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Panela, el dulce sueño de Pacto

Panela, el dulce sueño de Pacto
21 de septiembre de 2013 - 00:00

Los moradores de la parroquia rural Pacto, ubicada al noroccidente de Quito, anhelan ver convertido a su sector en la “capital de la panela”.

Como “un dulce sueño” describió a esa posibilidad Arturo Vaca, quien ha trabajado por más de 45 años en la siembra de caña de azúcar en la zona.  El caminar del hombre es firme y sus brazos delgados aún tienen energía para cortar la caña a sus 57 años; sus ojos verdes son del color de las espigas dulces que rodean las laderas de Santa Teresita.

Esa comuna está formada por 50 familias y se encuentra a siete kilómetros del centro de Pacto. La rodean laderas y montañas; muchas de ellas aún mantienen su vegetación originaria.

Mientras el camino se abre, surgen los cultivos de caña. Y entre ellos aparecen casas de madera con techo de eternit. En sus patios es común ver a niños jugando entre las gallinas que picotean y escarban a la sombra de alguna buganvilla.

La mayor parte de los moradores de esta parroquia capitalina se dedica al cultivo de la caña, por lo que su vida transcurre entre la siembra y el olor de la molienda. Datos de la Federación de Cañicultores de Pichincha (FPCP) -en trámite- señalan que el 85% de los habitantes de Pacto se dedica al cultivo del vegetal y produce panela como su producto estrella.

La zona cuenta con cinco asociacionespaneleras: Coldpra, Sacharun, Nuevo Amanecer, Aso. Gualea y Cumbres de Ingapi.

Alicia Rodríguez (47 años), quien pertenece a la segunda, se inclina hacia la tierra y coloca un tronco de caña en ella; sus maños tapan la simiente con cuidado e inclusive con cariño. “Hacer la panela es como viajar al pasado. Desde niña, mis padres me enseñaron a cultivar la caña. Yo sigo con esa tradición porque este producto es el pan de cada día”, señala con nostalgia la mujer.   

La planta tarda en crecer aproximadamente 15 meses. En Pacto, actualmente se cultivan seis variedades del producto, con las que se sigue un procedimiento 100% de tipo orgánico.

Según los vecinos de la zona, en una hectárea, un productor invierte alrededor de 4.000 dólares. Con ello, al cabo de un año podrá obtener 120 quintales de panela y su ganancia total alcanzaría los 9.000 dólares.

Por un camino de tierra se acerca un camión repleto de caña que se dirige al molino, donde el motor del trapiche ruge, mientras el jugo de caña cae poco a poco a los tanques contenedores como lluvia dulce; mientras el horno calienta  los envases, el lugar no solo se inunda del acaramelado olor de la panela, sino también de cientos de abejas.

El jugo verde se torna marrón por efecto del calor. Diego Paredes mezcla con una pala de madera el líquido, que hierve a 180 grados de temperatura. Luego de 30 minutos de cocción, el jugo empieza a cristalizarse. “Es aquí donde empieza la magia”, dice Fabián Guerrón, cañicultor y presidente de la FPCP, pues la miel de la panela caliente se granula a causa del aire.  

Los productores trabajan hasta ahora en base de su experiencia. Pero ante la evolución del mercado del mayor ingreso de la parroquia, los habitantes han visto la necesidad de capacitarse en la producción de la planta y la panela. Actualmente, el producto de la panela molida llega a mercados internacionales tales como los de EE.UU., Francia, Italia y República Checa.  

Susana Anagoya, quien regresó a Pacto hace ocho años,  todos los lunes toma una camioneta desde la comuna El Paraíso antes de la 10:00, para asistir a la Escuela de Cañicultores Orgánicos de Pichincha.

Cuenta que aquellos días viste una camiseta y una gorra verdes, el uniforme de la institución. “Desde que nacimos, ya teníamos una caña en la mano. La escuela es una forma de aprender nuevas y mejores técnicas de cultivo. La pala y el machete son también nuestras herramientas de estudio”, comentó la mujer.

La escuela cuenta con 60 alumnos y 15 técnicos. Se creó gracias al  trabajo conjunto de los cañicultores y de instancias del Gobierno central tales como el Ministerio de Agricultura.

El objetivo del centro es mejorar la calidad y productividad de la caña y sus derivados, así como también enseñar prácticas de convivencia y respeto.  

Pero el establecimiento tiene necesidades, entre ellas económicas, de infraestructura y, sobre todo, de docencia. “Necesitamos más apoyo de las autoridades, pues tenemos necesidades. Pero a pesar de ello hemos llegado a otros países. Nuestra prioridad es que la gente se siga capacitando. Hay muchas formas en las que nos podrían ayudar los estamentos del mercado. Claro que tenemos capacitaciones, pero requerimos de tractores, de ingenieros que nos den clases permanentes, biofertilizantes  y un instructor fijo, entre otras cosas”, dijo Guerrón.

Por ello, Pacto busca ser declarada  “Capital de la Panela”, aunque sus moradores dicen que necesitan más recursos para dar ese paso. El presupuesto que calculan se requiere para el efecto alcanza los $ 35 mil. Cañicultores y habitantes en general esperan que la declaratoria se concrete hasta el próximo año.

En tanto, los productores dicen que lucharán por su propia cuenta para mantener abierta la escuela y de esa manera sacar adelante el cultivo de la caña y la producción de panela. Así mismo, los cerca de 4.000 habitantes de la zona tienen otras necesidades como la construcción de vías, un centro médico y mejores servicios públicos, por las que esperan la atención de las autoridades del cantón y la provincia.

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