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El Telégrafo
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No es raro que choferes y ayudantes trabajen diariamente más de 10 horas en medio del tráfico

La jornada al volante de un bus se vive entre música, risas y peleas en las vías

El intenso tráfico en horas pico hace que los conductores de buses se atrasen en sus horarios de ruta. Prefieren no recoger pasajeros en las paradas y acelerar.
El intenso tráfico en horas pico hace que los conductores de buses se atrasen en sus horarios de ruta. Prefieren no recoger pasajeros en las paradas y acelerar.
Foto: Archivo / EL TELÉGRAFO
05 de agosto de 2017 - 00:00 - Redacción País Adentro

Son las 06:00. Las calles de Quito aún están adormiladas y no hay muchos vehículos en las vías.

Las puertas y ventanas cerradas del bus no impiden que los vientos fríos y, a momentos, huracanados de esa hora se filtren. Pero el chofer y su ayudante ya están acostumbrados a esa situación.

Segundo Yaguachi, propietario del bus, conduce despacio. Lleva pocos pasajeros por ser vacaciones en la Sierra y donde quiera que ellos soliciten la parada se detiene, aunque no sea una oficial. Termina la ruta en unos cuantos minutos y con pocos dólares en la tarrina que le sirve de alcancía.

Pasan las horas, el sol empieza a pegar, la mañana se calienta y la ciudad luce más despierta.

A las 08:00, las paradas están llenas de pasajeros. El bus de Segundo va repleto. Pero una hora después nuevamente va sin gente. Junto a su ayudante, mira desilusionado los 3 buses, de otras cooperativas, pero con similares rutas, que van adelante.

Luis Gordillo, el controlador, dice que la mayor parte del día no tienen muchos pasajeros. Solo en las horas pico hay clientes.

Las oportunidades para reírse no faltan. Algún error de un conductor o alguna anécdota siempre surgen en la conversación.

“Aquí se ve de todo”, dice Yaguachi al paso de una mujer atractiva. Y es que mientras conduce y se mueve al ritmo de la cumbia que suena en la radio, pita cuando ve a una mujer que le gusta. Y si el pito no le es suficiente, le lanza algún piropo.

Pronto serán las 12:00 y la congestión vehicular es más fuerte. Conductores de carros livianos se cruzan frente al bus, frenan inesperadamente y se detienen muchas veces sin colocar luces de parqueo.

Segundo trata de mantener la calma, aunque pita con frecuencia. Respira profundo y dice en voz baja algún insulto.

Lo que más le molesta es caer en huecos, no mira un rompe velocidades o calcula mal en una curva causándole un raspón a su gran vehículo.

Hace sol y el calor dentro del bus es intenso. Hay tráfico. Los carros se detienen por algunos minutos y avanzan lentamente.

El circuito ahora lo hace en más de una hora. Le preocupa no cumplir con los horarios establecidos. “Es un problema esto de timbrar. Por llegar a tiempo toca ir rápido y se puede causar un accidente”, dice el chofer, quien agrega que si se llega tarde más de 100 minutos acumulados en la semana, lo suspenden por 5 días.

Dice que esta es la razón de las altas velocidades de los buses al interior de la ciudad. Además del tráfico y la viveza de algunos conductores que pelean en las vías, la pregunta constante de los pasajeros de si pasa o no por tal calle molesta a los 2 trabajadores del transporte público. Entre risas y enojo, ambos se cuestionan si la gente ve o no las rutas especificadas sobre el parabrisas.

Yaguachi está acostumbrado a los problemas en las calles, a las condiciones climáticas y al mal humor de muchos pasajeros. Asegura que él no se estresa porque tener un bus es un sueño hecho realidad.

Viene de una familia humilde. Recuerda que su niñez fue muy triste porque no tenía dinero. De pequeño lustraba zapatos y su sueño siempre fue tener un carro grande.

“Mira cómo brilla el bus”, le dice Yaguachi, con los ojos iluminados, a Gordillo cuando pasa frente a un edificio.

“Mientras más lo cuida más se raspa o se daña”, le responde Gordillo con una carcajada.

Por otro lado, para Gordillo sí es estresante trabajar en un bus porque trata con todo tipo de gente y la labor es rutinaria. Además, suele terminar el día con dolor de garganta, sobre todo cuando hay mucho polvo, y es que para llamar a los pasajeros debe anunciar las rutas a gritos.

Finalizan la jornada con alrededor de $ 150. Cada día empiezan y terminan a diferentes horas. Antes de retirarse a sus casas, deben ‘tanquear’ el bus, limpiarlo y baldearlo. Dos veces a la semana lo lavan y hoy deben hacerlo. (I)

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