Vladimir perdió más de $ 20.000 por los saqueos
Con la mente y el corazón en su familia, motor que -asegura- lo ayuda a seguir adelante, Vladimir Viteri regresó el pasado miércoles al local, donde, en los últimos cuatro años, funcionó su negocio.
Viteri abrió el restaurante luego de su regreso de España, país en el que residió 14 años como migrante.
El miércoles no llegó con las compras para la venta del día o atender a su clientela. En esta ocasión lo hizo para limpiar y levantar los escombros.
En la jornada trató de rescatar algo de lo que le dejaron quienes, durante las protestas, saquearon “El fogón quiteño”, ubicado en la esquina de Clemente Ponce y avenida 6 de Diciembre, junto a la Contraloría General del Estado, en el centro-norte de la capital.
Esta zona fue el epicentro de las manifestaciones que enfrentó el país, y especialmente la capital, en la primera quincena de octubre.
Cuenta que de su mente no se borrará la llamada telefónica del sábado 13 de octubre, cuando una persona que vive cerca del restaurante le dijo: “¡Vecino! ¡Se metieron en su local, le están robando!”. Luego de superar la incredulidad -propia de quien recibe una mala noticia- tomó su auto y sorteó los obstáculos en las vías para llegar hasta el parque El Ejido.
Trató de detener a los manifestantes, les gritó que se trataba de propiedad privada y de inmediato fue arrinconado; ahí, junto a su restaurante, lo golpearon mientras le gritaban “¡Dale, dale al policía!”, “cerdo asesino”, incluso amenazaron con quemarlo y pedían a gritos gasolina para prenderle fuego.
Al mirar los vidrios rotos, recuerda que alcanzó a cubrirse la cabeza con las manos y lo siguiente que supo fue que un par de mujeres lo defendieron, a costa de varios golpes que recibieron.
Con la adrenalina al tope, luego de su rescate, con una camiseta se cubrió el rostro, para no ser agredido nuevamente y evitar el humo de las bombas lacrimógenas. Subió otra vez al local que fue su sustento y el de sus cuatro empleados durante los últimos años, solo para ver -impotente- cómo a través de las ventanas rotas, sacaban electrodomésticos, enseres, víveres, lo que no podían llevarse, destrozaban.
Por un momento pensó en gritarles que se detuvieran, que destruían el sustento de su familia, pero no pudo, quizá si lo hacía no hubiera salido con vida, lo único que pudo fue salir, llegar al parque y llorar.
Mientras sigue levantando los escombros recuerda que el último día que atendió de forma regular a sus comensales fue el viernes, sin imaginar lo que podría ocurrir, en unas protestas tan violentas como ninguna que haya vivido en sus 43 años.
Los empleados de su local, su esposa y él, con mirada triste y todavía incrédulos, siguen con la limpieza, recogen pedazos de las mesas, de las sillas, encuentran heces humanas bajo unos manteles. Los intrusos no respetaron absolutamente nada.
Pese a las pérdidas que contabilizan $ 20.000 y no haber tenido ingresos durante una semana, Vladimir y su familia no se dejan vencer por la adversidad.
Ya tienen una estrategia para empezar a recuperarse: ofrecerán por redes sociales -en especial por su cuenta de Facebook El Fogón Quiteño- almuerzos y otros platos para llevar a domicilio, mientras reconstruyen su local y abren nuevamente sus puertas.
Viteri sabe que ahora, al ser elegido presidente del barrio, deberá velar por el bienestar de todos y tiene claro su primer objetivo.
Mientras sigue recogiendo lo que quedó de su negocio ya tiene en lista lo primero que necesitan, una unidad de policía comunitaria para cubrir las necesidades más urgentes de seguridad.
Seguridad no solo para momentos de violencia, sino en general para proteger a los comerciantes y consumidores de la zona. (I)