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En el barrio Guápulo conviven la tradición con la bohemia (GALERÍA)

La plaza central y la iglesia de Guápulo están entre los principales atractivos del barrio. En el interior del templo, administrado por la congregación franciscana, es posible hallar obras de arte de la Escuela Quiteña. FOTO: MIGUEL JIMÉNEZ
La plaza central y la iglesia de Guápulo están entre los principales atractivos del barrio. En el interior del templo, administrado por la congregación franciscana, es posible hallar obras de arte de la Escuela Quiteña. FOTO: MIGUEL JIMÉNEZ
04 de mayo de 2014 - 00:00

A las 17:00, Quito se vuelve un caos. Las vías colapsan por el tráfico vehicular y el sonido de los pitos, sirenas y las voces de la gente colman el ambiente.

Pero cerca de ese maremágnum, a medio camino hacia el valle de Tumbaco, se halla un barrio apacible y bohemio, en el que reina la paz a menos de 5 minutos del bullicio citadino.

Se trata de Guápulo, uno de los sectores tradicionales de la capital.

La tranquilidad de la zona invita a esa hora a tomarse un café, un jarro de canela o, porqué no, un vino hervido para espantar el frío del atardecer.

Guápulo es un sitio en el que conviven 2 ambientes. Por un lado está la zona tradicional y residencial, y por el otro se encuentra aquel sector bohemio y cultural que cobra vida a partir de la tarde.

Según Amaru Barsola, propietario del Café Guápulo, la esencia bohemia y cultural siempre existió allí, pues desde hace más de 50 años, el barrio fue el hogar de artistas; entre ellos, el popular ‘viejo Napo’, Héctor Napolitano.

Además, es el lugar elegido por muchos extranjeros para vivir.

Un ejemplo de ello es Aitor Montero, quien vino de España hace una más de un año y renta un departamento en el sector.

El ciudadano ibérico comentó que varios de sus compatriotas le recomendaron vivir en Guápulo.

“Es un barrio que se encuentra cerca de la ciudad, pero a pesar de elso, es tranquilo y amigable. Además, para tomarte una cerveza y compartir con los amigos, no hace falta salir lejos, pues los bares del sector tienen música, cine, arte y más actividades. Para qué ir más allá; es un lugar diverso y encantador”, aseguró.

La calle Camino de Orellana es el acceso norte a Guápulo y nace en la avenida González Suárez. Es en aquel punto donde se ubica la mayor parte de bares y cafés arte.

Al final de la calle Orellana es posible hallar casas con techos de tejas y paredes de barro, grandes puertas de madera y balcones llenos de flores. Pero también existen condominios modernos que combinan en sus diseños características contemporáneos y coloniales.

“Recuerdo que este barrio era considerado rural, pues la vida de nuestros padres se basaba en la agricultura. Pero de eso ya hace más de 80 años. Entonces era poco frecuente ver gente extraña. Pero luego, más o menos a finales de los años 70 y mediados de los 80, hubo un boom inmobiliario”, comentó María Albarado (75), antigua moradora del sector.

Aguirre recordó que de niña, la gente que no era del barrio solo llegaba el 8 de septiembre, día de las Marías, para celebrar a la virgen de Guadalupe, patrona de la zona. Así mismo, en mayo, mes de la madre, se realizaban actividades religiosas en honor a la imagen en la que era posible observa a extraños a la zona.

Pero la migración de los moradores hacia los valles y a la ciudad fue cambiando las costumbres y tradiciones de Guápulo, especialmente en sus aspectos cotidianos.

Por ejemplo, vecinos antiguos como Humberto Sigcha, Hermelinda Guachamin, María Paéz, Ester Ontalina, Dolores Ninahualpa, entre otros, recuerdan que en la zona, los niños después de la escuela jugaban en la calles y la plaza de la iglesia a los ensacados, los cocos, el florón, la perinola y el sin que te roce. Así lo describe el libro Guápulo, memoria histórica.

Pero una de las tradiciones que aún se preservan es la fiesta de la virgen en mayo. Rebeca Paguay (37) vive desde su niñez en Guápulo y comentó que la festividad religiosa ha mantenido, de cierta manera, unidos a los vecinos.

“Cada mes de mayo realizamos las procesiones de la virgen. Caminamos por todo el barrio con la imagen y la dejamos en una de las casas de los creyentes. Ahí rezamos, para luego proseguir. El único inconveniente que tenemos son la gran cantidad de autos que circulan, pues antes no teníamos este problema”, sostuvo.

La historia de un sitio considerado sagrado.

Guápulo se hallaba habitado mucho antes de la conquista española e incluso incaica.

Y según la tradición, se cree que este sector era considerado por los pueblos antiguos como un sitio sagrado y solemne.

Para los incas, Guápulo también se constituyó en un sitio sagrado y de descanso por su ubicación geográfica (une el Valle de Tumbaco y Cumbayá con Quito); de igual manera, es el paso que une la Sierra con la Amazonía.

Fue por ese mismo sector por el que partieron de Quito Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana en su expedición en busca del país de la canela. De ahí que la vía principal que atraviesa Guápulo lleva el nombre de Camino de los Conquistadores.

Todas las creencias religiosas de los habitantes indígenas de Guápulo fueron destruidas, pues los españoles derrocaron todos los monumentos y símbolos del pueblo ancestral que se asentaba en el lugar y construyeron monumentos católicos en su lugar. Es así como la iglesia y la plaza central se convirtieron en los lugares más importantes del barrio.

Datos históricos establecen que la iglesia empezó a construirse en el año de 1595 por gestión del obispo fray Luis López. Pero el primer templo fue edificado en un sitio distinto, aunque muy cercano al actual.

Para aquel entonces, la población española e indígena veneraban ya a la virgen de Guadalupe, de origen mexicano. Incluso el nombre Guápulo es una versión corrupta de Guadalupe, debido a la pronunciación de los aborígenes.

La devoción por la imagen creció y por 1649, se inició la construcción definitiva del templo.

Ya en el siglo XIX, la iglesia había sufrido de daños, pues en 1830 un incendio destruyó parte del retablo y de las obras de arte del santuario. El terremoto que azotó a Imabura en 1868 también afectó a la edificación.

La destrucción del templo hizo que varios de sus moradores abandonen el lugar, pues varios de los terrenos fueron puestos en venta para sustentar al santuario.

En el siglo XX, la entonces parroquia rural Guápulo, estaba constituida por villas y quintas y, para 1971, ya era considerada como una parroquia urbana, donde habitaban tanto familias pudientes como de escasos recursos.

Finalmente, en 1990, Guápulo fue integrada a la parroquia Itchimbía, proceso por el cual adquirió la condición de barrio.

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