero y divertido y por sobre todas las cosas muy amante de la cocina y del cocolón mezclado con guisos o mariscos fritos.
Un día nos pidió que le regalemos un pedazo de papel de aluminio, le preguntamos ¿para qué?
Y nos contestó para hacerles probar los manjares manabitas que se van a llevar al cielo para venderle a Jesús, gustosos le dimos dinero y le acompañamos hasta su casa; en el trayecto nos pidió dinero para hacer las compras y darnos de comer, pero nos aclaró: “yo preparo pero ustedes ponen la plata, porque el muerto y las lágrimas no puedo poner yo solo.
A este plato le bautizamos los amigos como “el estropeado de dorado” porque cuando ya estuvo frito el pescado y creímos que nos iba a servir, le agrego cebolla, tomate y agua, para hacer alcanzar para los amigos que acababan de llegar, que creo eran seis o siete; por lo que el amigo más callado que casi nunca hablaba dijo “tan rico que parecía estar ya le estropeaste”, esto dio origen a que el plato se lo llame “El estropeado de dorado….”
La cantidad de sal que se utiliza para preparar un litro de sopa es de 10 gr. Lo que quiere decir que cada comensal consume 2,5 r.
Recuerde que si desea tener mejores sopas con un sabor excelente, se debe en primer lugar sazonar la carne, luego sellarla y agregar a la sopa, para que aporte el sabor de la carne y sus aliños; a más de eso debe poner la sartén a fuego alto y cuando esté muy caliente, agregue una cantidad mínima de agua, frote con una espátula hasta que se disuelvan los jugos de la carne y agregue a la sopa, esto le ayudará a mejorar el color y sabor de la elaboración. Con esta técnica nunca más usará sabores químicos ni cubitos de pollo o carne.
Si la salsa del guiso o estofado está muy ácida, solo necesita adicionar una cucharita de azúcar o panela para que desaparezca la acides.
Hoy vamos a conocer la biografía de escultor Luis Alfonso Rubio Portilla, nacido en Quito en 1930 en el barrio de San Marcos. Estamos deseosos por conocer varios entre telones de la vida del gran maestro quiteño, quien fue considerado como el último Caspicara, por los especialistas en el arte Quiteño.
Fue tallador, encarnador, pintor, restaurador y escultor; sus manos intervinieron en La Compañía, La Catedral, El Quinche y sus obras hasta ahora están en varias iglesias del país, así como en Colombia y en algunas sedes del Opus Dei en el mundo.
Su centro de actividades fue inspiración mágica y divina se encontraba ubicado en la calle Sabanilla, al norte de Quito, donde siempre relataba algo del pasado y en uno de sus últimos relatos supo decirnos: “señalando a un recipiente cercano dijo “ahí están 22 libras de albayalde, hace una pausa, toma aire y dice: “ que cuando ese material se acabe, también su vida terminará….”
El maestro Alfonso Rubio ya estaba con algunos calendarios a su haber y la dolencia en su rodilla izquierda le dificultaba ejecutar obras de gran magnitud, y nos volvió a referir: “es muy difícil cuando uno cuenta con mas de ocho décadas de edad, tratar de trabajar, los dolores detienen toda inspiración nacida y nos queda solo el recuerdo y la entrega que cada uno de nosotros entregamos cuando el cuerpo responde……”
Era devoto de la Virgen Dolorosa y solía ríese cuando recordaba que rompió, frente a Benjamín Carrión, un diploma que la Casa de la Cultura Ecuatoriana, le otorgó a través del afamado escritor, que fue quien puso sus mejores letras en favor del homenajeado.
En su santuario, repleto de piezas sin terminar, siempre aplicó una técnica de hace 300 años y que consistía en introducirse en su boca una pálida vejiga de borrego para bruñir en un Cristo el encarnado, y el color porcelanizado de la piel, conservando la tradición quiteña, que se aplicaba en la antigüedad para sorprender con sus acabados.