Los Caminos de San Roque, nueva ruta turística en Quito
Las grandes despensas de abarrotes, harinas y condimentos, así como las legumbrerías, tercenas y ferreterías, son parte de los negocios que se encuentran alrededor de las calles del barrio San Roque, en el Centro Histórico. Allí, sin embargo, los oficios artesanales de antaño son ahora el deleite de turistas nacionales y extranjeros que visitan el sector.
En varios puntos del barrio, oficios y ocupaciones tradicionales como la restauración de figuras religiosas, fabricación de sombreros y caretas, de “limpias energéticas” en base a plantas, la venta de aguas medicinales y de las llamadas colaciones, son los atractivos de la novedosa ruta turística denominada Los Caminos de San Roque.
El proyecto nació de una propuesta de la Asociación Vecinos Guardianes del Patrimonio, que agrupa a 20 moradores de la zona. Ellos, junto con la Fundación Ges Cultura, impulsaron los recorridos turísticos por el barrio, que es uno de los primeros de la capital.
El objetivo de la ruta turística de San Roque es “rescatar el patrimonio intangible de la zona, demostrar que este sigue vivo. Del mismo modo, recordar a la gente que el Centro Histórico no termina en la Plaza Grande o en La Ronda”, señaló Paola Carrera, administradora de Los Caminos de San Roque.
El objetivo de la ruta turística de San Roque es “rescatar el patrimonio intangible de la zona, demostrar que este sigue vivo. Del mismo modo, recordar a la gente que el Centro Histórico no termina en la Plaza Grande o en La Ronda”, señaló Paola Carrera, administradora de Los Caminos de San Roque.
El recorrido se ha dividido en dos rutas: la una, denominada “Camino al Mercado”, en la que los turistas nacionales y extranjeros pueden trasladarse al mundo y al ambiente de la plaza, que es uno de los lugares que le ha dado característica al barrio. El olor de las especias y el sabor de las aguas medicinales hace imaginar y, a su vez, vivir la cotidianidad del primer mercado de Quito.
En cambio, en el segundo, llamado “Camino de Hoy”, se puede transitar por calles llenas de tradición e historia, como la Cuenca, Bolívar, Rocafuerte, Imbabura y Chimborazo. El recorrido incluye visitar a cuatro artesanos dedicados a confeccionar sombreros y caretas, a curaciones, a restaurar imágenes religiosas y elaborar colaciones (golosinas).
Por el almacén de confección de sombreros de César Anchala han pasado dos generaciones de artesanos. El local está ubicado en la calle Rocafuerte y funciona más de 60 años.
Su padre inició el negocio y entre sus clientes estuvo Galo Plaza Lasso, ex presidente de la República. En la actualidad, sus creaciones son exhibidas en boutiques del territorio ecuatoriano.
Mientras que, el oficio de “limpiar el espanto” a los niños y adultos se lo puede ver en el local de Emma Lagla, quien desde hace 20 años está en la zona.
El trabajo de Emma se basa en “capturar las energías de las personas a través de plantas. Los turistas se van felices de lo que aquí se hace, me cuentan que en sus lugares de origen estas actividades no existen y que si acaso hay algo parecido, les cobran sumas costosas”.
El “agua de la vida”, preparada con la infusión de 25 hierbas originarias de la Sierra, Costa y Amazonía ecuatoriana, se la encuentra en el local de Rosita. Este néctar es de su propia creación, con plantas de llantén, malva, caballo chipa, linaza, sabila, boldo, entre otras.
Por su parte, el olor dulce de las colaciones atrae a quienes visitan el local de Luis Banda, quien desde hace 98 años mantiene la tradición de hacer este manjar. Él es la tercera generación que elabora una de las primeras golosinas de Quito.
Los ingredientes básicos son azúcar, agua, maní y limón, que se mezclan y se ponen a tostar en una enorme paila de bronce, en un fogón de carbón, por tres horas. Una vez preparadas son distribuidas a las tiendas y cafeterías del centro.
El “encarne” en la piel que cura heridas a las personas también se lo puede apreciar en San Roque. Uno de los locales de restauración de imágenes ofrece a los visitantes una demostración de cómo curar imperfecciones en la piel. Se trata de un líquido hecho con materiales usados en el oficio de retocar las efigies, que tiene la propiedad de cerrar las heridas sin dejar marcas.
La historia de San Roque se remonta al siglo XVIII. En esta zona se desarrollaron las más conocidas leyendas como “Las Almas” o la “Caja Ronca”.
Se dice que desde la esquina de las calles Rocafuerte y Cuenca partían los cortejos fúnebres hasta el cementerio de San Diego, y que en la zona los devotos que caminaban en la madrugada y sentían miedo por los ladrones se encomendaban a estas almas y no les pasaba nada.
Del mismo modo, el barrio también fue la cuna de José María Velasco Ibarra, ex presidente de la República, y del pintor Nicolás Javier de Goríbar de la Escuela Quiteña. El recorrido por las rutas tiene el valor de $ 6,50 por persona, los niños y tercera edad $ 3,50. Las salidas son a diario y se puede contactar a través de la web: www.caminosdesanroque.com.