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Escuela patrimonial será restaurada tras 178 años de existencia

Escuela patrimonial será restaurada tras 178 años de existencia
04 de enero de 2013 - 00:00

Los estudiantes de la centenaria escuela Isabel La Católica, ubicada en el Centro   Histórico, realizan normalmente sus actividades escolares. Desde hace dos días las autoridades, maestras y alumnos se trasladaron al edificio sur del colegio nacional Mejía, donde permanecerán por tiempo indefinido.

La razón por la que la institución se mudó es para readecuar la infraestructura del plantel, considerado uno de los edificios patrimoniales del casco histórico que por su antigüedad presenta fallas estructurales.

La construcción del inmueble data del año 1800 y sus autoridades aseguran que fue durante el gobierno de Vicente Rocafuerte que se ejecutó la obra. No obstante, los registros históricos de la institución hacen referencia a 178 años de gestión educativa y es una de las primeras escuelas de Quito.  

El Ministerio de Educación resolvió el traslado de los estudiantes tras conocer el informe de la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos y del Cuerpo de Bomberos, que concluyeron que era necesario intervenir inmediatamente la edificación porque los niños y maestros corrían peligro.

El techo, las columnas, las ventanas y el piso de madera son los más deteriorados, lo que motivó  que la Subsecretaría de Educación decidiera de inmediato la reubicación de la comunidad educativa.

Martha Núñez, directora de la institución, señaló que el pedido de readecuación de la escuela fue recurrente en los últimos 20 años. “Pedíamos la intervención de nuestra escuela, pero no imaginamos que el cambio sería tan rápido. Lo que solicitamos es que nos permitan adecuar las aulas del colegio Mejía con nuestro material escolar, que es muy importante y necesario para la enseñanza de los niños. También queremos  que después de los trabajos de conservación del edificio las autoridades nos permitan  regresar con los niños”, comentó.

El área de la escuela tiene 2.203 metros cuadrados y forma parte del inventario de Patrimonio de Bienes de la ciudad. Ante estas características, las ordenanzas municipales y los lineamientos técnicos del Instituto Metropolitano de Patrimonio  inscriben que este organismo se encargará del mantenimiento.

El Ministerio de Educación todavía no emite una fecha para el inicio de la reconstrucción y adecuación del inmueble, pero mantiene continuas reuniones con el Instituto de Patrimonio para establecer tiempos y valores de la obra.

Marco Cevallos, comunicador de la Subcretaría de Educación, indicó que continúan los  diálogos con el Instituto de Patrimonio por lo que aún no pueden informar a los padres de familia y autoridades del plantel los plazos y costos de la obra, por lo tanto  desconocen cuándo los niños podrán retornar al plantel.

Esa incertidumbre generó malestar entre los padres de familia, quienes expresaron las dificultades que han tenido para llevar a sus hijos en horario vespertino y hasta las instalaciones del colegio Mejía y algunos optaron por buscar un cupo en otro plantel.

Antes de la resolución del Ministerio de Educación, varios solicitaron que la intervención se realizara una vez que concluyera el período escolar, pero el inminente riesgo obligó a las autoridades a disponer el traslado de forma inmediata.  

Para Luis Monroy, padre de una alumna  de cuarto año de básico, la situación  no fue fácil, pues  su horario laboral no le permite adecuarse al nuevo lugar en el que estudiará su hija. “Es una encrucijada: o mi niña pierde el año o yo pierdo el trabajo.  Por ello decidí cambiar de escuela a mi hija a mitad de año”.

La situación es diferente para Edilia Valencia, quien vive en el sur de Quito y desde el pasado miércoles debe llevar a su hija hasta el colegio Mejía. La mujer está consciente de los daños estructurales de la institución, pero espera que las adecuaciones se realicen rápido porque eso garantizaría la buena educación de su hija.

Otra de las preocupaciones para Luis Martínez, padre de familia, es el transporte de las estudiantes, pues vive en el barrio Obrero Independiente, en el sur de la ciudad, y aseguró que su hija correrá riesgos al tomar el transporte por las noches, pero “no me queda más que esperarla en casa”.

Mientras se define el presupuesto para la readecuación de la infraestructura, el plantel luce desolado y el deterioro es evidente.

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