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San Juan, el eterno mirador de los habitantes de la capital

El sector tiene un vista privilegiada de la ciudad. La altura a la que está ubicada la zona fue un problema en los inicios, pero con el paso del tiempo y el desarrollo hoy “está cerca de todo”, dicen sus vecinos. Foto: Jhon Guevara/El Teélgrafo
El sector tiene un vista privilegiada de la ciudad. La altura a la que está ubicada la zona fue un problema en los inicios, pero con el paso del tiempo y el desarrollo hoy “está cerca de todo”, dicen sus vecinos. Foto: Jhon Guevara/El Teélgrafo
01 de junio de 2014 - 00:00 - Redacción Quito

Sobre un colchón de empinadas calles se levanta el sector de San Juan, mejor conocido por los capitalinos como el ‘Balcón quiteño’. Lo llenan casas antiguas y modernas de vivos colores.

Datos del Municipio señalan que en tiempos prehispánicos, en la loma de San Juan había templos construidos por los incas; el más relevante era uno dedicado a la luna, una deidad en aquella época.
La zona se encuentra ubicada en el centro-occidente de la ciudad. Limita una parte con el Centro Histórico, otra con el bosque ecológico Mirador y está conformada por 3 barrios: La Independencia, La Chilena y San Juan.

Geográficamente se halla sobre la Loma de San Juan,  conocida por los indígenas como Hunacauri.  
El éxodo de las familias pudientes del Centro Histórico hacia el norte de la ciudad también causó efectos sobre ese sector, a inicios del siglo XX. En un principio, la parte occidental de San Juan le perteneció a la familia Rojas.

Este sector nace oficialmente en 1930, poblado por familias de obreros y migrantes provenientes, sobre todo, del sur del país. En el caso de los obreros y artesanos, se trataba de personas que también habían abandonado el casco colonial con el fin de obtener un predio. Las casas más antiguas de San Juan se caracterizan por ser de un solo piso, sus paredes son de ladrillo y su techo de teja.

A inicios de los años treinta, los moradores instalaron hornos de ladrillo para proveer de este material a los vecinos del sector; dichos hornos se localizaban mayoritariamente en las calles Canadá, Montevideo, Carchi y Riofrío.

El desarrollo y consecuente crecimiento poblacional de la zona generó el relleno de las quebradas que actualmente son calles como la Nicaragua, Matovelle, Montevideo, San Juan, etc.

“Mis papás estuvieron entre los fundadores del barrio. Recuerdo que de niña todos los vecinos hacíamos mingas para abrir caminos, pues todo era de tierra y había quebradas. También recuerdo el bosque, que llegaba hasta abajo. La mayoría de terrenos tenía sembríos de maíz, trigo,  papa y sambos. Fueron lindas épocas y San Juan siempre fue un lugar hermoso para ver la ciudad”, comentó Ana Salazar (85 años).

Sus vecinos lo consideran todavía un barrio tranquilo, que guarda mucho del Quito tradicional. Por ello, no es extraño observar en sus calles a niños jugando despreocupadamente, a mujeres conversando en los umbrales de sus casas o vecinos trabajando en talleres, sobre todo, de carpintería, herrería, costura y zapatería.

“Este trabajo (herrero) lo realizo desde hace más de 10 años. Vivo en la casa de mis padres, quienes ya fallecieron. Esta casa tiene como mínimo 100 años. Yo quiero preservarla, pues aquí pasé los días más lindos de mi vida, los de mi niñez”, afirmó Daniel Naranjo (60) sobre su vivienda.

Naranjo añadió que recuerda que las calles de la zona eran de tierra, con bosques que rodeaban el lugar. Señaló que de niño jugaba sin problema en esas calles con sus amigos a los huevos del gato (una actividad muy parecida a las canicas), tillos, el burrito de San Andrés y los botones.

A partir de la década de los cincuenta, la población de San Juan recibió el beneficio de obras como la pavimentación de las vías principales, la presencia de la primera línea de buses (entonces de madera), que hacían recorridos desde la plaza Victoria (en el sector de San Diego), hasta la calle Carchi.

La organización barrial fue fundamental para alcanzar el desarrollo de la zona, a partir de los años setenta. En aquel período se creó varios comités de vecinos para exigir más obras a la Alcaldía, pues eran necesarios el agua, alcantarillado, electricidad, etc.

“Antes, los vecinos de San Juan no teníamos agua. Recuerdo que teníamos que ir hasta  las lavanderías de La Chilena, para obtenerla”, afirmó María Flores (62).

Parte de la historia de San Juan pasa también por su gastronomía, pues para la mayoría de quiteños  son conocidos los populares motes y las quesadillas de San Juan.

Sobre el origen de los motes, Ana Lucia Salazar comentó que este tradicional plato era preparado por las familias de escasos recursos y que en las tardes era común observar los canastos llenos del producto en las veredas y portones de las viviendas, listos para sus venta.

Las quesadillas son otra parte de la tradición, pero no solo de la zona, sino de la ciudad.
En el caso de San Juan, la familia Cobo hornea las quesadillas  desde hace 78 años, cuando en 1935 Juan Cobo inició lo que hoy es toda una industria, primero en La Ronda y luego en la esquina de las calles Carchi y Cuenca.

Varios vecinos de San Juan comentaron que el barrio ha cambiado, que varias casas fueron vendidas y nuevos moradores llegaron al barrio; pero que a pesar de ello, sigue siendo un lugar bonito para vivir, según dijo Silvia González.

“Vivó aquí desde que era una niña. A este barrio no lo cambiaría por nada. Creo que los demás quiteños deben envidiar a los sanjuaneños porque solo nosotros tenemos esta vista de la ciudad todos los días”, comentó González.

Entre las razones para visitar San Juan está el que parte de la historia de la ciudad se escribió desde sus altas calles. Así, se cree que en esa zona vivió Miguel de Santiago, uno de los mayores exponentes del movimiento artístico Escuela Quiteña. Y en  la época republicnaa nació en el lugar el pintor Luis Cadena. En épocas más recientes, en el lugar nació el escultor Antonio Yépez.

Tradiciones que aún se preservan en San Juan son las fiestas de la Virgen del Quinche y de San Juan. En esas épocas, los moradores preparan comparsas, bailes y juegos pirotécnicos.

Aunque algunos habitantes dijeron que la situación, incluso en ese aspecto no es la misma. Pero a pesar de ello, la mayoría sigue apuntando a la organización comunitaria como eje del desarrollo.

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