Los parámetros técnicos del retiro de la clausura del Teatro Bolívar no están claros
La administración municipal de Augusto Barrera clausuró el Teatro Bolívar hace 3 años a raíz de un incendio ocurrido el 2 abril de 2011.
Alrededor de las 19:00 de aquel día, según información de la Alcaldía de entonces, los cortinajes del escenario se prendieron debido a la utilización fuegos pirotécnicos en un evento no autorizado al que asistían 800 personas.
El hecho produjo daños a una parte de las cortinas y el material de los 10 extintores utilizado para sofocar las llamas afectó al piso de madera de las plataformas del escenario y el tapiz de las primeras butacas del teatro.
En el transcurso de las investigaciones posteriores, los organizadores del evento y los de la fundación que administra el inmueble intercambiaron acusaciones sobre la responsabilidad en los hechos.
Los unos afirmaban haber recibido permiso de la Fundación Teatro Bolívar para utilizar pirotecnia fría, mientras los segundos negaban la veracidad de aquello.
Todo eso motivó la decisión del cierre “definitivo” con el fin de precautelar la integridad del bien patrimonial, que incluso se encuentra inventariado, y la seguridad de los usuarios de este, según constaba en el documento en que se oficializaba la clausura.
La edificación ya había sido cerrada a raíz del siniestro ocurrido en 1999 e iniciado en la cocina del local de la cadena internacional Pizza Hut que funcionaba en los exteriores del sitio. Este afectó gravemente el edificio, del cual aún no termina su recuperación.
Durante este período, la Fundación Teatro Bolívar venía insistiendo en que se reabra el espacio, pero la Alcaldía de Barrera no dio paso a ese pedido por considerar que no se cumplían con los requisitos de seguridad necesarios.
Sin embargo, el 5 de septiembre pasado, el actual gobierno capitalino retiró “simbólicamente” los sellos de clausura, sin que previamente existiera una verificación del mejoramiento de la condiciones del inmueble.
Un boletín de prensa del propio Cabildo señalaba la semana pasada que “esta acción permitirá que el Municipio establezca un cronograma de compromisos con la administración (del Teatro), a través de mesas de diálogo, para que se cumpla con las observaciones para brindar la seguridad que es requerida por el Municipio”.
Al preguntárseles a las autoridades de la Secretaría Metropolitana de Cultura y de la Agencia Metropolitana de Control (AMC) acerca de los parámetros técnicos en los que se basaron para decidir la medida, indicaron que no eran los encargados de presentar esa información.
Posteriormente, este medio se comunicó con voceros de la AMC, solicitando la misma información, pero hasta el viernes, esta no fue entregada.
El guardián del Bolívar
Durante los últimos 15 años, en medio de cierres parciales y totales, una persona se ha mantenido al cuidado del Teatro Bolívar.
Se trata de Segundo Bohórquez (76 años), quien ha trabajado en el sitio desde que tenía 20 años.
El tiempo parece no haber transcurrido para Segundo, quien recuerda los mejores años del tradicional sitio (décadas del 40 y el 50), cuando las familias acudían para ver, sobre todo, los últimos estrenos del cine mexicano. En aquel entonces, Segundo era el encargado de la proyección de los filmes, entonces en blanco y negro.
Bohórquez señala que las cintas que tenían “más pegue entre la gente eran aquellas en las que actuaban artistas como Jorge Negrete, Pedro Infante y ‘Toño’ Aguilar”.
Sin embargo, algunas producciones estadounidenses también generaban expectativa entre el público capitalino en esos años.
Otro recuerdo que llega a su memoria son las funciones de Semana Santa, cuando el público hacía largas filas que podían llegar a la altura del Teatro Hollywood, en la calle Guayaquil, y esperaba con impaciencia para asistir a la proyección de los miércoles, cuando se estrenaban los filmes con temática religiosa creados para esa época del año.
“La gente se subía una sobre otra con tal de conseguir un boleto. No les importaba esperar más de una hora para ver las películas”, dijo.
Sin embargo, la aparición de nuevas salas hizo que el negocio del Bolívar empezara a decaer.