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La Mariscal, ícono de la modernidad urbana quiteña

En el cosmopolita barrio de La Mariscal conviven la arquitectura moderna con la tradicional. Hoy es la ‘zona rosa’ de la ciudad y a diferencia del sector La Floresta, conserva menos aspectos residenciales.
En el cosmopolita barrio de La Mariscal conviven la arquitectura moderna con la tradicional. Hoy es la ‘zona rosa’ de la ciudad y a diferencia del sector La Floresta, conserva menos aspectos residenciales.
11 de mayo de 2014 - 00:00

El Quito moderno firma su partida de bautizo en el barrio La Mariscal (centro-norte), pues en ese sector surgió a mediados del siglo XX, un nuevo concepto urbanístico que dejaba de lado el modelo colonial.  
Fue en esa época cuando familias adineradas decidieron abandonar el casco antiguo, para trasladarse hacia el norte de Quito; antes de esto, el límite de la ciudad estaba fijado en El Ejido y como máximo, la avenida Colón.

El libro La Mariscal, la historia de un barrio moderno en Quito señala que “con el surgimiento de La Mariscal, Quito dio un paso decisivo hacia la modernidad, al adoptar un nuevo modelo de ocupación  y de uso del suelo, crecimiento que implicaba una transformación profunda  en la concepción del espacio urbano”.

Esto significó que la capital “pasó de (ser) la ciudad compacta colonial” a una urbe que buscaba residencias que ofrecieran confort, caracterizadas por amplios jardines y espacios verdes, los mismos que se conjugaban con un diseño anglosajón de las casas, aspecto que fue determinante para la modernidad urbanística de la ciudad.

A partir 1900,  Quito empieza a contar con otro tipo de espacios que eran ocupados por  familias pudientes de la capital, cuya forma de vida exigía que, tanto la ciudad como el sector, cuenten con la presencia de teatros, centros deportivos, transporte y servicios como agua, teléfono luz y alcantarillado.

Para 1922, la elite citadina generó la idea urbanística conocida como ‘Ciudad Jardín’, que incluía a los sectores de La Mariscal, la Colón y Belisario Quevedo.

“Las ciudadelas del norte se organizaron en torno a un concepto norteamericano del espacio. Las  viviendas eran amplias, con calles espaciosas y la casa estaba situada en el centro del  terreno y rodeada de jardines”, señala el texto antes mencionado.

Como se mencionó, hasta principios del siglo pasado,  los límites geográficos y sociales de la ciudad estaban bien establecidos de la siguiente manera:  al norte, la ciudad se erigía hasta la Av. Colón (actual hospital Baca Ortiz) y al sur, hasta la Villa Flora.

En el caso del Centro Histórico, las casas residenciales fueron vendidas o arrendadas, especialmente a familias de obreros y artesanos, muchos de ellos de provincia. Algo similar ocurrió en el sur.

Pero la expansión y modernización trajo consigo nuevas necesidades de servicios de distintos tipos. Uno de ellos fue el transporte pues, para aquellos años se necesitaba de  un sistema que atendiera a la ciudad. Por esta causa, el Municipio implementó el proyecto del tranvía en 1911, el cual estaba pensado para los barrios de Chimbacalle y La Madgalena.

Pero el desarrollo urbanístico de la ciudad exigió que el tranvía llegara hasta las villas de la avenida Colón, sitio en donde estaba construido el primer hipódromo de la ciudad; luego, el espacio se mudó al sector de La Carolina.

“Mi familia vivió en un inicio en el Pasaje Royal (o Amador), en el Centro Histórico. Era un casa colonial hermosa, pero con poco espacio verde. Ese fue uno de los motivos por los cuales mi padre decidió vender la vivienda y comprarse un lote en La Mariscal. El cual sabíamos, desde ya sabíamos, que era un sector residencial, con espacio y que ofrecía tranquilidad. La vivienda que construimos en esta zona fue de estilo art nouveau y en ella realizábamos hermosos party garden  (fiesta de jardín). La vida era tranquila en aquel entonces”, comentó Gladys Paz, que vive en el sector desde 1950.

Los cambios urbanísticos conllevaron a que la organización territorial de La Mariscal se diversificara para que, en las décadas de los cuarenta  y cincuenta, se crearan urbanizaciones en lo que hoy son las av. Orellana, 6 de Diciembre y Diego de Almagro. También se incorporaron a la imagen urbanística colegios, clínicas, iglesias, etc., aunque siempre predominaron las casas particulares.

Pasada la medianía del siglo en el sector empezó a florecer el área comercial. Por ejemplo, la familia Wrigth abrió la primera bodega de la empresa La Favorita; también se construyeron grandes edificios como el Hotel Colón, bancos, clínicas, hospitales, etc. 

La influencia de migrantes judíos también fue importante para el desarrollo de La Mariscal, puesto que la mayor parte de los extranjeros eran personas que tenían estudios universitarios, muchos de los cuales fueron investigadores y artistas.

En años posteriores, el barrió recibió más personas, pues su estratégica ubicación permitió que se crearan otros espacios de tipo cultural, gastronómico y de diversión, lo que convirtió a la zona en un lugar cosmopolita.

Esos factores hicieron que el barrio sea considerado, poco a poco,  como un centro de actividad financiera. A pesar de ello, hasta mediados de los años setenta, el sector era aún un enclave residencial. Una década después, las casas residenciales se convirtieron en locales de comida, ropa, e inclusive, muchas fueron clubes nocturnos.

Licia Cazares, quien vive en el sector desde 1979, comentó que en aquella época el barrio se constituyó en el nuevo centro de la ciudad por sus características urbanas, arquitectónicas, comerciales y culturales.

Actualmente, La Mariscal es un sitio de encuentro de quiteños y de turistas. El lugar cuenta con más de 874 establecimientos comerciales, culturales, educativos, hospitalarios y de diversión.

Los residentes del sector conviven con el movimiento nocturno que se produce en la conocida plaza Foch y sus calles aledañas (Calama, Reina Victoria, Juan León Mera y Amazonas).

El Municipio, a partir de 2005, en una de las ordenanzas de uso del suelo y su regulación señaló a La Mariscal como “uno de los referentes más importantes del Quito moderno y nodo de concentración y desarrollo de actividades económicas y turísticas del Distrito Metropolitano”.

Datos de la Administración Zonal del área indican que semanalmente llegan al sitio más de 1.400 turistas y es común observar a cualquier hora del día a extranjeros; muchos de ellos, inclusive han decidido vivir allí.

“Creo que este es un sector que facilita la vida de extranjero. Llevo viviendo aquí 6 meses y aquí tengo todo. No me hace falta salir a otros sitios si necesito comer, porque aquí encuentro desde comida libanesa hasta china”, señaló Robert Peterson.

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