Con el tiempo, esta especie de guerras se convirtió en enfrentamientos de colegios o barras de equipos rivales
Las rivalidades juveniles tienen larga data en la ciudad
Las llamadas peleas, broncas, guerras o batallas campales que se han producido, en distintas épocas, entre jóvenes de los sectores de Quito, tiene su historia.
Según relata Luciano Andrade Marín: “La última y gran guerra de guambras que se peleó en Quito, si la memoria no me es infiel, creo que tuvo lugar en los comienzos de este siglo XX, allá por el año de 1907 (…) guerra en la que participé con todo el ardor y orgullo de hijo nativo del gran barrio de la Cruz de Piedra, defendiendo contra los guapos sanroqueños, chilenos, placeres y sanjuanes unidos, la valía guerrera de mi barrio tan querido, con su esbelta fortaleza natural de El Panecillo”.
Nadie sabía quiénes provocaban aquellas guerras. “Incitados siempre nosotros los guambras a entrar en guerra por el mal ejemplo de los mayores, que solo vivían de revolución en revolución, de alguna manera oculta el diablo nos empujaba, y en cualquier momento saltaba la chispa (…). Las mujeres solían decir, ya están los guambras en guerra; ya va a haber revolución. Empezaba, pues por allí en un barrio más belicoso, generalmente el temible San Roque o San Juan, con los primeros silbos marciales de ataque y provocación.
La silbatina se propagaba de un barrio a otro, ensordeciendo el ámbito de la ciudad, y la guambrería quiteña empezaba a brotar como hormigas, de todas las casas, a llenar las calles y plazas portando consigo banderines, tambores, bolsas con piedras, huaracas, pitos, espadas y rifles de palo (…) Peleábamos siempre bajo la misma bandera ecuatoriana, pero al grito de cada barrio. La gritería y la silbatina atronaban el espacio; los habitantes mayores subían a las azoteas y tejados a contemplar con largavistas los movimientos de esos pintorescos ejércitos y las mamás trataban, en vano, de detener a sus hijos a que no vayan a la guerra. (…). Por cierto que había bajas, de heridos, contusos y hasta de muertes, y muchas cuerizas a prisioneros en el campo, y en las casas, a vencedores y vencidos”.
A veces, se castigaba a los chicos belicosos enlistándolos e incluso llevándolos a la guerra de verdad.
Los vecinos de San Roque estaban entre los primeros en protagonizar las batallas campales.La historia se recorre años atrás, cuando Andrade Marín relata que, “en Itchimbía, en otra guerra de guambras, del año de 1897, el Gobierno hizo rodear con soldados armados al ejército de guambras vencedores, apresarlos, meterlos en los cuarteles, mezclarlos con las tropas militares y mandarlos a combatir al Sur. Así, estos guambras fueron los combatientes de la terrible batalla del Chimborazo de ese año. Y así, casi siempre aprovechaban los gobiernos antiguos de las guerras de guambras de Quito, reclutando a los mocosos para formar sus batallones de línea. (…). El barrio de San Roque ha sido siempre, desde el tiempo de las Alcabalas, de los Estancos, del 10 de Agosto y de El Panecillo, el de los más diestros y guapos guerreros, porque han nacido manejando piedra; de La Cantera y Pólvora; pues en las guerras de guambras peleábamos a pedradas con hondas o “huaracas”, y a brazo suelto. Después de todo, lo que está claro y así concluye el relato es que, “estas guerras de guambras de Quito, fueron la mejor escuela militar de la guambrería quiteña, de donde salieron siempre los más famosos batallones de soldados quiteños de los tiempos heroicos”.
Luego de algunos años, a las “guerras de guambras” sucedieron las “broncas entre jorgas”, según lo relata el historiador Manuel Espinosa Apolo.
En las primeras décadas del siglo XX, “(…) estas adquirieron cierta forma ritual en la llamada ‘toma de barrios’, parte del juego de carnaval. Se trataban sin duda de ritos de reapropiación territorial que alentaron un espíritu pendenciero en los sectores populares de Quito en contra de los considerados extraños. Si esto sucedía con personas de la misma ciudad pertenecientes a diferentes barrios, es lógico pensar que la presencia de inmigrantes debió reactivar una actitud de intolerancia y xenofobia”.
Cambio de orígenes
Con el devenir del tiempo, esas auténticas batallas campales entre habitantes de distintos sectores capitalinos se trasladaron al área deportiva, a través de enfrentamientos de estudiantes de colegios tradicionales de la ciudad y, en años recientes, mediante la rivalidad entre seguidores de los equipos de fútbol quiteños.
El primer caso era común, sobre todo, en las décadas del sesenta y setenta del siglo pasado y sus protagonistas solían ser por lo general los estudiantes del Instituto Nacional Mejía, quienes se enfrentaban y, en muchos casos, “correteaban” a sus contrapartes de otros planteles debido a la superioridad numérica que solían exhibir.
Sus principales oponentes eran los estudiantes de otro establecimiento estatal quiteño, el Colegio Nacional Montúfar. Aunque no era extraño que ocurrieran peleas con rivales de turno trátese de instituciones de carácter privado como estatal, según fuera el caso.
Estas grescas solían ocurrir, por lo general, durante los partidos finales de los campeonatos colegiales de fútbol y baloncesto, sobre todo en las afueras de los escenarios deportivos, y no era extraño que dejaran heridas de diversa consideración entre contusos, cortados y dueños de moretones.
Esta situación se ha controlado en los últimos tiempos mediante la adopción de medidas como el control del ingreso de los muchachos; el aumento del número de efectivos policiales y su permanencia por más tiempo en los alrededores del lugar de los encuentros atléticos.
Mientras tanto, la existencia de las llamadas “barras bravas” en el fútbol quiteño y ecuatoriano es un fenómeno relativamente reciente.
Con un modelo copiado del balompié de otros países, sobre todo de Argentina, grupos de hinchas en los que predominan los jóvenes se apropian de sectores determinados de los escenarios deportivos, donde dan rienda suelta a su euforia.
Hasta ahí las cosas bien. El problema es que en determinadas ocasiones la pasión se desborda, provocando choques entre aficionados de equipos considerados rivales, quienes suelen encontrarse después de los partidos. En el caso específico de la capital, la rivalidad más enconada es la que existe entre los hinchas de Liga Deportiva Universitaria y Deportivo Quito.
No obstante, un capítulo aparte y la denominación de “encuentro de alta tensión” merecen los partidos entre el conjunto universitario y el cuadro guayaquileño Barcelona. Este suele producir continuamente enfrentamientos entre barras.