Una casa abierta llena de esperanza
Corte y confección, carpintería, panadería y pastelería son los talleres de profesionalización a los que asisten 60 jóvenes y adolescentes en la fundación Sol de Primavera. Hoy, en las instalaciones de la institución, los estudiantes expusieron todo lo aprendido y mostraron su entusiasmo de luchar por un futuro mejor.
Anita Yumisaca, de 14 años, llegó a la fundación hace 2 años, en octubre ya se graduará en corte y confección. La joven, que solo terminó sus estudios escolares, comenta que la fundación le dio la oportunidad de cambiar su realidad, dejó de trabajar junto a sus padres y hoy estudia para ponerse su propio taller.
El mismo objetivo tienen los estudiantes de carpintería y panadería y pastelería. Según Carmen Barros, directora de la institución, alrededor del 25% de los jóvenes que reciben apoyo en salud, nutrición, educación y ayuda psicológica, han cambiado su vida. El año anterior 23 chicos se graduaron y en su mayoría ya tienen trabajo.
La fundación da atención directa a 100 jóvenes que se encontraban en situación de riesgo. Además, trabaja con cerca de 70 niños, adolescentes y jóvenes en diferentes barrios, previniendo actitudes violentas.
“Desde que la fundación empezó hace 19 años, alrededor de 600 chicos están con otra situación de vida. Los jóvenes que estaban excluidos pueden salir adelante construyendo su vida y siendo generadores de esperanza”, comenta Barros.
Para Verónica Moya, de Compina y una de las espectadoras, esta casa abierta permite acercar a la ciudadanía a una realidad que no todos conocen. “Yo veo que no solo se trata de darles de comer y educarlos, sino de darles un proyecto de vida seguro”, comenta.
La fundación busca la inserción social y laboral de jóvenes en situación de riesgo enseñándoles diferentes oficios y dándoles apoyo psicológico. Además, les otorgan nivelación compensatoria a aquellos que tienen rezagos educativos, así logran terminar sus estudios escolares. (I)