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Menos afluencia que en otros años a cementerios

Menos afluencia que en otros años a cementerios
03 de noviembre de 2013 - 00:00

Ayer, Quito vivió un Día de los Difuntos particular pues las típicas aglomeraciones masivas de personas y vehículos en torno de los cementerios fueron reemplazadas por una afluencia regular durante el día.

Incluso el tránsito por la avenida Mariscal Sucre, a través de los túneles de San Juan, San Roque y San Diego, resultó fluido en las primeras horas del día. Más que en un sábado cualquiera cuando la feria en el mercado de San Roque suele congestionar la vía desde el sector La Comuna en dirección norte-sur y desde la altura del cementerio San Diego en sentido contrario desde temprano. El número de transeúntes y automotores se incrementó ayer a partir del mediodía.

En los camposantos más antiguos de la ciudad (El Tejar y San Diego), el arribo de personas fue irregular en la jornada.

Durante el período de mayor afluencia, el sol irradiaba fuertemente mientras hileras de personas subían o bajaban por la calle El Retiro, para llegar junto a alguna de las 10.000 tumbas del camposanto El Tejar. Desde este punto, se podía observar el Antisana. En el albergue que está a pocos metros del lugar, un indigente inició un alboroto, que fue controlado sin problemas por la Policía. Fue el único incidente que se produjo en un ambiente de tranquilidad, apenas interrumpido por los “cantos” de los comerciantes que anunciaban productos como hornado, morcilla o ramos de flores.

La mayoría de los vendedores se quejaba por la escasa concurrencia. “Todo el año elaboré tarjetas especialmente para esta fecha y para nada”, decía María Núñez, de 72 años, quien relató que hace un mes había solicitado los permisos municipales para instalar su quiosco de cara a El Tejar. “Viene menos gente que en otras ocasiones; puede ser que salieron de viaje”, aseguró.

No obstante, al interior del cementerio se registraba mayor movimiento. María Cholacán, por ejemplo, vaciaba sacos llenos de frascos de vidrio y los vendía a 40 centavos cada uno. Otras personas ofrecían candados para las puertas de las tumbas. Y los rotuladores gráficos atendían el aclaramiento de un número o la escritura de nombres.

Más al sur, en dirección sur-norte, la calle Bahía de Caráquez estaba repleta de buses y vehículos particulares alrededor de las 12:00, aunque el tránsito no se interrumpía. Esto fue principalmente porque la calle Chimborazo estaba cerrada para permitir el acceso al cementerio de San Diego. En esa zona fueron ubicados 100 policías nacionales y 90 metropolitanos, los que se encargaban de controlar el tránsito y la seguridad, respectivamente.

Alrededor del sitio, una cadena de puestos de comida y arreglos funerarios copaban las veredas. En el camposanto había mayor concurrencia que en su vecino. Numerosos visitantes llegaban a pie y entre ellos se mezclaban vendedoras de alimentos. No obstante, los estacionamientos del espacio se encontraban vacíos a esa hora.

Adultos mayores y personas con capacidades especiales se quejaron de la escasa accesibilidad del sitio. Por ejemplo, el octogenario don Ignacio logró avanzar por las escaleras que conducen al pabellón occidental del cementerio, pero era ayudado por sus nietos.

La dinámica del lugar se caracterizó ayer por un gran número de vendedores ambulantes, personas que ofrecían sus servicios para adecentar tumbas, mientras que músicos contratados entonaban las canciones preferidas de los seres queridos fallecidos.

Entre estos últimos destacaba una banda de pueblo que tocaba el pasillo El Aguacate, junto a una pila de adoquines. Los músicos relataron que fueron contratados para dar un réquiem hasta las 13:00.

De su lado, el Dúo Coravel entonaba: “Pero en el cielo donde están los que sufren, donde están los que se aman, allá nos juntaremos” para una pareja de adultos mayores que vestían de negro al pie del nicho en el que se encuentran los restos de su hija.

Como siempre, la tumba del expresidente José María Velasco Ibarra era la más adornada con flores y cercada por visitantes a 35 años de su fallecimiento. Este sábado, ante el asombro de la familia Rogers, turistas canadienses admiradores del exgobernante resaltaban el hecho de que “fue cinco veces presidente, un gran orador y murió en la absoluta pobreza”.

Ajetreo de los viajeros

En tanto, en la terminal terrestre de Quitumbe hubo gran cantidad de viajeros. Hasta las 11:00 estaba repleto, relató uno de los guardias, aunque luego se redujo el movimiento. No obstante, al mediodía, una fila de unas 300 personas aguardaba su turno para embarcarse y dirigirse a Latacunga.

Pero la salida de los viajeros hacia el sur del país, incluidos los que se transportaban en vehículos particulares, fue dificultada por el intenso tráfico que se formó debido a la realización de la penúltima etapa de la Vuelta Ciclística al Ecuador, que avanzaba desde la ciudad de Baños hasta la capital.

Desde temprano, en la Panamericana Sur, a la altura de Machachi, había gran cantidad de vehículos estacionados a causa de que la vía fue cerrada de manera sorpresiva una hora antes de lo previsto; la salida de los ciclistas fue adelantada de las 08:00 a las 07:00 por los organizadores de la competencia.

Esto ocasionó que se formaran largas filas de carros que transportaban a quienes intentaron salir temprano para evitar el bloqueo de la carretera.

Esta demora puso de mal humor a muchas personas, quienes se desahogaron insultando a los policías que controlaban la zona para que los deportistas avanzaran sin inconvenientes hacia la ciudad.

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