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Los cauces naturales son parte de la historia

En el sector de la Recoleta el olor del río Machángara causa molestias a sus vecinos. Cerca del lugar se construyó un parque lineal con el fin de preservar el cauce, pero el esfuerzo no resultó ser suficiente. Fotos: JOHN GUEVARA  |  El Telégrafo
En el sector de la Recoleta el olor del río Machángara causa molestias a sus vecinos. Cerca del lugar se construyó un parque lineal con el fin de preservar el cauce, pero el esfuerzo no resultó ser suficiente. Fotos: JOHN GUEVARA | El Telégrafo
01 de junio de 2014 - 00:00 - Redacción Quito

“Yo vivía en el sector de El Calzado (sur) cerca de lo que hoy es la fábrica de la Güitig, que antes era un frondoso bosque. De niños nuestro juego preferido era bañarnos en el río Machángara, pues hace algo más de 50 años, el agua era cristalina y no despedía malos olores”.

Así empieza su relato, cargado de recuerdos, Pablo Andrade (52 años), un quiteño que rememora las épocas en que el principal cauce de la ciudad tenía vida y en abundancia.
Andrade continúa: “Eran hermosas las tardes de verano en el Machángara. Recuerdo que mis amigos y yo teníamos alrededor de 7 u 8 años cuando ayudábamos en alguno que otro mandado de la casa muy temprano, pero a las 11:00 —infaltablemente— nos encontrábamos en lo que hoy es la calle Maximiliano Rodríguez y cruzábamos todo ese sector, que era el potrero de una hacienda, hasta el río.

Cerca del Machángara había unos cuantos árboles y en uno de ellos amarrábamos una cuerda y nos columpiábamos lo más fuerte que podíamos para lanzarnos al agua. No parábamos de jugar y nuestras madres tenían que ir hasta el lugar y de un halón de orejas nos sacaban del agua”.

El quiteño se refiere al estado del cauce que inspiró al poeta Jorge Carrera Andrade los versos: “Machángara de menta: eres mi río. Atraviesas mi pecho y no los prados. Aguas de historia y lágrimas de siglos. Mortajas de crespúsculos ahogados”.

El río tiene un recorrido  de 22 km y durante su viaje atraviesa diversos sectores de la capital, como El Recreo, La Villa Flora, La Recoleta y Orquideas.

Esta vecindad, sin embargo, ya no es aceptada con agrado pues sus aguas se convirtieron desde hace años en el vertedero de las aguas servidas y sin tratamiento de Quito.
En su camino, el afluente recibe el concurso de 4 quebradas grandes de la ciudad: Ortega,  Río Grande, Caupicho y Calicanto.

“Más o menos hasta los años 40, el río estaba totalmente limpio. A veces, incluso, se veían unos pescaditos en el fondo. La mayoría de familias de la ciudadela El Carmen, en el sector del hoy mercado Mayorista, bajábamos al río a lavar la ropa. Para nosotros, el Machángara era parte de nuestra vida; nos bañábamos en sus aguas y también era un espacio de encuentro familiar, pues los fines de semana nuestros hijos jugaban en sus orillas”, comenta al respecto Arcenio Campaña (90).

Pero hoy el río presente un alto nivel de contaminación. Según datos del Municipio, el 80% de la contaminación se debe a las aguas servidas y el 20% es de carácter industrial.

“Los primeros vecinos de la Tola  teníamos como compañía al río. Para nosotros era un paseo bajar al Machángara. Claro que para los años  ochenta el río ya tenía mal olor, pero no era como ahora, porque algunas familias todavía lavaban su ropa allí. Creo que la contaminación del río se inició  cuando las autoridades se dieron cuenta de que ya no era usado por los moradores”, sentenció Alicia Ortiz (72), residente de la Tola.

En realidad, la contaminación severa se inicia a finales de la década de los setenta e inicios de los ochenta.
A juicio del antropólogo Eduardo Kigman, este proceso de muerte de las quebradas y del río de la ciudad responde a los procesos de desarrollo urbanístico. “Estos espacios fueron transformándose por varios motivos. Por ejemplo, la movilidad y la necesidad de comunicación de un sector con otro de la ciudad, pues, tanto el norte como el sur de Quito debían comunicarse entre sí. Y eso supuso, primero, la construcción de vías y de puentes de mampostería y luego, el relleno de las quebradas.

Para el siglo XIX, varias quebradas de las zonas centrales habían sido rellenadas”, comenta el también catedrático de la Flacso.

Por ello, Kingman argumenta que el problema de la pérdida de los cauces naturales capitalinos se relaciona, en gran medida, con la expansión de la ciudad y con su desarrollo, pues los criterios salubristas e higienistas que se generaron a partir de los siglos XIX y XX buscaban resolver los problemas de contaminación derivados de la concentración poblacional. Dentro de ello se enmarcan medidas adoptadas como la reubicación de cementerios y el relleno de las quebradas, concebidas tradicionalmente como  espacios en los cuales se depositaban los desechos urbanos.
Pero la contaminación no solo afectó al Machángara sino también a otros de la región como el San Pedro, Monjas y Guayllabamba.

“Quien no vive aquí no tiene idea de cómo es tener de vecino al Machángara, pues creo que las autoridades se descuidaron del río. Hay días en los que el mal olor inunda el barrio y debemos taparnos la nariz al salir a la calle. Eso ocurre, por lo general, en la mañana y en la noche”, comentó Flor Bastidas, moradora de la ciudadela El Carmen, ubicada en el sector del Mercado Mayorista.
En efecto, el cauce muestra un color gris y, en ocasiones, una sustancia espumosa se acumula en la superficie al igual que restos de basura. 

La contaminación de los cauces ha traído consigo efectos desagradables que los moradores de los barrio aledaños soportan desde hace más de 20 años, a saber, las aguas contaminadas no solo producen mal olor, sino también la propagación de plagas y alimañas.

Mercedes Altamirano, quien vive en la Ciudadela del Ejército desde hace 23 años, dijo que la convivencia con la quebrada de las cercanías es un problema para los moradores del sector. “Recuerdo que la quebrada siempre estuvo descuidada. Aunque la anterior administración municipal construyó un parque lineal, la quebrada no fue recuperada en su totalidad. El mal olor es insoportable, pues todos los residuos del Camal Metropolitano bajan y el olor es nauseabundo en horas de la mañana”, aseguró la mujer. 

Otro ejemplo ocurre en el barrio Paluco, en el sector de Orquídeas, a un costado de la avenida general Rumiñahui. Una de sus moradoras, María Cuasquen (79) cuenta que no solo el mal olor que emana el agua contaminada es un problema, sino que a ello se suman las ratas y los moscos que suelen deambular por las orillas e incluso ingresan a las casas.

En 1991 se inició el primer estudio de prefactibilidad para el saneamiento del Machángara. Posteriormente, en 1997, se realizó el primer análisis integral de descontaminación, como parte del Plan Maestro de Agua Potable y Saneamiento. 

Pero solo en 2012, el Cabildo aprobó el proyecto de recuperación del río Machángara, a través de la construcción de plantas de tratamiento de aguas residuales con el fin de reparar ambiental y socialmente ese espacio para la ciudadanía.

En ese mismo año,  el Concejo Metropolitano declaró a las quebradas del Distrito como patrimonio natural, histórico, cultural y paisajístico. El proyecto fue impulsado por la concejala reelegida Luisa Maldonado, quien señaló que es de vital importancia incorporar a las quebradas en el entorno urbano como parte de la identidad de la ciudad.

Uno de los argumentos de Maldonado fue que varias administraciones  municipales no reconocieron el valor patrimonial y natural de estos sectores y añadió que, durante mucho tiempo, a las quebradas se las consideró botaderos de basura, de desechos y que además el crecimiento urbano trajo como consecuencia el relleno de algunas de ellas, cuando son espacios naturales de vida.

Las quebradas, refugio de  vida

A pesar de los problemas de contaminación y plagas que trae consigo la contaminación de las quebradas y ríos quiteños, esos espacios son aún una reserva de fauna y flora endémica de la ciudad. Todavía se puede observar en ellas una gran diversidad de especies tales como colibríes, mirlos, tórtolas, gorriones, etc.

El historiador Alfonso Ortiz Crespo señala que solamente hace 30 años se asumió la importancia de la flora y fauna de las quebradas como un remanente investigativo y de identidad de la ciudad.
Jacinto Estébez, morador de la Villa Flora, comenta que en su niñez, junto con sus amigos y hermanos bajaba a la quebrada para recolectar sigse para fabricar comentas o que su madre solía pedirles llevar hojitas de tilo para curar la gripe.

De hecho, tilo, sigse, valeriana, matico, entre otras plantas, son parte del entorno de los cauces capitalinos. El científico ecuatoriano Juan del Hierro, en una entrevista par la Secretaría del Buen Vivir, indica que el 90% de quebradas de la ciudad ha desaparecido a nivel de contenido de biodiversidad y señala la necesidad de rescatarlas.

Recuperación de los cauces

Quito tendrá 20 plantas de tratamiento que purificarán el agua de sus afluentes si la Alcaldía de Mauricio Rodas continúa con el proyecto  Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales.
Las plantas están previstas desde el sector de Quitumbe (sur), hasta la zona del Vindobona, en San Antonio de Pichincha (norte).

Edificar las estructuras costará  alrededor de $ 300 millones y la idea contempla, además, la construcción de 49 km de colectores  e interceptores en las quebradas del sur de la ciudad y el río Machángara; 146 km en parroquias adyacentes (Calderón, Llano Chico, Zámbiza, Nayón, Cumbayá, Tumbaco, Conocoto, Guangopolo, Alangasí y Amaguaña) y 54 km en el resto de parroquias rurales.

Los estudios del manejo de aguas residuales en el sector Vindobona establecieron que esa planta tendrá capacidad para tratar un caudal de      7,5 m³/s. El proyecto prevé también el establecimiento de la central hidroeléctrica del mismo nombre, la cual se calcula tendrá una potencia estimada de generación de 22 Mw.

El área de influencia de la planta de Vindobona abarcará 30 hectáreas e implicará un beneficio para las parroquias Pomasqui, San Antonio, Nayón, Zámbiza, Llano Chico y Calderón, cuyo aporte de aguas residuales llegará a través de sistemas de intercepción y túneles emisarios

Siete meses atrás, la Empresa Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento (EPMAPS) mostró en Quitumbe el sitio en donde se construye la primera planta, que tratará 500 lt diarios de aguas negras y que devolverá líquido limpio a las quebradas que desembocan en el río Machángara. La EPMAPS indicó que alrededor de 100 mil habitantes de los barrios Manuelita Sáenz, San Alfonso, Nuevos Horizontes, Los Cóndores, entre otros, serán beneficiados.

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