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LA PROCLAMACIÓN AUTONOMISTA QUITEÑA NO FUE UN HECHO EXCEPCIONAL NI AISLADO

La gesta del 10 de Agosto de 1809 tuvo una trascendencia histórica y política

La erección del monumento en honor a la Independencia, en la Plaza Grande, tuvo lugar durante la época de Alfaro, cuando se reconoció plenamente la trascendencia del 10 de Agosto de 1809. Foto: Archivo / El Telégrafo
La erección del monumento en honor a la Independencia, en la Plaza Grande, tuvo lugar durante la época de Alfaro, cuando se reconoció plenamente la trascendencia del 10 de Agosto de 1809. Foto: Archivo / El Telégrafo
17 de agosto de 2014 - 00:00 - Manuel Espinosa Apolo, Historiador

La hispanización de la memoria local y nacional, el positivismo historiográfico y los intereses regionalistas han tratado de escamotear o minimizar la trascendencia histórica del 10 de Agosto de 1809, desde el siglo XIX hasta la actualidad.

En el primer siglo de vida de la república, prevaleció la desmemoria. Despropósito que se explica por la férrea alianza entre los sectores dominantes quiteños y la Iglesia.

La intención de convertir la nación en república católica determinó que la mayoría de decretos legislativos, entre 1837 y 1892, proclamasen como fiestas nacionales celebraciones religiosas antes que cívicas (11 de 13).

Recién en 1849, en el marco del período ‘marcista’ antifloreano, se declaró al 10 de Agosto de 1809 como ‘fiesta nacional’; sin embargo, casi no se acató, razón por la cual en 1861 tuvo que ratificarse dicho decreto, aunque sin mayor éxito. Solamente con el alfarismo, la gesta ocupó el sitial que merecía.

La celebración de su centenario, en 1909, impulsó la transformación física de la ciudad, que se expresó en la multiplicación de importantes trabajos urbanísticos: rellenos, alumbrado público y el primer asfaltado de las calles.

Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX, nuevas arremetidas surgieron. Por un lado, ciertos historiadores adictos al archivo colonial y al documento oficial y, por otro, los corifeos del regionalismo, realizaron ingentes esfuerzos por presentar al levantamiento de agosto como un hecho aislado y local, sin precedentes, aristocrático y promonárquico.

A estos cuestionamientos hay que responder que el levantamiento del 10 de Agosto de 1809 no fue un hecho excepcional ni aislado. Al contrario, dio inicio y tornó irreversible el proceso independentista en la Audiencia de Quito, razón por la cual se inscribe en un movimiento histórico de mayor envergadura: la descolonización del mundo andino y de las colonias españolas en toda América.

La gesta del 10 de Agosto inauguró la coyuntura histórico-política conocida como La Revolución de Quito, que se prolongó hasta el 2 de diciembre de 1812. En este período acaeció la masacre del 2 de agosto de 1810 y la emisión de la primera carta política patriótica, el 15 de febrero de 1812. Por todos estos acontecimientos, la coyuntura inaugurada por el grito del 10 de Agosto de 1809 hasta noviembre de 1812, debería proclamarse como la ‘primera república’.

El levantamiento de 1809 tuvo como precedentes la Rebelión de los Barrios de Quito de 1765, en la cual se afirmó un sentimiento antiespañol entre los pobladores urbanos (mestizos y criollos) y se ensayó una forma de autogobierno provisional con los criollos. Desde entonces, surgió la necesidad de hacer gobierno con quienes habían nacido en estas tierras.

El carácter aristocrático que se le atribuye no considera que a partir de la llegada de la odiosa tropa del Coronel Arredondo en noviembre de 1809, los sectores populares adhirieron a la causa criolla participando decididamente en el intento por liberar a los próceres el 2 de agosto de 1810 y, en los años subsiguientes, en los diversos ajusticiamientos populares contra los más acérrimos realistas y en la defensa militar de la ciudad. Ese fue el caso, de la heroica participación de la plebe el 7 de noviembre de 1812 en lo que se conoce como La Batalla del Panecillo.

Las bases ideológicas que sostuvieron el levantamiento del 10 de Agosto de 1809 estuvieron relacionadas con las ideas de la segunda ilustración, particularmente francesa. Eugenio Espejo fue el impulsador de las ideas republicanas y democráticas de avanzada en Quito; ideas que alimentaron el movimiento criollo, a través de su principal intelectual: Manuel Rodríguez de Quiroga, en quien las ideas de Espejo influyeron notablemente.

Por último, el autonomismo pacato y restringido que se le atribuye a la proclama del 10 de Agosto, no tiene en cuenta las intenciones implícitas de los patriotas. Los deseos expresados fueron parte de una maniobra táctica, un proceder político prudente, que buscó esconder provisionalmente un propósito más radical y de mayor alcance, que más temprano que tarde se reveló con claridad.

De ahí que España, desde el inicio, consideró el accionar de los criollos quiteños una traición, apurándose a reprimir a sangre y fuego dicho alzamiento a través de un ejército punitivo.

El 2 de agosto de 1810, los próceres criollos que estaban en condición de prisioneros y el pueblo que sin armas los apoyo en las calles, fueron masacrada por las tropas del Rey. Sin duda fue una de las mayores carnicerías del colonialismo cometidas en América.

A pesar de que en otras colonias de Hispanoamérica y antes del 10 de Agosto de 1809, ya se habían realizado algunas proclamas autonomistas, el levantamiento de Quito fue el primero en desconocer y destituir a las autoridades coloniales, reemplazándolas por un gobierno criollo.

Por todas estas razones, celebrar la gesta de 1809 es un paso firme en la descolonización de Latinoamérica. El 10 de Agosto de dicho año debe ser proclamado día oficial de Quito como un homenaje elemental a la trayectoria emancipativa del pueblo quiteño, el más rebelde de las colonias en América y, por lo mismo, el menos leal a la corona española.

LOS AÑOS FINALES DEL CONDE RUIZ DE CASTILLA

El 11 de octubre de 1811, el pueblo de Quito se amotinó nuevamente y consiguió expulsar de la presidencia de la Junta Superior de Quito al responsable de la matanza del 2 de Agosto de 1810: Conde Ruiz de Castilla, quien fue depuesto en su cargo por la gestión de los criollos quiteños Pedro Calisto Muñoz, capitán de la Quinta compañía del Segundo Batallón de Infantería de Milicias de Quito, y su hijo Nicolas Calisto y Borja.

En su reemplazo, el obispo de Quito José Cuero y Caicedo asumió la presidencia. En estas circunstancias el ya anciano Conde Ruiz de Castilla se retiró a vivir casi incomunicado en la recoleta de La Merced, en el actual barrio de El Tejar. El 15 de junio de 1812, el pueblo asaltó el lugar e hirió de muerte al anciano funcionario español.

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