Acompañamos a un saxofonista invidente durante el viaje desde su casa hasta su lugar de trabajo
Hernán y Camila luchan todos los días contra la indiferencia de la sociedad
Camila se detiene frente a una vereda dañada de la calle 13 del barrio El Rocío, en Guamaní, en el sur de Quito. Hernán Pichucho sabe que esa reacción significa la presencia de algún obstáculo en la vía.
Sostiene a su mascota por medio de una correa conectada a un arnés y de manera cautelosa desciende a la calzada para proseguir su camino.
La existencia de barreras arquitectónicas y problemas en las vías son dificultades que la pareja enfrenta a diario en el trayecto desde La Tola hasta la Estación de Bomberos X16 (en el sur), en donde Hernán trabaja desde hace un año.
El quiteño es saxofonista en la banda musical del Cuerpo de Bomberos de Quito (CBQ). El músico de 40 años perdió la visión en el ojo derecho en un accidente de tránsito ocurrido en 2001. Ocho años después, su ojo izquierdo también se afectó.
Hernán sobrelleva su discapacidad visual dignamente. Tras el accidente despertó su afición por el triatlón (natación, ciclismo y atletismo), disciplina que entrena todas las madrugadas en el parque La Carolina.
En junio de este año ganó la competencia Ironman, de Manta. Pero todos los días enfrenta retos a la hora de movilizarse. Uno de ellos es que muchos conductores se niegan a llevarlo junto a su guía golden retriever. “Los taxistas me dicen que la perrita les va a dañar los asientos”. Camila, sin embargo, se muestra tranquila todo el tiempo. Luis, un hermano de Hernán, la adquirió en Otavalo.
Primero le enseñó a sentarse y a dar la patita. Luego participó en un curso de adiestramiento que impartieron militares en el parque Itchimbía. Esa base sirvió para que la perrita se convirtiera, hace 2 años, en lazarillo. El animalito tiene 6 años y puede ser guía 4 años más.
Algunos conductores de bus tampoco los aceptan y, en muchos casos, deben esperar hasta 20 minutos para conseguir un vehículo. Esto ocurre a pesar de que la Ordenanza 048 establece que el acceso a medios de transporte está garantizado para animalitos guías.
Otra dificultad que enfrenta es la negativa de guardias de bancos, restaurantes, centros comerciales y otros espacios públicos a permitir el ingreso de la pareja.
Sin embargo, Camila fue adiestrada para comportarse como una lady en cualquier sitio. En un restaurante, por ejemplo, se ubica en la parte baja de la mesa y no ladra. Y en la calle, a pesar de la presencia de perros callejeros, permanece tranquila. Además, fue esterilizada para evitar inconvenientes.
Ante los impedimentos de acceso, Hernán opta por acudir a jefes, dueños o administradores de los lugares a los que les niegan la entrada.
Esto sucede pese a que la ordenanza permite —en su artículo 33— el acceso de los animales de asistencia (guías o lazarillos) incluso a locales de procesamiento, bodegas y vehículos de transporte de comida.
La falta de señalética y de facilidades para la movilización de personas con discapacidad en las vías también causa más de un dolor de cabeza a Hernán. Le molesta, sobre todo, los conductores desaprensivos que estacionan sus carros sobre las veredas, aumentando los obstáculos que debe sortear.
Otros problemas son la falta de semáforos con sonido; la presencia de publicidad en las veredas; los trabajos en calles que no cuentan con señalización; escombros en las calzadas; alcantarillas mal ubicadas y abiertas; veredas defectuosas; falta de señalización y desinterés e imprudencia, en general, de peatones y choferes.
A pesar de todo, Hernán dice que corre con suerte porque cuenta con Camila. “Otras personas no tienen lazarillo y les toca enfrentar esa realidad todos los días”. (I)