En la revisión vehicular se venden turnos
“Venga, venga, tengo un turno” dicen dos hombres en la esquina de la calle 1 en La Pulida, próxima al centro de revisión vehicular de La Florida Alta, mientras levantan los brazos y señalan un lugar junto a la acera.
La formación de filas interminables, de 8 o 10 cuadras en los alrededores de dicho centro, no sólo que constituye un insulto a los derechos de los ciudadanos a un servicio eficiente, sino que da paso a la reaparición de prácticas deshonestas y vicios tercermundistas.
En la entrada a la calle Salvador Celi, próxima al puente dos en la avenida General Rumiñahui, que conduce al Valle de los Chillos, un taxista no puede ingresar al barrio a recoger a un cliente porque quienes hacen cola para esperar a ser atendidos en el centro de revisión vehicular han bloqueado el ingreso al sector.
En la avenida Eloy Alfaro y los Guayabos, cercana al centro de revisión vehicular de San Isidro, la cola de vehículos que esperan para ingresar a la calle Guayabos anula una vía en la Eloy Alfaro, lo que contribuye a acrecentar el caos en la circulación.
Cuando se pregunta a funcionarios de Corpaire el porqué de las filas interminables y por qué se entregan turnos hasta medio día a los vehículos cuyas placas no corresponden al calendario, los funcionarios responden que “los señores están haciendo fila desde las cuatro de la mañana”. Obligar a una persona a amanecerse haciendo fila para cumplir un trámite demuestra un trato degradante, un trato de súbditos hacia los usuarios y manifiesta un desprecio al tiempo y derechos de un ciudadano en el siglo XXI.
Que reaparezcan vendedores de turnos no es extraño, es consecuencia del mal servicio que ofrece la Corpaire, organismo que ha preferido premiar el desorden permitiendo que quienes no acudieron a la revisión el año pasado sean atendidos cada día y a toda hora, mientras castiga a quienes quieren cumplir su obligación en el tiempo estipulado. Lo lógico sería que los centros de revisión destinen solamente un día a los vehículos cuyas placas no corresponden a la calendarización. Si marzo corresponde al dígito dos, lo imperativo y obligatorio es atender a los vehículos cuya placa termina en dos.
Contabilicemos las pérdidas: si una persona que acude a la revisión vehicular debe perder entre 6 y 8 horas, o más para ser atendido, y que tenga un ingreso medio de 7 dólares la hora, ha perdido 56 dólares. Pero si nos molestamos en sumar los cientos de ciudadanos que pierden estas horas cada día, cada semana, cada mes, ¿cuánto pierde el país por una organización deficiente?
Una burocracia cómoda, que no reacciona ante sus errores, que se recrea en la vagancia y la falta de creatividad, es una burocracia que entorpece los cambios, que traiciona proyectos y que ofende a los ciudadanos. Una burocracia que desprecia el tiempo de los demás, que obliga a hacer filas interminables, constituye un obstáculo para el desarrollo y atenta contra la democracia.