Con la apertura de la casa en la que habitó Santa Mariana de Jesús se podrá ingresar a la huerta de la que brotó la hermosa flor que le diera a la santa el título de “Azucena de Quito”.

Cuenta la historia que durante el siglo 17, época en la que el país fue sacudido por fuertes sismos y en la que ciudades como Riobamba habían quedado destruidas, una mañana, cuando escuchaba la misa en la Iglesia de la Compañía de Jesús, la santa se ofreció como “víctima para la salvación de la patria” ante Dios, y de esta manera pedir que Ecuador vuelva a la tranquilidad.

A partir de ese momento, Santa Mariana tuvo fiebres altas. En esa época, uno de los remedios para detener las altas temperaturas eran las sangrías hechas a través de cortes de las venas del propio enfermo.

La india Catalina, que era la sirvienta de más confianza de la santa, recogía todos los días las sangrías de Mariana y luego las depositaba en la esquina de la huerta de la casa.
Al cabo de dos meses, tiempo en el que la enfermedad atacó a la santa y le causó la muerte, encontraron que en el mismo lugar había brotado una azucena, de un metro y medio de altura, con 12 campanolas y que tenía un perfume fragante.

En ese momento la hermana mayor de la santa, Jerónima, desenterró la flor y se percató que carecía de bulbo que normalmente posee la azucena, sino que tenía unas raíces largas en las que estaba incrustada la sangre de Santa Mariana de Jesús.

Con el pedido de la santa ante Dios, en el país dejaron de sentirse los temblores; además, no hubo más casos de peste y quienes fueron afectados por la enfermedad se curaron.