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Las parroquias ‘equinocciales’ festejan junto al sol

Las parroquias ‘equinocciales’ festejan junto al sol
13 de julio de 2014 - 00:00

A unos 20 minutos en dirección al norte del monumento que marca —de manera inexacta, valga decir— el paso de la Línea Equinoccial por el territorio ecuatoriano, se encuentra Calacalí, una de las 33 parroquias rurales del Distrito Metropolitano.

La población es pequeña, tranquila y su gente vive todavía de manera parsimoniosa entre tareas del hogar, la siembra de diversos productos y el pastoreo de ganado. Estas actividades son realizadas mayormente por personas de la tercera edad, quienes se aferran a las actividades cotidianas de toda su vida.

“Esta fue una tierra netamente agrícola; todo lo que uno sembraba crecía: maíz, papas, camotes, mellocos. Yo trabajé desde pequeño en una de las haciendas del sector. En ese tiempo, las casitas eran de yunchi (adobe y zuro o ‘tuza’ de maíz) y todas estaban alrededor de la iglesia y unas cuantas en las haciendas”, comentó Luis Alfonso Quishpe (78), mientras arreaba a una llama vestida de colores.

El nombre de la parroquia tiene su historia. “En el siglo XIX proveíamos de cal a Quito y de ahí el nombre de la parroquia. En Calacalí aún se conservan los hornos de cal en el sector de Pululahua y en Nieblí”, comentó Juan Carlos Zapata, presidente de la Junta Parroquial.

El sector habría sido un lugar de paso y descanso para el pueblo yumbo antes de la conquista de los incas. Durante la época de la Colonia, Calacalí fue un centro de producción azucarera de Quito y en varias viviendas aún se conservan las moliendas de caña.

Este poblado cumple en 2014, 442 años de parroquialización y la fiesta ha contagiado a sus moradores. Castillos, fuegos pirotécnicos, danza y, sobre todo, música son los ingredientes que confluyen esta temporada en la plaza central o parque Sucre, cuya pileta proviene de la plaza de San Francisco.

Uno de los recuerdos más presentes en la memoria de los calacaleños es la imagen y la voz de Carlota Jaramillo, la ‘reina de la música nacional’, cuya casa aún se encuentra a un extremo del parque. Un pequeño jardín rodea la vivienda de color rosado; su techo de teja denota su antigüedad; el interior es como un cofre de recuerdos e imágenes que se revelan entre juegos de té, acetatos, peines, perfumes y el eco de la voz de Carlota.

“Era una mujer muy sería. Yo trabajé en su casa por muchos años. En ocasiones cantaba en las fiestas de la parroquia y todos nos quedábamos como sin respiración cuando escuchábamos su voz”, comentó Segundo Palupe (72).

Las fiestas de la parroquia se extenderán hasta el 24 de julio. Uno de los eventos tradicionales en ellas son las corridas de toros que se celebran en el estadio del lugar; antes, la plaza central era el coso donde los arriesgados calacaleños se lanzaban al ruedo para lidiar a los bravos toros de las haciendas de Pomasqui, Puéllaro y Nono.

“La banda del pueblo tocaba su mejor repertorio y uno como joven se lanzaba al centro de la plaza, mientras los gritos de las mujeres nos daban aliento para hacer nuestros mejores pases. Des estas corridas populares varios toreros participaron en los festejos de la plaza Belmonte”, comentó Lucio Calahorrano (79), quien ha vivido desde su niñez en el lugar.

Los platos típicos son parte de las fiestas y en cada barrio de Calacalí se preparan platillos como el Yaguarlocro, el caldo de patas, el seco de chivo, las esponjosas empanadas de viento con morocho y los pristiños con miel de panela.

Bertha López (41), quien tiene un pequeño local de comida en el parque central, comentó que desde pequeña aprendió las recetas que su madre heredó de su abuela. En una paila de bronce que, según la moradora tiene más de 100 años, prepara fritada. También repulga el borde de las empanadas de viento que sirve con morocho y un olor dulce inunda el lugar cuando prepara la miel para los pristiños.

Entre los platos preferidos de los habitantes de Calacalí están el cuy asado, el locro de cuy, las arepas y el zambo de dulce. El revólver, un preparado de licor típico de la zona, contiene aguardiente de caña y frutas como pera y manzana.

Además de los eventos propios de las fiestas, la parroquia muestra también otras opciones turísticas como la visita a la reserva geobotánica Pululahua, a la iglesia construida en el siglo XVII, al museo Ortega y al bosque nublado Yungilla.

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