Los vehículos que circulaban ayer por la calle coronel Carlos Guerrero, en el barrio Bellavista (norte), detenían por momentos su marcha para buscar las huellas de la explosión ocurrida en uno de los departamentos del edificio Siena, la mañana del jueves.

Pero los rastros del siniestro, que habría sucedido por la acumulación de gas licuado de petróleo, no se aprecian a simple vista.

En la parte frontal de la edificación de 11 pisos, tres sacos de alimentos para ganado porcino  de contenían grandes pedazos de vidrios rotos a causa del estallido. En el fondo del pasaje que lleva hacia el garaje subterráneo del inmueble reposaban otros tantos desechos, también en costales.

El signo más evidente era la presencia en un costado de la edificación, del marco desvencijado de una ventana salido hasta la mitad de su quicio y la presencia en algunas ventanas, de plásticos en lugar de cristales. (Ver infografía ampliada)

Frente al Siena, una cinta de color anaranjado con la leyenda “Peligro” permanecía tendida. No obstante, el acceso al lugar era prácticamente normal, por lo que la advertencia parecía destinada a los curiosos.

En el vestíbulo, dueños de los departamentos, sus familiares o  arrendatarios, se reunían  la mañana de ayer, de vez en cuando, para comentar lo sucedido y para aguardar noticias sobre los arreglos de sus propiedades.

Un hombre de cabello cano y quien decía ser padre de uno de los dueños ratificó que el ingreso a la edificación  es normal desde el jueves, y que las autoridades dijeron que la estructura del inmueble no resultó afectada, por lo que no existe riesgo. Aquello fue ratificado por un hombre con acento colombiano, quien dijo ser un arrendatario y que comentó que esperaba la reposición de los vitrales de su casa para habitarla de nuevo.

Al mediodía, un grupo se reunió a la espera de representantes de la constructora, que les habría ofrecido ayudarlos con las reparaciones mediante un fondo para contingencias, cuyo monto desconocían.