El barrio surgió en la década de los 60 como parte del Comité del Pueblo
La herencia afro se halla dispersa en La Bota
Al sector La Bota “le pusieron el nombre tras su divorcio del Comité del Pueblo”, explica riendo Carlos Pozo, habitante de ese sector del nororiente de Quito desde hace unos 35 años. “Lo de La Bota viene por la forma que tenía el barrio al principio (antes de que creciera) visto desde arriba, de la zona del Comité”.
La separación, o ‘divorcio’ como la denomina Pozo, entre La Bota y El Comité del Pueblo ocurrió hace 3 décadas y media aproximadamente.
La zona había surgido unos 15 años antes de aquello como una sola cooperativa bajo el liderazgo del político Carlos Rodríguez como una alternativa de vivienda para los sectores populares.
“Por entonces todo esto era botado, no había nada”, cuenta Luis Carabalí, el propietario del restaurante especializado en la venta de pescado frito y yuca que ha dado fama al sector.
El valor que se pagó por los predios es una fuente de contradicciones entre los antiguos moradores de La Bota. Manuel Quilumba señala que pagaron 3.500 sucres (S/.) por los terrenos, en tanto que el conocido como ‘rey del pescado’ cree recordar que fueron S/. 5.500.
Al principio, la mayoría de las casas eran de cartón y madera. En el caso de la familia Carabalí, construyeron su vivienda con bloques de adobe que ellos mismos elaboraron.
La aseveración de don Luis acerca de que en principio “no había nada” aplica bien con el hecho de que la zona carecía por completo de servicios básicos.
El agua, por ejemplo, era abastecida por tanqueros que llegaban desde lo que entonces era visto como la lejana ciudad y la parroquia Calderón. El llenado de un tanque costaba 40 centavos de sucre en un principio. Luego la tarifa subió a 60 centavos, hasta llegar a un sucre.
Por encontrarse unos 200 metros más abajo de la altitud promedio de Quito (2.800 m s.n.m.), el clima de la zona es más cálido que el de la mayoría de sectores capitalinos.
Ese habría sido uno de los elementos que atrajeron al barrio a gran cantidad de personas originarias del valle del Chota y áreas aledañas.
Esta situación generó que algunas personas bautizaran al lugar como la ‘sucursal del Chota’ o el ‘valle chiquito del Chota’. Estas denominaciones, sin embargo, no gustan a todos —incluidos algunos ciudadanos de origen afro—.
“No es una actitud discriminatoria, pero no todas las personas que vivimos en La Bota somos de piel negra”, dice Pablo Vargas.
Este estudiante de Medicina asegura que el barrio es como cualquier otro de la ciudad “en el que vivimos mestizos, indígenas, afros y ahora incluso bastantes extranjeros”.
Gloria Minda, una comerciante originaria de Ambuquí, coincide en que si bien la población afroecuatoriana es abundante en la zona, no es mayoritaria. “Habemos bastantes negritos por aquí, pero la vecindad es de todos los colores”.
Según Minda, los afrodescendientes ni siquiera están localizados en un solo lugar, sino que se distribuyen por toda el área, aunque algunos sean parientes. “Tres de mis hermanos viven en el barrio, pero cada uno tiene su casa en los extremos del lugar. Es que uno no compró el terreno donde quería, sino que se asentó donde le tocó por sorteo”.
El sorteo para la asignación de los lotes de 200 metros cuadrados (m²) “debió ser en el 68 o en el 69”, recuerda Carabalí.
El comerciante añade que la población negra “no se hace sentir en el barrio como la gente cree. No se hace carnaval ni fiesta tradicional ni nada”. De hecho, la única conmemoración de la cultura afroecuatoriana que se realiza en ese sector de la ciudad es de carácter oficial.
Se trata del Festival Afro Campal que desde hace 4 años realiza el Municipio en el vecino barrio Carapungo, otra zona capitalina con una gran cantidad de habitantes negros.
Carmen Minda, hermana de Gloria, dice que los afroecuatorianos conservan algunos rasgos culturales de su zona de origen, sobre todo en lo que tiene que ver con los alimentos que consumen.
Sin embargo, la mayoría se ha adaptado a la vida de la ciudad y se ha integrado al entramado social. “Hay comerciantes, artesanos, choferes, jardineros, obreros, albañiles, secretarias, recepcionistas, guardias de seguridad, empleadas domésticas y todo lo que se pueda imaginar”. (I)
DATOS
Como ocurrió en muchos sectores populares, los habitantes de La Bota alcanzaron mejoras en los inicios del barrio gracias a trabajo comunitario (mingas).
Una de las preocupaciones de los habitantes es el tema de la seguridad. Les incomoda, sobre todo, el microtráfico de droga. Recuerdan un operativo policial que incautó 7 mil dosis hace unos meses.
Aunque la zona cuenta en su mayor parte con cobertura de servicios básicos, los vecinos reclaman a las autoridades municipales su lentitud para concluir el mejoramiento vial en algunas zonas.
Otro tema pendiente es la terminación del alcantarillado. Los moradores de las zonas que cuentan con este servicio lo consideran insuficiente. En tanto que en sectores como la calle Jesús Cualavasí, los vecinos sacan los desechos directamente a las quebradas.