La capital brindó su homenaje al Sol
Antes del mediodía de ayer, el cielo de Quito se encontraba semidespejado. Por momentos, el Sol se escapaba detrás de una nube y sus rayos daban calor a la ciudad. Pero el viento de verano refrescaba a los capitalinos, quienes a paso lento subían hasta el Centro Arqueológico Rumipamba, ubicado a un costado de la avenida Mariscal Sucre, en el occidente de la ciudad.
Shari Quimbo, yachay otavaleño, caminó hasta la antigua casa hacienda de Rumipamba, llevando consigo varios objetos sagrados, pues en pocos minutos, cuando el astro se encontrara en lo alto del cielo, daría inicio al ancestral rito del Inti Raymi o Fiesta del Sol.
El Inti Raymi se celebra en varias comunidades indígenas desde tiempos ancestralesEn la parte este del centro arqueológico, el yachay preparó los elementos que conformarían el círculo ritual. Todo los objetos tenían un lugar definido, una razón. El círculo estaba formado por un cordón de pétalos rojos y blancos, colores que, según la cosmovisión indígena, simbolizan lo femenino y lo masculino. Dentro del círculo se colocó una mantilla en forma de cruz y hacia adentro, una ofrenda, también en posición circular, de claveles con plumas. En el lugar más equidistante se encontraba una caracola.
Ajetreado, Quimbo verificó que todos los objetos se encontraran en concordancia con la Pachamama. Por ejemplo, afuera del círculo central se colocaron en orientación a los cuatro puntos cardinales granos de maíz negro y blanco. Estos representaban los sueños y la vida. De igual forma había frutas: los plátanos representaban al Sol; las manzanas verdes, la vida en la Tierra; las uvas, los sueños y las manzanas rojas, la sangre, el líquido vital, comentó el yachay.
El agua y el fuego también conformaron el ritual. En sí, el círculo representaba la totalidad del Sol, que es el que da vida a todos los seres de la naturaleza.
“Todo lo que existe en el Universo tiene esa forma circular, pero para que todo evolucione tiene que estar abierto el círculo. Es decir, siempre está en movimiento, se forma una espiral, porque el tiempo no es lineal, transcurre en forma de espiral”, señaló el sabio.
A lo lejos, en la avenida Mariana de Jesús, los bombos, las quenas, los rondadores y vestuarios multicolores de los danzantes se tomaban la calle. Diablo humas saltaban al son de la música con cadencia.
Las bailarinas se movían al compás de la música. Y así, danzando llegaron a la plaza, al círculo ceremonial, bailando con energía y con gritos saludaban al Sol, al yachay y a los quiteños que compartían la fiesta.
Quimbo los esperaba y vestía un poncho rojo. En sus manos tenía la caracola, que sonaba como un llamado de alegría y agradecimiento. Empezó diciendo que todos los seres humanos son seres de luz, semillas de la Luna y del Sol.
Luego pronunció Juyayy, palabra que hizo eco en los asistentes y significa “amar a todo lo existente”. Quienes eran parte del ritual saludaban a la Pachamama, moviéndose en sentido de los cuatro puntos cardinales, mientras el Sol, agradecido por el homenaje, brillaba.