Más de 45 mil discapacitados conviven con el riesgo de desastres naturales en el Distrito

Jorge Chango es un ecuatoriano de 43 años que se moviliza en una silla de ruedas desde hace 20 años. Forma parte de las 45.503 personas con minusvalías registradas en el Distrito Metropolitano de Quito.

Su discapacidad física es el producto de un accidente de tránsito. Chocó en el vehículo de un cuñado a la salida de una fiesta en la que bebió “no algunas, sino muchas copas de más”, recuerda.
Desde entonces reaprendió a vivir. En su casa, ubicada en el sector de San Carlos (norte), ha implementado adecuaciones como rampas y servicios a la altura adecuada para facilitar su desplazamiento y desenvolvimiento. “Es mi reino”, bromea el administrador de empresas, que reconoce sentirse allí más cómodo que en ninguna otra parte.

Su trabajo lo lleva a desplazarse de lunes a viernes desde su hogar hasta su oficina en el centro-norte capitalino.
Señala que la existencia de varios ascensores en el edificio donde trabaja le ayuda a movilizarse con facilidad y que, además, nunca falta alguien que se preste a “mantener abierta la puerta del elevador, a darme un empujoncito para avanzar más rápido y otras cosas así”.

Jorge cuenta que el momento del sismo de 5,1 grados del 12 de agosto pasado se encontraba en su puesto de trabajo. “Había regresado del almuerzo y revisaba alguna cosa en la computadora cuando todo empezó a moverse”, relata.

Según Chango, la mayoría de sus compañeros permaneció en donde “le agarró el temblor”. Los 45 segundos de duración del sismo habrían hecho que alguno intentara dirigirse hacia la puerta para tratar de salir del lugar, pero cree que ninguno lo hizo porque el movimiento telúrico concluyó.

Dice que en su caso se limitó a esperar a ver qué sucedía pues “en un sexto piso y con los ascensores (prohibidos de uso en casos de emergencia) como única vía de escape no se puede hacer mucho”.
Destaca que de todas maneras no hubo, al menos en su piso, pánico, aunque sí miedo “como es natural”.

A la pregunta de si conoce cómo debe actuar específicamente en un caso como el suyo ante un desastre natural, responde con un ‘sí’ algo dubitativo. “Supongo que cuando ocurre un sismo, por ejemplo, debo pegarme a una columna por seguridad”, señala el hombre.

Añade que en su empresa han colocado señalética sobre sitios seguros, puntos de encuentro, rutas de evacuación y temas similares. Y que periódicamente hacen simulacros de evacuación. Cuenta que incluso un par de colegas de oficina están asignados como sus cuidadores en caso de tener que salir de emergencia. “Están entre los más grandotes para que me puedan cargar de ser necesario”, menciona, al tiempo que entre risas- recuerda que el día del sismo no estaban presentes.

La situación relativamente normal vivida por Jorge durante el temblor de la semana pasada en su lugar de trabajo, contrasta con la que habrían vivido otras personas discapacitadas en la misma circunstancia. Algunos de ellos se habrían quedado solos en edificios y oficinas de la ciudad en las inmediaciones de la avenida de Los Shyris.

Según declaraciones de Christian Rivera, comunicador del Comité de Operaciones de Emergencia (COE) cantonal, al acudir a llamados de emergencia, “los socorristas descubrieron que discapacitados permanecían dentro de edificaciones, mientras el resto de sus compañeros había evacuado como medida de prevención”.

La Secretaría Técnica de Discapacidades (Setedis) y la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos trabajan sobre este tópico.

Con este fin, la Setedis ha sistematizado consejos para casos de evacuación de personas con discapacidad (ver gráfico) y los colocó en su página web. Así mismo, ha creado una cartilla para ayudar al desarrollo de un plan familiar de emergencia con atención en los miembros con capacidades especiales. Además, trabaja en la inclusión del tema de discapacitados en los planes de emergencia de empresas e instituciones.