La construcción de la planta de separación de residuos sólidos, iniciada en mayo de 2015 en la estación de transferencia de basura de El Troje (suroriente de Quito), tenía dos objetivos.

Por un lado, evitar que desechos reutilizables terminen en el relleno sanitario capitalino, que opera en la zona de El Inga (Oriente), y alargar así la vida útil del lugar de disposición de basura en cuatro o cinco años.

Y por otro, aprovechar los desechos y generar $ 2,7 millones anuales con la venta de productos reciclados.

Las cosas no funcionaron como estaba planeado y la infraestructura se halla paralizada desde septiembre pasado.

La decisión la tomó Jorge Sempértegui, actual gerente de la Empresa Metropolitana de Gestión de Residuos Sólidos (Emgirs EP), al poco tiempo de asumir el cargo.

Actualmente se analiza cómo aprovechar el equipo. Sin embargo, Sempértegui cree que será más fácil separar los residuos de forma manual.

La planta debía funcionar desde enero de 2016. No obstante, hasta fines de ese año seguían las pruebas por la existencia de problemas.

El 18 de octubre de 2016, un informe del departamento legal de la empresa municipal notificó el hallazgo de siete problemas en la fase preoperativa.

Entre ellos, que el equipo  presentaba dificultades porque la basura de la ciudad tenía una densidad de 570 kilogramos por metro cúbico (kg/m³), cuando el estudio previo había establecido 336,9 kg/m³.

Además, el patio de maniobras y recepción era muy reducido, al igual que el área de clasificación.

Asimismo, la firma de un contrato complementario por $ 884.659 fue observada por el departamento jurídico de la propia Emgirs.

Con ello, el costo de la obra llegó a $ 4,3 millones.

El informe final de la Contraloría respecto al proyecto establece que “la construcción no se hizo con estudios definitivos”, de acuerdo con Sempértegui.

Sobre la posibilidad de hacer efectivas las garantías, señaló que ya ninguna está vigente. (I)