La Plaza Arenas, el mercado que se renueva con lo antiguo
Pensar que su abuelita fue la pionera de la venta de ropa usada en Quito, las llena de orgullo. No existe un registro histórico de aquello, pero las medio hermanas Martha Cadena y Elsa Guerra se alegran cada vez que cuentan las historias que les relató su antecesora.
En medio de estas historias creció el Mercado Municipal Plaza Arenas, uno de los centros de expendio más emblemáticos de la capital. Ubicado entre las calles Vargas y Galápagos, antes de ser mercado era plaza de toros, pero a partir de enero de 1970 abrió sus puertas como feria.
Manuel Beltrán (72 años), quien tiene un puesto para el negocio de ropa usada, dice que la demolición del ‘coso’ no solo sacó lágrimas a los amantes de la ‘tauromaquia’; también lloraron los aficionados al boxeo y al baile, ya que el complejo contaba con instalaciones destinadas a estas actividades.
De la construcción original solo quedan 2 muros. El más simbólico es el que da a la calle Vargas. Allí todavía se notan los arcos de los establos de la plaza de toros. Al otro lado de la pared, la calle conserva el empedrado original, las gradas y el arco que inspiró a muchos artistas de los años veinte y dio tanta fama a ‘La Guaragua’ como el barrio perfecto. Tanto, que se lo menciona en la canción ‘El Chulla Quiteño’.
Pero los primeros mercaderes de la Plaza Arenas no comenzaron sobre lo que quedó de la plaza de toros. Sus primeras ventas se hicieron en el mercado 24 de Mayo (hoy bulevar), desde donde se los trasladó a la plaza de San Blas para, posteriormente, ser reubicados en el actual sitio hace 44 años.
Una de las primeras comerciantes fue Carmen Moreno, abuelita de Martha Cadena (67 años) y Elsa Guerra (60 años). Carmen atendió a sus clientes desde el puesto que tuvo en la 24 de Mayo hasta el lugar que le asignaron en el exescenario taurino.
“Mamá (María Luisa Guerra) nos conversaba que mi abuelita, sin pensarlo, se convirtió en la primera persona de la ciudad que vendió ropa usada. Eso sucedió hace más de 70 años cuando falleció mi abuelito. Sin tener qué hacer con la ropa del difunto, la abuelita la empacó y la sacó a vender en la 24 de Mayo. Días después, otras personas hicieron lo mismo”, narró Elsa, quien trabaja junto a su hermana en el quiosco 117.
Herencia y tradición
Pero Martha y Elsa no son las únicas que heredaron el negocio de sus antepasados. Según Marco Aguilar (48 años), presidente de la Asociación de Pequeños Comerciantes del Mercado Plaza Arenas, en el 50% de los puestos laboran los hijos o nietos de los propietarios originales.
“Esto es una concesión que consta como normativa municipal, no solo en este mercado, sino en todos los de la capital. Este reglamento dice que en caso de muerte del titular, el puesto pasa a un familiar, sea por consanguinidad o afinidad”, detalló.
En el establecimiento existen 253 locales, distribuidos en comercios de ropa, calzado, ferretería, bazares, discografía. En todos los casos existen sitios de artículos nuevos y usados. También hay almacenes con libros usados y otros dedicados a las antigüedades.
A estos se suman los talleres de artesanías —especialmente de forja en metal y costura—, mecánica industrial y los salones de comida o bebida.
Anita Pacheco Proaño (45 años), oferta antigüedades. Entre los objetos más curiosos que vende constan muñecas y otros juguetes, así como candelabros y adornos de metal. Un viejo muñeco del vaquero Johnny West y otro de Man-E-Faces (de la serie infantil de TV Los Amos del Universo), se confunden con personajes nuevos como Buzz Lightyear, de Toy Story, o Ben 10.
“Acá tenemos cosas para todos los gustos y edades, para jugar o coleccionar”, comentó Anita, al tiempo que acomodaba una de las tortugas ninja junto al demonio de Tasmania.
Ella administra la tienda desde hace 7 años, un año antes de que su madre (María Proaño) falleciera. El puesto 18 resultó el mejor legado que recibió. Con el producto de las ventas ayuda a su esposo (Juan Farinango) a educar a los 3 retoños que procrearon y que estudian en la actualidad.
“No creo que ninguno de mis hijos siga con el negocio. Ellos deben ser profesionales. Yo seguiré aquí mientras pueda”, aseguró.
Otro atractivo del lugar son los talleres artesanales, especialmente de forja y costura; oficios ya poco comunes en la globalizada y creciente urbe quiteña.
Gracias a eso, el bramar de las máquinas de coser o el de las sierras para cortar metal se confunden en extraña armonía con los golpes sobre los yunques y las chispas de las soldaduras.
Conciencia social
Marco Aguilar sostiene que la Plaza Arenas además de ser patrimonial es única. No solamente por la variedad de lo que expende o los servicios que ofrece, sino por las buenas prácticas que difunde.
“Estamos acorde con el boom de la conciencia ecológica. Nuestras prácticas están relacionadas con las 3R: reciclar, reutilizar y reducir”, afirmó.
De hecho, los comerciantes de este centro mercantil reciclan o adquieren ropa y zapatos que personas de clase alta, media alta y media dejan de usar y se las venden a ciudadanos de clase media baja y baja. A la vez, los forjadores compran chatarra y la convierten en artesanías. “Alargar la vida útil de las prendas de vestir o darle otro uso a lo que parece basura es reducir el gasto de recursos”, reflexionó el directivo.
El propósito de los comerciantes para este año es consolidar el proyecto de reconstrucción del mercado, con la adaptación de locales más amplios y estéticos, que atraigan a los turistas; la instalación de cafeterías y de entradas con rampas para el acceso de personas con discapacidad física. La idea es mejorar la infraestructura, sin dañar los 2 muros que formaban parte de la plaza de toros.
De la propuesta tiene conocimiento la administración de Augusto Barrera, alcalde saliente, pero se quiere que alcalde electo (Mauricio Rodas) desarrolle el planteamiento.
El objetivo es que la obra vincule a entidades municipales como la Agencia de Coordinación Distrital del Comercio, el Instituto Metropolitano de Patrimonio y Quito Turismo, que de manera conjunta pueden llevar adelante el mejoramiento de esta feria.