Las lluvias alteran el ritmo de vida de los capitalinos
Parece mentira, pero no lo es. Una lluvia altera planes, hábitos, horarios, comidas y otras actividades cotidianas, mucho más si es en las primeras horas de la mañana en que la ciudadanía se moviliza a sus actividades diarias. Ayer fue la evidencia de lo anotado.
A su vestimenta diaria, Ricardo Palma le sumó una chompa y un plástico para cubrirse del agua. No tuvo preocupación de la hora de llegada a su sitio de trabajo, pese a que arribó 20 minutos tarde, cuando regularmente está a las 07:00 para iniciar la venta de sandías en el Centro Histórico de Quito.
El trayecto desde la Ecuatoriana (al sur) hasta el Centro, que habitualmente le toma 40 minutos, ayer lo hizo en una hora y fue tortuoso, ya que primero se mojó los zapatos y el pantalón, tuvo que esperar buen tiempo un bus para llegar al “Trole” y de ahí, luego de hacer largas filas, ir aplastado y con “olores especiales” al sitio de trabajo.
“Todo es complicado”, dice, pero como buen comerciante está preparado; este día deja a un lado las sandías y saca a la venta los paraguas comprados para esta época.
En dos horas vendió seis grandes y cinco pequeños. La ganancia fue de 10 dólares, cantidad que en un día normal se gana en 9 horas de vender sandías.
El aguacero no tomó por sorpresa a la ciudadanía, que con sombrilla en manos y abrigos, botas, guantes y gorras salió de sus viviendas a cumplir con sus labores diarias. En toda la ciudad el tráfico vehicular estuvo congestionado.
Según el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi), las lluvias provienen del sistema de convergencia intertropical que incide en el Ecuador y por ende en la capital, en donde la temperatura llegó a los 5 grados en horas de la madrugada y a las 07:00 llegaba a los 11 grados centígrados.
Las calles se llenaron de agua, mientras que las calzadas húmedas ocasionaron una lenta circulación vehicular, lo que retrasó el ingreso de las personas a sus puestos de trabajo. Roxana Sánchez llegó 30 minutos tarde debido a que los buses de transporte urbano estaban llenos y no se detenían en las paradas. Ella afirmó que, cuando llueve en la ciudad, es imposible tomar un taxi y la mejor manera de movilizarse es el sistema de transporte público.
“Generalmente tomo el bus desde Solanda hasta la Patria, ese trayecto es de 45 minutos, pero ayer el automotor se demoró 25 minutos más, lo que causó que llegue tarde a mi trabajo”, explicó Elizabeth Cañar, empleada privada.
En las paradas de buses, la gente se arrincona para resguardarse, muchos prefieren esperar en las puertas de los locales, debido a que los autos pasan y mojan más que la misma lluvia, dijo Oswaldo Pinzac, quien salió más abrigado.
En un pasillo del Palacio Municipal, José Jaramillo, de 65 años, estaba reunido con sus amigos jubilados. No pudieron reunirse a media mañana en la Plaza Grande como es costumbre, inclusive la tristeza afloró. “No se puede estar alegre como en un día de sol; además, los compañeros no salen por el frío que hace”, dijo.
La congestión vehicular se sintió en varios puntos de la urbe, por las avenidas Amazonas, Juan León Mera, América, Orellana, en el norte, los conductores de buses especialmente tuvieron que disminuir la velocidad para evitar accidentes, mientras que otros circulaban despacio con riesgo de ocasionar accidentes de tránsito, que sí se produjeron (alrededor de una docena). Pasadas las 13:00 dejó de llover y aparentemente volvió la normalidad.