La calle Mejía, en Quito, vibró con los coches de madera
El viernes en la noche, víspera de la competencia, es difícil conciliar el sueño. Fernando Sagbay, de 13 años, no podía dejar de pensar en la carrera, pero, sobre todo, en los consejos de su padre, quien lo inició en este gusto familiar que empezó con su abuelo.
De él heredó el vehículo con el que el sábado compitió en la tradicional carrera de coches de madera. “Este coche me da suerte porque lo fabricó mi abuelo y mi papá también compitió con él”.
Su padre Fernando Sagbay comenzó a competir a los 12 años y siempre quiso que su hijo siguiera sus pasos. Antes de cada carrera, este quiteño pone a punto el coche de su hijo en su taller mecánico Andy Car, el mismo nombre con el que bautizó al vehículo de madera que conduce su hijo que ahora está a pocos minutos de partir. Como todo piloto lleva guantes, canillera, coderas y un casco que solo deja ver sus ojos.
La primera vez que compitió llegó en tercer lugar. En esa ocasión, sus padres celebraron su llegada. “Siempre me acompañan y me dan muchos ánimos”. Desde que su abuelo lo fabricó, el coche mantiene su diseño original. Solo le cambiaron las llantas, los frenos y el asiento. Antes de partir, sus padres lo bendicen y él se ajusta los guantes.
El público está ubicado a los costados de la calle Mejía por donde bajan como bólidos estos coches que se acondicionan para desarrollar importantes velocidades en descenso. En esta calle, la voz ronca de quien anima la carrera recita, uno a uno el nombre de los competidores, y el ruido ensordecedor de las motos policiales apenas permiten escuchar el relato de la carrera.
Entre los competidores está también Fabio Dávila, de 11 años, quien compitió por segunda vez. Parecía ignorar al público que a pocos metros de su coche gritaba y animaba a los pilotos. Cuando llegó su turno, arrancó con tanta velocidad que apenas fue posible seguirlo con la mirada. Parecía una flecha.
En menos de 2 minutos, llegó a la meta, en el sector de La Marín. Se ubicó en segundo lugar como el año pasado. Su abuela Teresa Proaño estaba allí para abrazarlo, aunque no pudo verlo desde el comienzo, porque llegó un poco retrasada. “Vivo en Sangolquí y el tráfico estuvo terrible, pero ahora estoy con mi nieto, un verdadero campeón”.
El público nunca dejó de alentarlos, porque como comentó Mary Miranda, oriunda de la provincia del Carchi, los competidores siempre demuestran su capacidad para manejar por las calles del Centro de Quito. Esta mujer carchense tiene su negocio en el sector de El Tejar y cada año se da tiempo para ver la carrera. “Es un programa muy bonito que debemos mantener”.
Advierte que cuando su nieto cumpla 8 años –ahora tiene 5– le regalará un coche de madera para que también pueda competir.