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Ser sastre es una vocación que se lleva muy adentro

A pesar de la llegada de la industria de la confección en cadena, todavía es posibles observar en los barrios a los emblemáticos y tradicionales sastres. Foto: Archivo / El Telégrafo
A pesar de la llegada de la industria de la confección en cadena, todavía es posibles observar en los barrios a los emblemáticos y tradicionales sastres. Foto: Archivo / El Telégrafo
01 de febrero de 2015 - 00:00 - Karen Llumigusin. Colegio Simón Bolívar

En el centro, norte y sur de Quito, es común observar todavía a personas que tijeras, aguja e hilo en manos, conservan el tradicional oficio de sastre.

Para conocer cómo se desarrolla la vida de las personas que cosen sueños, entrevistamos a uno de ellos. Su nombre es Rafael Tene y lleva 30 años haciendo y arreglando ropa para la gente.

Tene nos contó que eligió cómo se ganaría la vida cuando estaba en la adolescencia.

Según nuestro sastre, su trabajo tiene su lado bonito, pero también complicado, pero que el gusto por lo que hace vence todo.

Una de las anécdotas que más recuerda de su carrera ocurrió un día que por estar distraído quemó la prenda de un cliente.
Dice que esa persona no se dio cuenta de lo que había pasado porque él repuso la prenda.

Entre las instituciones con las que ha colaborado con su trabajo están la Policía Nacional y la cooperativa de ahorro y crédito de esa misma institución.

A pesar del tiempo y las dificultades, el sastre planea seguir ejerciendo su labor día a día hasta que tenga fuerzas para hacerlo o hasta que tenga vida.

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