La cotidianidad no se alteró con el aeropuerto
Omar Peñafiel, morador de la parroquia de Yaruquí, se sienta en una esquina de la calle Eugenio Espejo junto a otros vecinos para disfrutar de un reñido partido de voleibol. El reloj marca las 09:00 y sus rostros evidencian los momentos de tensión y alegría, a medida emoción que avanza el juego.
Peñafiel vive 15 años en la parroquia y tiene dos hijos. Al momento no tiene trabajo, pero esa misma mañana dejó su hoja de vida en el aeropuerto Mariscal Sucre, que desde el 18 de febrero está en Tababela.
A pocas cuadras, se encuentra la iglesia de la Virgen de la Natividad y frente a la imagen está un pequeño parque con la pileta en el centro. Por ahí camina presurosa Rocío Cárdenas, quien vive en Yaruquí desde hace 62 años. En sus manos lleva dos canastas llenas de verduras y frutas.
En la vía a Yaruquí se están realizando obras viales para acceder al aeropuerto de manera seguraDoña Rocío trabaja en un restaurante y está atrasada para preparar la comida. Sin embargo, comenta que la llegada del aeropuerto fue una novedad en la zona y su local sintió las ventajas: “mucha gente nueva venía al local y al día vendía cerca de 80 dólares. Ahora -dice- volvimos a la normalidad, a la rutina.
Yaruquí es una de las 33 parroquias rurales de Quito y tiene 17 mil habitantes. Esta población vive del comercio y de la agricultura, y aunque el aeropuerto lleva ya tres meses en el sector, la cotidianidad de sus moradores no ha cambiado.
Las tiendas de barrio están siempre abiertas, la gente camina por la plaza y se saludan entre sí, pues todos se conocen y aún se percibe un aire de tranquilidad en las calles.
San Vicente de Otón se encuentra a 20 minutos de la terminal aérea y allí Jorge Semblantes se dedica a la siembra de frutillas. El hombre detiene sus actividades y vuelve su mirada al cielo para observar cómo despega un avión.
Su sobrino es uno de los moradores de la localidad que consiguió trabajo en la estación de carga del nuevo aeropuerto. Para él, su vida sigue siendo la misma, pese a la cercanía de la terminal: “Yo seguiré en mi chacra mientras los aviones vuelan”, afirma y confía en que la terminal lleve desarrollo a la zona.
EN YARUQUÍ HACEN FALTA MÁS ESCUELAS
Luis Buitrón, presidente de la Junta Parroquial de Yaruquí, señaló que el aeropuerto Mariscal Sucre trajo muchos beneficios para los moradores, particularmente en cuando a desarrollo vial y la ampliación del hospital de la localidad.
Buitrón comentó que con la llegada del aeropuerto aumentó la demanda de arriendos y el consumo de alimentos en los establecimientos de comida. Y destaca que la inversión en obras públicas ha crecido, pues ahora cuentan con sistemas de alcantarillado, agua potable y el mantenimiento interno de las calles es más regular.
El hospital, para el 2014, contará con un espacio para 30 camas, además mejorará las instalaciones de sus laboratorios y oficinas.
Uno de los problemas que mencionó Buitrón fue en el tema de la educación, pues el rápido crecimiento poblacional hace que los centros educativos no tengan el espacio y la infraestructura necesaria para estudiar.
“No contamos con instituciones educativas que abarquen la demanda de más de 3.000 estudiantes”.
Con respecto a la cotidianidad de la gente la autoridad parroquial dijo que Yaruquí y su gente mantienen sus costumbres, pues aún se mantiene como un pueblo tranquilo y sociable que se dedica a la producción agrícola y a los pequeños negocios.