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Recordando un primer día en las aulas y patios del ‘Patrón Mejía’

El popular y tradicional colegio quiteño lleva forjando a generaciones de jóvenes desde hace más de 100 años. Foto: Archivo/ El Telégrafo
El popular y tradicional colegio quiteño lleva forjando a generaciones de jóvenes desde hace más de 100 años. Foto: Archivo/ El Telégrafo
26 de octubre de 2014 - 00:00 - Diego Andrade

Con el fin de la madrugada, el frío propio de las mañanas quiteñas se hacía presente en la ciudad. No había nada extraño en el ambiente excepto para quienes ese lunes íbamos a empezar nuestra historia en el ‘Patrón Mejía’.

Todos sabíamos que ese mismo día, en nuestros corazones quedaría firmado el contrato que nos convertiría en ‘mejías’ para toda la vida.

Esa mañana en mi casa, se respiraba un aire distinto. Todos me veían de manera diferente; en sus ojos aparecía el brillo propio del orgullo que sienten los padres al ver a sus hijos crecer y ver como sus alas se abren mientras siguen su camino.

Yo estaba ansioso y un poco nervioso, porque al fin viviría y vería con mis propios ojos lo que ya muchas veces mi papá me había contado sobre el ‘coloso de la Vargas’.

“Las 3 cuadras de colegio que tenemos, no es lo que le hace grande al Mejía, sino la calidad de los maestros y la conciencia social que adoptas al conocer a tantas personas, te transformará sin duda al nivel más alto que el ser humano puede alcanzar”, me decía mi padre.

Mi viejo tenía mucha razón, pero en ese instante de mi vida no comprendía muy bien a lo que se refería.
En la puerta del edificio central pude ver que yo no era el único que tenía en la cara ese grupo de sensaciones extrañas del primer día.

Más de uno lloró y más de uno no olvidará el instante en el que pasó por la puerta verde mientras Don Valverde sonreía y veía cómo una generación más de ‘cachorros’ se unía al Mejía.

Una a una hablaban las autoridades, mas nadie les hacía caso; todos estábamos volando muy alto.
Pero esto cambió cuando por los parlantes empezó a sonar el himno del Colegio. Y aunque muchos nos lo sabíamos a medias, era imposible no llenarse el pecho de orgullo escuchando cómo un mar de jóvenes se unían en una sola voz diciendo “¡Toda la vida por el Mejía!”. En mi vida serán pocos los días que no olvidaré pero, sin duda, el de mi ingreso al plantel será uno de ellos.

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