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El pueblo protagonizó la lucha contra los estancos y las alcabalas

La revolución quiteña se prendió en San Roque

La revolución quiteña se prendió en San Roque
06 de julio de 2014 - 00:00 - Manuel Espinosa Apolo, Historiador

A partir de 1750, la economía de la Real Audiencia de Quito atravesó por una severa crisis. Después de finalizada la guerra anglo-española en 1763, la renovación de la competencia internacional afectó directamente a los textiles quiteños.

El golpe repercutió severamente en una población que había sufrido los estragos y consecuencias del terremoto de 1755 y las epidemias de 1759 y 1765; sobre todo esta última, que asoló la ciudad.

En este azaroso ambiente, se empezó a implementar el proyecto de la nueva dinastía de los Borbones (que reina hasta la actualidad en España). Aquel proyecto buscaba endurecer los mecanismos de control de la economía colonial.

En 1764, el virrey de Nueva Granada decidió estatizar el comercio del aguardiente, a través de la administración directa de dicho recurso y el impuesto de la alcabala, gravando cada transacción de alcohol que se realizara.

En Quito, el negocio del aguardiente era administrado de manera privada por una amplia red de actores locales, en la cual estaban inmersos diversos grupos sociales y numerosas familias, desde hacendados hasta pulperos, pasando por trapicheros y arrieros. Esa red es la que los colonizadores quisieron desmantelar.

La oposición a las medidas fiscales que se intentaron imponer en 1764 provino, en primera instancia, de los niveles más altos de la sociedad quiteña. La élite criolla se pronunció en contra del monopolio estatal del aguardiente, basado en las dificultades económicas de la región, mientras los eclesiásticos reclamaron la supresión de tal medida por razones morales.

A pesar de estas peticiones, el 1 de marzo de 1765 la administración española inauguró el monopolio del aguardiente y, a mitad de mayo, impuso la alcabala.

Inmediatamente, este impuesto empezó a ser aplicado a personas que nunca antes habían pagado: eclesiásticos e indígenas que proveían al mercado urbano con productos agrícolas. A partir de entonces, los rumores empezaron a expandirse por la ciudad, llegando a decirse incluso que se iba a gravar las piedras del río y a los infantes en el vientre de las madres.

El 22 de mayo de 1765, la rebelión de los barrios de Quito empezó en San Roque, en el marco de los preparativos de la fiesta de Corpus, un período de movilizaciones competitivas que congregaba a gran parte de la población de la ciudad, lo que en parte permitió encubrir las intenciones de la misma.

En la noche del 22 de mayo, las multitudes fueron convocadas con el retoque de campanas de la Iglesia sanroqueña y por cohetes lanzados en los barrios de San Sebastián y San Blas. Fue una autoconvocatoria de los vecinos para acudir a la Casa de la Aduana y al Estanco de Aguardiente, entidades del Estado Colonial, ubicadas en la plaza de Santa Bárbara.

La multitud reunida en San Roque bajó hacia Santo Domingo, donde un contingente de moradores animó a los de San Sebastián para que se sumasen al levantamiento. Entonces, una masa conformada por miles de personas se dirigió a Santa Bárbara y demolieron la Casa de Aduana y el Estanco de Aguardiente sin que las fuerzas de la Audiencia pudieran frenar a los amotinados.

Los representantes de la Corona tuvieron entonces que someterse a una negociación con el pueblo de Quito, teniendo como mediador al propio obispo, y tuvo que acordarse el perdón de los insurrectos, junto con la suspensión del monopolio del aguardiente y el cobro de la alcabala. En esas circunstancias, los barrios y las gentes plebeyas se soliviantaron y provocaron algunos desmanes. Ciertos vecinos ricos de la ciudad, temerosos del clima de intranquilidad, pidieron vigilancia a la Audiencia.

Los alguaciles, por orden del Corregidor, procedieron a detener y a torturar a algunos de los que habían participado en el levantamiento. La represión resultó una especie de venganza oficial, lo que ocasionó un segundo levantamiento, esta vez el 24 de junio de 1765 en medio del desorden y el ruido de la fiesta de San Juan. Ese mismo día empezaron a circular pasquines en el barrio de San Roque, llamando a la unión de los barrios contra el corregidor de Quito por los abusos cometidos en contra del pueblo.

La vinculación con el festival de San Juan resultó estratégica, ya que por esas fechas se escenificaban batallas rituales entre los barrios, llamados en el Mundo Andino: tinkus, como los que se ven hasta hoy en las fiestas del Inti Raymi en Cotocachi. El estallido ocurrió a la tarde cuando el corregidor y un grupo de peninsulares intentaron hacer una demostración de fuerza disparando contra la multitud de San Sebastián, resultado de lo cual murieron 2 o 3 personas. La reacción inmediata fue un levantamiento antiespañol. Las casas de los mercaderes peninsulares fueron saqueadas y se lanzaron ataques contra la Casa de la Audiencia, máxima sede de los colonizadores.

De esta manera, y una vez que la Audiencia quedó inerme, se llevó a cabo una capitulación que consistió en la rendición de las armas oficiales, la expulsión de los españoles peninsulares solteros y la emisión del perdón general a los amotinados. A partir de entonces, la autoridad efectiva de Quito pasó a manos de los mismos quiteños, anticipando lo que en el s. XIX sería en Europa la llamada Comuna de París, mientras los funcionarios reales esperaban una coyuntura más favorable. Los levantados nombraron a ciertos criollos respetados como capitanes de los barrios, quienes intentaron canalizar la agresividad del pueblo, que se manifestaba periódicamente en renovados ataques a la propiedad y en el intento de controlar los desplazamientos de los europeos dentro de la ciudad.

En ese clima de sedición se hicieron llamamientos a la independencia, e incluso se propuso al conde de Selva Florida como monarca. Posteriormente, una política de no confrontación entre criollos y oficiales reales llevó a un apaciguamiento progresivo de los ánimos en los meses que siguieron. Por todas estas razones, algunos historiadores han considerado al levantamiento popular de los barrios de Quito el más claro antecedente y en el hecho precursor del proceso independentista suscitado entre 1809 y 1812, denominado La Revolución de Quito.

Estos acontecimientos han sido silenciados y olvidados por la memoria oficial de Quito, de claro contenido hispanista y procolonialista, debido a que precisamente revelan lo contrario del estereotipo de Quito como “la muy noble y leal”, demostrando más bien que la ciudad fue de las colonias españolas, la menos fiel e incondicional a la corona.

La revolución de los barrios de Quito y sus 2 levantamientos, tanto el del 22 de mayo como el del 24 de junio de 1765, deben ser recuperados y destacados como hitos en el arduo proceso de emancipación y descolonización de los americanos y quiteños en particular.

UN SECTOR CON RAIGAMBRE COMERCIAL

La parroquia eclesiástica de San Roque fue fundada el 18 de Agosto de 1594. La calle Rocafuerte es la arteria principal del sector y lo comunica con el resto de la urbe. La ruta está rodeada por el mercado de San Roque y el edificio del expenal García Moreno.

El barrio se ha constituido históricamente como un puntal del comercio de la ciudad. Varios de sus inmuebles funcionan incluso hoy como lugares de expendio y viviendas.  

Pero desde tiempos prehispánicos, la zona fue un centro de intercambio de productos. Ya en la época de la Colonia, el sector se constituyó como un centro de abastecimiento de los españoles, pues los terrenos que se encontraban tras la iglesia de San Francisco fueron destinados al cultivo de diversos productos.

Para el siglo XVII, San Roque era una zona en la que convivían indios, mestizos y españoles. El nombre del barrio se debe a que la devoción de un indígena al santo, según algunas fuentes. El hombre habría tenido una herida que no sanaba y frente a esa situación compró una imagen del santo para pedirle que lo curara y este habría obrado el milagro. Desde entonces, la devoción del indígena se hizo popular en el sector y de ahí su nombre.

San Roque es un referente de lucha, pues de los moradores de este barrio nacen las ideas libertarias y de independencia .

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