Las juntas parroquiales señalan que aún falta mucho por trabajar en el tema turístico, pues apenas hace 7 años que se impulsa este tema dentro y fuera de las poblaciones. de igual manera, señalan que necesitan mayor presupuesto para esa actividad
La Ruta Escondida busca ser descubierta
El pasado martes se presentaba como un día espléndido pues, a las 07:00, el cielo de Quito lucía totalmente azul, al tiempo que una leve brisa rozaba las mejillas de los primeros transeúntes de la ciudad.
Ajenos al ajetreo y prisas cotidianos que empezaban a vivir los habitantes de la ciudad, 36 personas de la tercera edad, la mayoría pertenecientes al proyecto municipal ‘60 y Piquito’, se disponían a vivir una apacible, aunque emocionante, aventura en las afueras de la urbe. Algunos más se unieron al grupo con la convicción de disfrutar de unas horas de esparcimiento al conocer nuevos lugares, personas, colores, sabores y sensaciones.
La Ruta Escondida fue el destino que visitaron los ‘abuelitos’, en un viaje por las 5 parroquias ubicadas en la parte norcentral del Distrito Metropolitano: Puéllaro, Perucho, Chavezpamba, San José de Minas y Atahualpa.
El recorrido es promocionado por la empresa Quito Turismo a propósito del feriado de Semana Santa, con el objetivo difundir los atractivos que existen a pocas horas del centro urbano.
La Ruta Escondida hace referencia al nombre dado por pueblos precoloniales a las parroquias
El Festival de la Ruta Escondida pretende potencializar el turismo en esa zona del Distrito.El bus partió a las 07:45 llevando en su interior a los ancianitos bien arropados con bufandas, gorras y guantes, en tanto que sus manos sostenían bolsos de distintos colores que contenían distintos implementos; algunos tomaban sus medicinas, otros se aplicaban bloqueador solar en el rostro, mientras no faltaban las risas contagiosas.
El viaje resultó tranquilo y permitía admirar los cambios del paisaje. Tras salir de la ciudad, lo primero que observaron los atentos turistas fueron los áridos parajes de Guayllabamba, seguidos del bosque seco del parque Jerusalén que, a momentos, se tornaba plomizo con la luz del sol, pero fue el indicador de que el primer destino: Puéllaro, se encontraba a pocos minutos.
Esa parroquia rural quiteña está a una hora y cuarto de Quito. El acceso principal, la vía Pisque-Puéllaro, atraviesa la localidad.
Lo primero que llama la atención allí es su plaza, adornada con grandes palmeras donde cientos de gorriones anidan e inundan con sus trinos el lugar; en el centro del lugar hay una pileta de piedra tallada en la que chorros de aguas danzan, mientras que abejas y quindes toman la miel de las flores que decoran los jardines y de las flores de los árboles de chirimoya que componen la ornamentación.
Dos iglesias rodean al parque. La una es pequeña y de color blanco y celeste y data de siglo XVII. Su estructura está hecha de cangahua, carrizo y posee techo de paja. Ese templo es utilizado ahora como centro cultural de la parroquia pues a un costado de ella, se alza en piedra y con un gran campanario la nueva iglesia, construida hace 40 años.
Cuando las campanas marcaron las 10:00, interrumpiendo el silencio del poblado, el bus llegó y los viajeros bajaros emocionados del vehículo. “Esta es la tierra de la chirimoya y el aguacate”, dijo Juan Rodríguez, guía comunitario, mientras invitaba a los visitantes a degustar el primero de estos productos. “Estas 2 frutas son emblemáticas para Puéllaro, pues su cultivo ancestral se originó aquí”, mencionó el habitante.
El grupo escuchaba con atención las explicaciones al tiempo que sus miradas parecían las de niños que esperaban conocer algún secreto sorprendente.
Esta pileta es una réplica exacta de la fuente de la plaza de San Blas, continuó Juan. En ese momento, Melania Endara (69 años) le comentó a su compañera de viaje: “Mira que a nuestra edad no dejamos de aprender”.
Tras ello vinieron las fotos de rigor en el atrio de la nueva iglesia y de la antigua, de degustar más chirimoyas o de simplemente disfrutar del paisaje, pues Puéllaro está rodeada de 2 cerros: de La Luz y El Campanario.
El viaje prosiguió y el clima templado cambió por un calor tropical, en señal de que estaba cerca la parroquia de Perucho, tierra de la mandarina.
EL TURISMO, UN NICHO POCO APROVECHADO
Uno de los principales inconvenientes que atraviesan las parroquias rurales del Distrito es su aún exigua promoción turística.
Por ello, desde hace 4 años aproximadamente, el Municipio se encargó de promocionar los atractivos turísticos de esas zonas del cantón.
Por ejemplo, la empresa Quito Turismo creó rutas para conocer las parroquias y para ello trabajó de manera conjunta con guías comunitarios y con comunas que decidieron emprender en ese tipo de proyectos.
Pero según varios representantes de las juntas parroquiales, ven necesario que se realicen más proyectos sobre turismo. En ese sentido, uno de ellos es el Festival de la Ruta Escondida, la cual es muy poco conocida por los habitantes de Quito.
Eva Quispilema, vocera de la junta parroquial de Puéllaro, comentó que anualmente llegan al sector 2 mil personas. Y aunque esa cifra es significativa, consideró que todavía es necesario impulsar más al sector, pues el mayor número de visitas se produce en la época de Semana Santa. “Mucha gente piensa que no pertenecemos al Distrito, no nos conocen y eso nos afecta”, aseguró Quispilema.
Así también, Lorena Arízaga, vocal de la junta, mencionó que varios de los problemas para promocionar a las parroquias es la falta de organización por parte de los representantes de las juntas. “Hace 2 años, en el Festival de la Ruta Escondida, tuvimos 2 mil turistas, pero este año la cifra cayó por la mala organización”.
Indicó que es necesario que tanto las autoridades del Municipio como del Gobierno Provincial impartan más talleres de capacitación.
Actualmente, la iglesia de Perucho, símbolo de la parroquia se encuentra en mal estado, pues la madera de más de 4 siglos está siendo consumida por la polilla. Arízaga comentó que desde hace un año solicitaron al Instituto de Patrimonio el tratamiento del material, pero que hasta el momento, no han obtenido una respuesta.
William Castelo, presidente electo de la junta de Atahualpa, dijo que su parroquia tiene un potencial turístico grande, pero se necesita mayor promoción incluso dentro de la misma parroquia; en especial para que su gente tenga confianza en esa actividad.
En el caso de Minas, Marcelo Flores, vicepresidente de la junta, indicó que una medida que potenciaría el turismo sería la habilitación de la vía Otavalo - Minas - Mitad del Mundo - Puéllaro. Al tiempo que dijo que una falencias que detecta es que no existen puntos de información turística en la zona.Un frondoso parque se asomó en el camino y el verde de las hojas de los árboles colmaba el lugar. Un intenso calor se apoderó del día, aunque algo de brisa transmitía a ratos la sensación de frescura.
Uno de los mayores atractivos de esa parroquia es su iglesia construida en 1542, 8 años después de la fundación de Quito. Su estructura es de madera y en su interior, se pueden apreciar esculturas de santos, crucifijos y vírgenes que fueron tallados por artistas de la Escuela Quiteña hace 4 siglos aproximadamente.
A pocos minutos de la plaza se encuentra la casa de la familia Pavón. En su finca, más de 1.600 plantas de mandarina llenan el huerto. La fruta se utiliza para fabricar vino sin alcohol.
A esa altura, los integrantes del grupo se desprendían de sus bufandas y sacos, mientras los paraguas de colores se abrían pues la temperatura superaba los 21 grados centígrados.
A pesar del calor, entre los árboles de mandarina, con un machete y un costal lleno hasta la mitad, se encontraba Luis Pavón (85 años), propietario de la finca, cuya vida es el cultivo de sus árboles frutales. “Yo fui el primero en plantar un árbol de mandarina en este lugar. Recuerdo que fue en 1962 y desde entonces no he parado”, comentó.
La historia del vino de mandarina nace en esa tierra, contó Laura Cárdenas, esposa de Luis, quien detalló que en junio y julio, época de cosecha de la mandarina, existe una sobreproducción. Y que buscando evitar el desperdicio de la fruta, fue que empezaron a producir el vino que se fermenta sin alcohol.
Los abuelitos degustaron la bebida servida en pequeñas copas plásticas. La mayoría optó por comprar 1 o 2 botellas del producto. “Son tantas cosas que ofrecen estos lugares y en Quito no las conocemos. Me preguntó ¿por qué en los centros comerciales no venden este tipo de vino. Su sabor es suave y dulce, perfecto para tomarlo después del almuerzo”, comentó Elena Suárez (69 años).
Era tiempo de partir, pero el viaje deparaba más sorpresas pues a menos de media hora, se encontraba Chavezpamba, una de las parroquias más pequeñas: menos de 50 casas rodean la plaza y la iglesia. Uno de los atractivos naturales que es comúnmente visitado por turistas es la loma Itagua, desde donde es posible observar partes del norte de Quito.
Allí, la vida es apacible. Al menos así la describió María Duque (84 años), una de las moradoras más antiguas del lugar. “Yo puedo dejar mi tienda abierta todo el día e irme y aquí no se pierde nada, pues nos conocemos unos a otros y el cuidado es solidario”, mencionó.
Antes, y mientras el autobús recorría la carretera que une a las parroquias, se podía apreciar 2 entornos distintos, pues un ancho cañón divide a las parroquias norcentrales de San Antonio y Pomasqui. Así, a un lado del accidente geográfico se podían divisar las montañas y canteras del sector de la Mitad del Mundo y al otro lado se observaban bosques de pino, vegetación silvestre y sembríos de maíz, fréjol y otros productos.
A corta distancia de Chavezpamba se encuentra Atahualpa. El camino para llegar se abre paso en medio de casas iniciales, que luego dan lugar a la plaza central dominada por la iglesia que recibe a los visitantes y constituye una característica de las zonas rurales.
La parroquia es considerada una zona ganadera, pues allí se producen a diario 10 mil litros de leche. La plaza central es adornada por una pileta y la iglesia, construida en 1932, y pintada completamente de amarillo, lo que la asemeja a algunos cuadros.
El trinar de los pájaros, común en toda la zona, también inunda ese lugar, donde, el viento sopla con fuerza en ocasiones.
Las 5 parroquias pueden ser recorridas en un fin de semana. Los guías son moradores del lugar.Humberto Vallejo y su esposa, Carmen Bastidas, con quien lleva casado más de 50 años, caminaron tomados de la mano por el lugar. Se sentaron en una de las bancas del parque y observaron a su alrededor. “Este es nuestro tiempo, pues ya cuidamos a nuestros hijos y nietos. Y ahora, de viejitos, nos tenemos el uno al otro y vinimos a este paseo porque queremos disfrutar sin preocupaciones. Pero no nos movemos el uno sin el otro”, comentó Humberto con aire aún enamorado.
Atahualpa ofrece varios atractivos. Hace 3 años se rehabilitó la piscina de la parroquia, la que tiene capacidad para 200 personas y cuyo complejo ofrece servicios de sauna e hidromasaje. Ahí también se pueden visitar 8 cascadas, el bosque primario del cerro Fuya Fuya y la ruta que lleva a las lagunas de Mojanda.
Una de las cascadas más cercanas es la llamada El Cucho. Para acceder se puede contratar una camioneta en la plaza central y el recorrido hasta el acceso toma 15 minutos. Tras pasar un pequeño arroyo y caminar entre el bosque, en menos de 8 minutos se llega a la caída de agua. La ruta fue intervenida por la junta parroquial, por lo que cuenta con senderos bien señalizados.
Otro atractivo es el cementerio, pues su diseño lo asemeja al campo santo de Tulcán. Más de 20 árboles de ciprés tienen formas animales, de figuras humanas e incluso existe una réplica de la iglesia del pueblo.
Mercedes (80 años) y Mariana (70 años) Mera, 2 hermanas habitantes de Pomasqui, comentaron que siempre salen juntas a sus paseos y a realizar cualquier otra actividad, pues concuerdan en que ser de la tercera edad no implica una vida sin actividades. “Es una alegría salir del marasmo del hogar, estar tranquila y disfrutar el paisaje. De este lugar me gusta todo, desde el clima hasta el calor de la gente”, mencionó Mercedes.
Esa fue la última parada del viaje aquel día, pero todavía queda por recorrer San José de Minas.
Por ello, con sentimientos encontrados se despidieron los viajeros, muchos de los cuales conocían por primera vez la zona. “Es una sorpresa para mí, como quiteño, conocer estos lugares. Siento tristeza por no haber podido aprovechar antes estas maravillas, pues los sitios que hemos conocidos son encantadores. Al contrario de la ciudad, estos sitios son limpios, su gente es amable, ni hablar de la arquitectura de las casas e iglesias, que todavía guardan tradiciones”, comentó Edmundo Yépez (65 años).
Pero la Ruta Escondida tiene mucho más por ofrecer. Y justamente uno de los sitios aún por descubrir es San José de Minas, cuyos moradores se dedican tradicionalmente a las actividades agrícolas, pero que desde hace 4 años, impulsan los destinos turísticos del lugar.
Minas, por ejemplo, está rodeada de las montañas llamadas Los Aparejos y Bueno Aires, que ofrecen una visión única. Además, en ese sector existen 4 cascadas y los bosques de Cambugán, Pirujo y el Mirador.
Esa parroquia comparte con sus vecinas la paz que inspiran sus paisajes y, sobre todo, la constante amabilidad de sus habitantes.
Para llegar allí es necesario tomar un desvío de camino existente cerca de Chavezpamba (ver mapa).