Coleccionistas y vendedores en línea son algunos de los clientes del local
La música trae recuerdos junto a San Francisco
Esther Pazmiño recuerda que ‘La Bailanta’ fue el último éxito que produjo buenas ventas para quienes se dedicaban a comercializar discos de acetato. De eso hace aproximadamente 20 años y desde entonces, su negocio Galería Musical se ha transformado en una mezcla de local de música, bazar y tienda de abarrotes.
El espacio, ubicado al inicio o al tope (según se quiera ver) de la calle Sucre, en la plaza de San Francisco en algún momento tuvo incluso cabinas telefónicas.
Hoy, el área dedicada al negocio luce reducida frente a las dimensiones iniciales, pues comparte la doble función de proveedor de dinero y vivienda de Pazmiño y su familia.
La parte musical está compuesta por exhibidores en los que se puede encontrar Long Play (LP), de los que giraban a 33 revoluciones por minuto; discos pequeños de una canción por lado y velocidad de giro de 45 revoluciones por minuto y unos pocos discos compactos.
Ordenados sobre un anaquel pegado a una pared aparecen, también casetes, aquellos artefactos que anticiparon la revolución que se vive en la actualidad. Fueron los primeros que permitieron distribuir la música al gusto, grabándola directamente en casa desde cualquier disco.
Esther asegura que no consigue los discos en ninguna parte, sino que los obtiene de un espacio que le sirve como bodega y en el que conserva el material que ella y su esposo fueron acumulando por años para el negocio.
Dice que el antiguo material discográfico tiene salida. Sin embargo, durante alrededor de 40 minutos nadie entró al local para preguntar por alguna mercancía de este tipo. Y a pesar de la lluvia, los helados eran los productos más solicitados, sobre todo por las colegialas.
Esther baja inconscientemente la voz para contar un secreto que —dice— descubrió hace poco. Asegura haberse convertido, sin quererlo, en parte de las ventas de discos de colección en línea.
Alguna gente llegaría a su local y otros espacios de la ciudad que se dedican a lo mismo en busca de ‘joyas musicales’ y las estarían revendiendo, anunciando en sitios web como Mercado Libre y OLX.
Lo supo cuando, casualmente, un proveedor de música antigua y uno de sus clientes coincidieron en su local un día.
Ella misma ha hecho algún experimento al respecto al anunciar, con ayuda de sus hijos, parte del material que conserva en uno de esos sitios de venta en Internet.
Apunta que antes de ‘La Bailanta’, ‘La Lambada’ y otras canciones de moda en la década de 1990 ponían a mover el negocio, además de los pies y la cadera de la gente.
Tanto que, en algún momento, Galería Musical tenía sucursales en otros puntos de la ciudad e incluso en otras urbes del país.
Recuerda que por años, los discos que producía la orquesta Don Medardo y sus Players para las fiestas de Quito tenían mucho éxito, así como las recopilaciones anuales de música tropical que aparecían bajo nombres como ‘Los 14 cañonazos bailables’ o ‘Los Superéxitos Bailables del año’.
“Poníamos a sonar la música en nuestros tocadiscos y la gente entraba y los pedía. Pedíamos, por decir algo, 100 discos, y se agotaban”.
Hoy las cosas son distintas y, además de los vendedores de música en línea, los clientes del negocio son alguno que otro coleccionista, además de personas (sobre todo de edad), que buscan alguna canción o disco específico.
Para atraer potenciales compradores, Esther utiliza como gancho la técnica de ofrecer discos de 45 revoluciones por minuto a precio de ganga: 10 unidades por $ 1. Claro que esto lo hace con música grabada por artistas que no son tan reconocidos.
A los LP y a la música de cantantes e intérpretes más renombrados, les da otro tratamiento comercial.
Otro giro del negocio es la venta de agujas para equipos de sonido. Estos elementos también los conserva embodegados y algunos le llegan de una fábrica de Colombia. (I)