Las plazas aún constituyen el eje de la vida en el Centro Histórico de Quito
De lunes a viernes, un grupo de siete amigos jubilados se reúne en alguna de las bancas de la Plaza de la Independencia (Plaza Grande), en el Centro Histórico de Quito (CHQ). Aunque no tienen un horario fijo, no faltan ni un día, pues conversar con sus pares se ha convertido en una terapia para combatir la soledad.
Las horas de la tarde pasan en medio de risas y largas conversaciones de política o cualquier tema coyuntural. Los cachos “colorados” siempre están presentes, así como las anécdotas de su pasada vida laboral y familiar.
Algunos de ellos son viudos. Ese es el caso de Ramiro Pérez (73 años), quien visita el sitio desde hace seis meses, cuando perdió a la compañera de su vida. Asegura que sus nuevos compañeros le han ayudado a sobrellevar el dolor del hecho. “Él (Ramiro Pérez) no está solo, nos tiene a nosotros, sus amigos. Superar la soledad es difícil. Con la risa salimos adelante”, dice Umberto Lara, de 63 años.
Este sentimiento es común entre los jubilados que se refugian durante el día en la Plaza Grande. Ya no les sorprende que un familiar de alguno de sus amigos los visite para darles una mala noticia. “Solo nos queda preguntar dónde lo están velando para acompañarlo”, comenta Lara.
Este grupo de jubilados ha visto todo tipo de acontecimientos en este lugar: peleas entre políticos, protestas, teatro callejero, gente en estado de ebriedad recostada en los jardines, la visita de turistas, y más.
A criterio de Eduardo Landeta, de 67 años, las plazas fomentan la cultura en una ciudad. “Son como la lectura: entretienen, divierten y educan. La plaza es un sitio de encuentro, es como un cafetín en el que se dan ideas”.
“Aquí, por lo menos, los amigos se enteran que seguimos vivos”, dice Lara.
El CHQ tiene 17 plazas. San Francisco, Santo Domingo y de la Independencia son las principales, por la historia que guardan.
Fernando Carrión, profesor investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), recuerda que antiguamente el principal espacio público de la ciudad fueron las plazas. A partir de estas se organizó la ciudad. Por esta razón, el CHQ tiene una organización radial concéntrica: desde la plaza crece la ciudad hacia los alrededores.
A lo largo de la historia, estos sitios fueron utilizados para diversas actividades. El arquitecto e historiador Alfonso Ortiz explica que la Plaza Mayor, hoy conocida como Plaza Grande, no tenía elementos; solo contaba con la pileta central, que servía para que los habitantes se abastecieran de agua.
Ahí se instalaba el mercado y también era el lugar del regocijo, de las comedias, de las fiestas, de las corridas de toros, de las procesiones, de manifestaciones religiosas colectivas y de ajusticiamientos, y si no se hacía la ejecución, se exhibían las cabezas de los delincuentes que fueron condenados a muerte.
Esta plaza era la más importante de la época colonial, pues ahí se concentraron las dos funciones principales de aquel período, la política y la religiosa. Actualmente ahí se encuentran el Palacio Presidencial, el Palacio Municipal, el Palacio Arzobispal y la iglesia Catedral.
En la presidencia de Gabriel García Moreno esta plaza se convirtió en jardín y dejaron de producirse ciertas actividades, como el mercado y las corridas de toros.
El mercado pasó, entonces, a la Plaza de San Francisco en 1862, y se quedó ahí hasta alrededor de 1901, cuando se inauguró el mercado de Santa Clara en la plazoleta del mismo nombre. Este fue el primer mercado moderno de Quito con muros y una cubierta metálica.
Posteriormente a eso, la Plaza de San Francisco se convirtió en jardín y permaneció así cerca de 20 años hasta que la adoquinaron. Entonces comenzó a ser el espacio de ferias. Había una especial: la feria de juguetes.
Se hacía desde el 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, hasta el 6 de enero, que era la Fiesta de Reyes. También fue usada como termómetro político. Se decía que quien la llenaba, ganaba la Presidencia de la República. El sitio puede albergar cerca de 25.000 personas.
La Plaza de Santo Domingo tenía otra función. En la época colonial se llamaba la Plaza de los Tratantes. Hasta ahí llegaba al por mayor la mercadería de diferentes puntos, como del Valle de los Chillos, donde se producía maíz, queso, alfalfa, trigo, verduras y más. Las mulas descargaban las mercancías y los tratantes negociaban el valor de los productos para llevarlos al mercado.
En 1892, esta plaza de tierra se convirtió en jardín al inaugurarse la estatua de Sucre. Según Ortiz, el nombre oficial es Plaza Sucre.
Con el surgimiento de la organización social y la formación de sindicatos, grupos estudiantiles y más, las plazas se convirtieron en el espacio para la protesta popular. Llegar a la Plaza Grande para expresar el descontento es hasta hoy la forma preferida de manifestarse.
Hoy, las plazas siguen siendo espacios de encuentro, del chisme, de la protesta, es donde se visibiliza la inconformidad popular. Tomarse la plaza como manifestación política es tomarse simbólicamente el poder. (I)