La fiesta de El Señor del Árbol abre las fiestas de Pomasqui
Pomasquí fue fundada por los españoles en 1573. En aquella época, pueblos indígenas se asentaban en el lugar. El cacique Collahuazo fue partícipe de la repartición de las tierras. Una representación suya se levanta en la plaza principal.
Posteriormente, llegaron misiones de evangelización a cargo de los religiosos franciscanos.
Cuenta la leyenda que en la época de la Colonia, la actual plaza central de Pomasqui era una extensión de terreno donde pastaban animales y que el lugar estaba rodeado de árboles de quishuar.
En una ocasión, algunos burros comían en el sitio y, de repente, un indígena observó que su jumento se arrodillaba frente a un árbol. Cuando se acerco al sitio vio la imagen de Jesús en la planta. Desde entonces, la imagen fue proclamada como patrona de la parroquia.
Las fiestas del Señor del Árbol son el preludio de las fiestas de Pomasqui, que cumple 442 años de parroquialización. La tradición religiosa convoca a cientos de feligreses a la capilla central donde se festeja a la advocación con música, danza, comida y caminatas.
La imagen religiosa original se encuentra en el altar de la iglesia dentro de una urna de cristal, mientras que en las paredes del templo se encuentran cuadros en los que se narran historias sobre milagros atribuidos al Señor del Árbol.
Las pinturas o exvotos presentan, generalmente, historias sobre accidentes en las vías como choques, atropellamientos, volcamientos, etc.
“Este mes es especial para Pomasqui pues se realizan las fiestas que duran hasta el 24 de julio. Vivo aquí desde niña y recuerdo que mi abuela era muy devota de la imagen; incluso una vez fue prioste de las fiestas. Nos reunía a todos los nietos para que le ayudáramos a preparar la comida para quines participaban en la romería”, comentó Cintia Pillajo (62).
Esa fiesta es una de las más grandes del lugar. El segundo domingo de julio los priostes se prepara para recorrer el pueblo con la imagen, al tiempo que comparsas, música de banda, danzantes y más, acompañan la procesión.
“Alrededor de 130 priostes se preparan para el acto. Durante la caminata se comparten alimentos al llegar a la plaza y a las casas de los priostes. Esto se vuelve una locura pues al regreso de la procesión, todos los peregrinos se reúnen nuevamente en la plaza y todos bailan, cantan al son de más de 8 bandas y no se sabe a cuál mismo escuchar”, comentó Héctor Tejada, quien vive en el sector desde hace 25 años.