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Las teorías hispanófilas establecen como fechas del falso origen de la ciudad al 28 de agosto y 6 de diciembre de 1534

La ‘fundación’ de Quito consagró la toma de la principal urbe de los Andes equinocciales

La actual ciudad de Quito se estableció sobre el emplazamiento que habría creado el inca Tupac Yupanqui aproximadamente en el último tercio del siglo XV tras la conquista de esta parte de los Andes. Foto: Archivo / El Telégrafo.
La actual ciudad de Quito se estableció sobre el emplazamiento que habría creado el inca Tupac Yupanqui aproximadamente en el último tercio del siglo XV tras la conquista de esta parte de los Andes. Foto: Archivo / El Telégrafo.
31 de agosto de 2014 - 00:00 - Manuel Espinosa Apolo, Historiador

El 28 de agosto de 1534, el conquistador español, Diego de Almagro, ‘fundó’ la Villa de San Francisco de Quito en las inmediaciones de la laguna de Colta (Chimborazo). Lo que entonces se denominó ‘fundación’ no fue más que un acto burocrático, un ritual jurídico, a través del cual la corona española tomó posesión por la fuerza de la principal ciudad inca de los Andes Equinocciales y uno de los centros más sagrados del Tahuantinsuyo.

La idea de ‘fundar’, en este caso, no podía ser sinónimo de crear o inaugurar, porque no marcó la génesis o el inicio desde la nada de una ciudad, simplemente porque esta ya existía. La ‘fundación’ española de Quito solo fue una maniobra política y militar que consagró su ocupación. La ciudad fue levantada, probablemente en el último tercio del s. XV, en el emplazamiento que hoy llamamos Centro Histórico, por los incas, liderados por Túpac Yupanqui. Para los hijos del sol, el paraje escogido fue una revelación de los dioses, no un hallazgo de los hombres.

La denominación escogida: ‘Quito’, deriva del nombre de una pequeña tórtola llamada kitu, que simbolizaba según la religión andina ancestral, la fertilidad de la tierra. Dicha palabra aparece en los antiguos vocabularios de la lengua inca y en los diccionarios actuales dedicados al dialecto cuzqueño de dicho idioma. Además, el término constituye hasta hoy día un antropónimo común entre los indígenas de origen mitma de la provincia de Chimborazo y del cantón Loja.

La llamada fundación de la Villa de San Francisco de Quito se llevó a cabo en un emplazamiento que no correspondía a la ciudad que se pretendió tomar. Por esta razón, Almagro encargó a Sebastián Moyano —llamado Benalcázar por los apologistas de la conquista y la colonización— ‘trasladar’ dicha fundación al lugar que correspondía, como en efecto hizo más tarde.

No se sabe con precisión la fecha de la segunda entrada de Moyano a Quito (la primera sucedió el 22 de junio de 1534), que marcó la ocupación efectiva y oficial de Quito por parte del imperio español. Lo que sí está claro es que debió ocurrir algunos días antes del 6 de diciembre de 1534. Día este que corresponde a la instalación del Cabildo en la ciudad. Almagro tuvo que acelerar la ‘fundación’ de la villa de San Francisco, para que no se le adelantara el gobernador de Guatemala, Pedro de Alvarado, que por esas fechas ya se encontraba en el centro de la actual Sierra del Ecuador y pretendía tomar posesión de Quito antes que los representantes de Francisco Pizarro. Con dicha maniobra, Almagro consiguió su cometido: tomar posesión de Quito en nombre del rey y bajo la autoridad de Francisco Pizarro, futuro gobernador del Perú.

La ‘fundación española’ de la Villa de San Francisco pretendió, además, exhibir el supuesto triunfo de la conquista española ante la resistencia quiteña liderada por Rumiñahui, aunque en realidad el viejo capitán inca, junto con sus lugartenientes, aún no había cesado en su denodado esfuerzo por defender la ciudad inca de Quito y proteger la mayor de sus reliquias, a saber, el cuerpo momificado de Atahualpa. Sebastián Moyano tuvo que hacer ingentes esfuerzos y apoyarse en nuevos refuerzos militares: los soldados traídos por Alvarado, para lograr capturar y derrotar a los incas de Quito, cuyos máximos líderes no claudicaron ni se rindieron jamás.

En los años de 1933 y 1934, el Municipio de Quito, controlado por la élite aristocratizante que se asumía como descendiente y heredera de los conquistadores españoles, se revistió de un prurito de exactitud para esclarecer la llamada ‘fundación’ de Quito.

Para tal efecto se encargó al paleógrafo Rumazo González y, a la mayor autoridad histórica de entonces y presidente del Concejo Municipal, Jacinto Jijón y Caamaño, establecer la fecha de tal hecho. Rumazo recomendó adoptar la fecha del 6 de diciembre, pero Jijón, que se caracterizó por su rigor histórico, señaló en su informe con claridad que sería un error hablar de ‘fundación’ puesto que ya existía una ciudad de Quito, cuyo auténtico fundador habría sido Tupac Yupanqui. Por esa razón, desechó al 28 de agosto y al 6 de diciembre como fechas originarias de la ciudad. Sin embargo, subrayó que la última fecha revestía una trascendental importancia para Quito porque en ella se había establecido la institución más civilizadora de España en América: el Cabildo.

Con este planteamiento, Jijón, que a la sazón era el mayor representante del hispanismo procolonialista y el máximo líder del Partido Conservador, pretendía reivindicar la institución del Cabildo frente a la del Estado, en razón de su antigüedad y estrecha vinculación con la colonización española. Además, tenía que ver con una estrategia política clave: conferir especial significado a los cabildos, en la medida que el Partido Conservador había logrado por entonces una importante representatividad en los municipios del país.

En suma, el establecimiento de una fecha para la ‘fundación’ de Quito relacionada con la conquista y colonización española, no fue más que el resultado de la puesta en marcha de un plan ideológico-político de legitimización de una casta. Para ello se dejó a un lado la verdad histórica que se decía defender, amén de constituir una afrenta para todos quienes nos consideramos descendientes de los pueblos originarios, indios o mestizos de hoy.

EL TRAZADO URBANO FUE UNA ESPECIE DE MIXTURA

En Quito, los españoles solo pudieron instalarse adecuadamente y hacer prosperar la ciudad utilizando como base el ordenamiento urbano planteado por los incas, pero fijándose como meta aquella ciudad medieval pensada por Santo Tomás de Aquino.

Sobre esa base, los colonizadores decidieron tomar como referencia la ‘X’ incaica para realizar la división parroquial de la ciudad. En 3 de los extremos de las diagonales y a medida que trascurrían los siglos XVI y XVII se construyeron diversas iglesias. Al extremo sureste se levantó la iglesia de San Sebastián; al noreste la iglesia de San Blas (estas 2 eran consideradas como ‘parroquias de indios de los extramuros’). Al extremo suroeste se construyó San Diego.

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