El Zoológico de Quito, un 'spa' para animales rescatados
El aporte de $ 1.000 que entrega mensualmente un contribuyente anónimo es una de las pocas ayudas extras que recibe el Zoológico de Quito, ubicado en la parroquia Guayllabamba (al nororiente).
El resto de ingresos, unos $ 800 mil, provienen en su mayoría de la venta de boletos a los alrededor de 200 mil personas que llegan al lugar anualmente.
Max Araujo, integrante de la fundación que administra el sitio, comenta que el número de visitantes ha disminuido este año. Lo atribuye a la crisis económica y al susto que provocó el terremoto del 16 de abril.
Araujo cree que la gente asoció el movimiento telúrico con los sismos que afectaron la zona de Oyacoto en agosto de 2014 y que provocaron el cierre de la Panamericana por 70 días a causa de aludes en la vía.
Paradójicamente, 2014 concluyó como el período con el mayor número de visitantes (247.001) registrado en los 15 años de vida del zoológico actual. El anterior funcionaba en el Colegio Militar Eloy Alfaro.
La actual disminución de ingresos preocupa, aunque no complica el funcionamiento del espacio.
Araujo dice que los animales albergados en el zoológico ubicado en Guayllabamba “comen de primera”.
La carne de la que se alimentan, por ejemplo, leones, tigrillos, jaguares y el puma en exhibición es de res y proviene del Camal Metropolitano de Quito.
“Un león come unos $ 1.000 mensuales y tenemos 3. Imagínese los costos”.
Las frutas y verduras de las que se alimentan otras de las 50 especies que habitan el lugar tales como primates y aves también son de buena calidad.
Pablo Arias, director del Departamento de Bienestar Animal, explica que es una cuestión de salud e incluso de costos, pues si se alimentara a los especímenes con cosas en mal estado, podrían enfermar y habría que gastar en curarlos.
En realidad, la vida de los animales del zoológico no es tan mala, a pesar del cautiverio.
La mayoría han sido rescatados de las manos de traficantes de especies, de hogares en donde eran tenidos en malas condiciones y unos cuantos son nacidos en cautiverio.
Solo los de origen exótico, específicamente leones y avestruces, provienen de intercambio con otras instituciones.
Araujo aclara que en este se trata de animales que en su antiguo lugar de residencia corrían el riesgo de malvivir debido a sobrepoblación u otros factores.
“El objetivo básico del zoológico no es la exhibición de animales, sino su rescate y ayuda”.
En la medida de sus posibilidades, la fundación administradora trata de brindar confort a los especímenes.
Así, los espacios que sirven de dormitorio de las especies provenientes de la Amazonía cuentan con climatización para simular el ambiente del clima cálido y húmedo de esa zona del país.
Los sitios de descanso de los osos andinos (de anteojos) fueron diseñados con roca y tierra para que se parezcan a las cuevas que suelen utilizar esos omnívoros como dormitorios en la naturaleza.
Las ambientaciones, especie de rutinas que combinan la ejercitación y el desestresamiento, también forman parte de las actividades.
Araujo explica que se trata de acciones como por ejemplo la colocación de la comida en sitios altos para que los trepadores tengan que subir para alcanzarla.
A veces se colocan ramas u otros elementos en las zonas de exhibición para que los animales sientan que se encuentran en un sitio semejante a su hábitat natural.
Respecto a la seguridad, el encargado de Bienestar Animal señala que el ataque que sufrió el 23 de febrero pasado un cuidador por parte de Tiara, una jaguar, es un hecho aislado y no ocurrió en la zona de exhibición.
Arias señala que los procedimientos que se sigue son estrictos y cuidadosamente diseñados.
Por ejemplo, no puede ingresar una sola persona a las zonas de descanso ni a las jaulas de los animales grandes y peligrosos para realizar mantenimiento.
Las áreas de exhibición de estos cuentan con cercas eléctricas para evitar que se aproximen al público.
Además, personal evita que los visitantes se acerquen demasiado o metan sus manos en las jaulas. (I)