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Once de los 22 camposantos que hay en Quito están en la zona urbana

Los ritos mortuorios se adaptan a la visión y necesidades de la época

La empresa de servicios funerarios Memorial se especializa en el sistema de cremación y oferta de columbarios.
La empresa de servicios funerarios Memorial se especializa en el sistema de cremación y oferta de columbarios.
FOTO: Mario Egas /El Telégrafo
29 de octubre de 2016 - 00:00 - Amanda Granda

Los claveles eran las flores preferidas de Renata Ortiz. Ella murió en julio de 1990, 2 meses después de cumplir 98 años. Desde entonces, su hijo Antonio Arco la visita -al menos una vez por mes- en el pabellón VI, la nueva etapa del Cementerio de San Diego, en el Centro Histórico de la capital.

Ahí, a pesar de que en 2006 la administración prohibió que los visitantes coloquen flores naturales en las bóvedas de cemento, los familiares se han buscado alternativas para mantener adornadas las tumbas. Uno de ellos es Arco. Él siempre compra un clavel blanco en el sector de Cumbayá, zona en la que reside desde hace 7 años.

Al llegar a la tumba de su madre coloca la flor y -cuenta- le relata cómo ha sido su mes. A pocos metros de la tumba de Ortiz está el mausoleo de la familia Herrera Fiallos. Ahí hay rosas artificiales, tarjetas y unos ángeles de cerámica adornan la parte frontal.
Es que así era San Diego, las tumbas siempre estaban adornadas por coronas, cruces y ramos. El nombre del difunto ni se veía. “Hasta palosanto se llevaba”, recuerda Luisa Herrera, quien visita a su padre y al expresidente Velasco Ibarra, enterrado en San Diego en 1979.

Antes de llegar al portón de metal ubicado en calle Farfán, los mausoleos de estilo clásico, neoclásico, neogótico, barroco, neobarroco, entre otros, priman en el diseño del lugar. Los pasillos de cemento son amplios y están flanqueados por cúpulas, torres y diversas esculturas de ángeles y otras figuras religiosas.

Esta imagen cambia en el cementerio de El Batán, ubicado en el norte de la urbe. Ahí, el portón de metal que hay en San Diego es remplazado por una puerta de vidrio que se abre y se cierra automáticamente. Las tumbas no tienen flores naturales ni artificiales. Tampoco hay torres ni cúpulas.

Mientras Arco camina a su auto para regresar a su hogar cuenta que la familia de su padre está enterrada en el Cementerio Monte Olivo el primer camposanto que, en 1994, ofertó el servicio de cremación.

En Monte Olivo no hay un ambiente fúnebre, los espacios verdes priman. Según la administración del cementerio cada urna de cremación es colocada en la tierra y en ese lugar se siembra un árbol. El diseño del cementerio es uniforme. Ahí, las lápidas son de un solo modelo y de un mismo tamaño. No hay adornos.

En 2012, en el norte de la urbe se inauguró el primer cementerio horizontal. Se trata de Memorial Necrópoli. El edificio cuenta con 9 pisos; en cada uno hay entre 1.260 y 2.800 columbarios. Ahí se colocan máximo hasta dos urnas.

Hay guardianía, cafetería, una capilla y se ofrecen servicios de asistencia emocional. En el subsuelo está la sala de preparación de cuerpos, antes de ser incinerados.

El último domingo, Rodrigo Terán visitaba a su sobrino Carlos, quien murió hace 3 años en un accidente de tránsito. Sus padres optaron por la cremación y desde entonces sus cenizas permanecen en el cuarto piso del edificio. En la lápida se ve su nombre y el año de la muerte. No hay flores, ni tarjetas.

Terán y Arco coinciden en que antes se llevaba mariachis y hasta comida a los cementerios. “Ahora todo es más frío”, dice Terán mientras toca el cofre donde están las cenizas de su sobrino, se santigua y baja por un moderno ascensor que conduce a la salida. (I)

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